16 de agosto de 2017

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26/04/2024

Artes visuales

Sofía Táboas: más allá de la retina

Las exposiciones de la artista mexicana en el Museo Jumex permiten recordar que lo visual es apenas una de las dimensiones del arte.

Nicolás Cabral | martes, 21 de diciembre de 2021

Sofía Táboas, 'Línea térmica' (2016). Fotografía: Ramiro Chaves. Cortesía del Museo Jumex

Si algo resalta en las exposiciones con las que Sofía Táboas ocupa actualmente las principales salas del Museo Jumex es la sensibilidad distintiva que las anima. Lo mismo en Gama térmica –la muestra individual curada por Kit Hammonds– que en Temperatura ambiente –donde la artista ofrece su lectura de la Colección Jumex– el espectador es enfrentado a sus preconcepciones. Por un lado, piezas de férrea materialidad, que incluso albergan vida vegetal; por el otro, la negación temporal del cubo blanco para crear un espacio que alterna penumbras y luminarias y componer, antes que una exhibición, un ambiente.

En una muestra claramente regida por ansiedades ecológicas, resulta interesante pensar en las posibilidades de un discurso más sensorial que intelectual. En Temperatura ambiente calor y frío son representados a través de niveles de luminosidad. Las nociones interior/dentro, exterior/fuera e intermedio/entre son además problematizadas, algo indispensable en cualquier reflexión estética sobre lo ambiental. Se trata de relacionarse con las piezas a través de la piel y no sólo de los ojos, pero sobre todo de experimentarlas con el sistema nervioso, de poner el cuerpo. Me parece que ahí, al margen de discusiones de corte teórico, reside el interés del discurso curatorial de Táboas.

Entre las 35 piezas seleccionadas para la ocasión, que han sido puestas en diálogo antes que exhibidas de forma tradicional, debo detenerme especialmente en uno de los trabajos más poderosos del arte contemporáneo mexicano: el video Tornado (2000-2010), de Francis Alÿs. Experiencia en sí misma, es la metáfora perfecta de nuestra actual encrucijada climática, encarnada en un artista que durante una década persiguió tornados en Milpa Alta, para capturar la sobrecogedora sensación de internarse en ellos. Nada ejemplifica mejor lo relativos que son el adentro y el afuera, ni la pulsión que nos empuja al peligro de lo ingobernable.

“La política ecológica tiene una forma noir. Comenzamos pensando que podemos ‘salvar’ algo llamado ‘el mundo’, ‘allá’, pero terminamos dándonos cuenta de que estamos implicados”, escribió Timothy Morton. Esta idea permite extraer la provocación implícita en Temperatura ambiente: Sofía Táboas piensa en el espectador como un detective que estudia la escena del crimen para descubrir que forma parte de la trama. Todo se traduce en la imagen poética que producen conjuntamente las piezas de Alicja Kwade y Gabriel Kuri: junto a dos toneladas de palmeras fosilizadas de 65 millones de años de antigüedad, un solitario frigorífico deja ver en su interior ropa retirada de la tintorería (tal vez).

Es relevante que Táboas elija la noción de temperatura sobre la de clima. Para hablar de la crisis ecológica suele mentarse el “cambio climático”, como si el clima no hubiera cambiado desde siempre, sin requerir de la actividad humana. Pero el problema es el calentamiento global, su efecto en los ecosistemas. Esta cuestión atraviesa lo mismo Temperatura ambiente, con sus metáforas lumínicas, que Gama térmica, donde el color transmite temperaturas anímicas, pero no solamente: algunas piezas demandan que el aire acondicionado opere dentro de ciertos parámetros, por ejemplo para conservar las orquídeas de un seudo invernadero.

Una pieza de Sofía Táboas ha salido de la sala para reanimar, en las redes sociales, el temor al arte contemporáneo. Línea térmica (2016), que señala con una franja de adobe el espacio de transición entre suelo y pared, entre la horizontalidad y la verticalidad de la arquitectura, ha servido a algunos para volver a denunciar el timo que, en su opinión –y la de algunos escritores y críticos reaccionarios–, implica toda obra que se aleje de las maneras de las “bellas artes”. El “debate” sobre el “zoclo” puede ser paradójicamente productivo, siempre y cuando nos alejemos de la prepotencia de quienes llaman ignorantes a los indignados: la cuestión aquí, además del roce entre concepciones artísticas distintas, es la tendencia a hablar de las obras desde su representación fotográfica. Es un problema relevante, tan estético como político, en tanto se asume que algo puede ser aprehendido y comprendido (o no) a partir de una imagen bidimensional en la pantalla de un celular.

Las exposiciones de Táboas en el Museo Jumex confirman la relevancia de su práctica, pero sobre todo destacan por su pertinencia: nos recuerdan que la encrucijada ambiental no es algo que ocurre allá, sino que está aquí. O mejor, que distinguir entre allá y aquí no tiene ninguna utilidad. Aunque pretendamos comprenderlo todo a través de la retina, la piel está para hacernos notar que los inviernos se están volviendo bochornosos.

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