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Literatura

Patrick Modiano: el pasado impredecible

‘Tinta simpática’ vuelve al territorio Modiano a través de un detective que sigue el rastro de una mujer inasible y fantasmagórica

Iván Ortega | jueves, 28 de abril de 2022

Patrick Modiano en su estudio. © Ulf Andersen Aurimages

Hace un par de meses, al hablar sobre la aparición de Chevreuse, la última novela de Patrick Modiano aparecida en francés, Ignacio Vidal-Folch comentó: “¿Y qué quieren los seguidores de Modiano? Más de lo mismo”. Enrique Vila-Matas también ha comentado que este autor “finge escribir siempre el mismo libro”. El del francés es un arte de repetición, pero no suele haber agotamiento.

La repetición está contemplada en la poética de Modiano. No pocos de sus personajes están obsesionados con Nietzsche y el eterno retorno de lo mismo. Tinta simpática (2019), su segunda novela después del Nobel, y la más reciente aparecida en español, se interna de lleno en esta premisa. Es una expansión del territorio Modiano en la que reaparecen muchas de las obsesiones del autor: personas desaparecidas, detectives, París, falsas identidades, la fuga, registros incomprensibles en libretas, los poderes limitados del lenguaje, la inexactitud de la memoria.

De las múltiples obsesiones de Modiano, la que se apodera de este relato es una combinación entre los límites representativos de la escritura y la imprecisión de la memoria. La escritura funciona aquí como un rastro o una huella que provoca perplejidad, más que como una memoria subrogada. Los nombres registrados en una libreta parecen no decir nada, incluso, o sobre todo, a pesar de que fue nuestra propia mano la que los registró. La escritura marca ya la ausencia no sólo del referente sino también de cualquier tipo de sentido. Conviene investigar, devolverle algo de sentido a ese nombre, aunque sea sólo mediante especulaciones.

En Tinta simpática Jean Eyben, un detective primerizo, intenta dotar de sentido un nombre que le ha sido dado investigar: Noëlle Lefebvre. La acción comienza a mediados del siglo pasado. Existe la posibilidad de que ése ni siquiera sea el nombre verdadero de aquella mujer (“no sólo había desaparecido de la noche a la mañana, sino que ni siquiera había nada seguro sobre su verdadera identidad”). Esta novela de detectives podría leerse como una investigación en la que terminan por dramatizarse algunas nociones saussureanas: no hay nada que una realmente al significado y al significante, más allá del uso consensuado de una palabra para referirse a algo.

El nombre de Noëlle Lefevre flota como algo completamente ajeno al personaje, que al aparecer finalmente ni siquiera llega a ser nombrada con esas dos palabras. Pero no sólo la capacidad representativa del lenguaje hablado y del escrito parecen ponerse en cuestión, también la fotografía es un despropósito en esta novela. Incluso viendo fotos de Lefebvre el detective no puede estar seguro de reconocerla o incluso recordarla, años después. La tinta simpática del título, también conocida como tinta invisible, parece ser la metáfora ideal para hablar sobre la escritura como mecanismo de representación frágil e ineficiente. Esta percepción de la escritura, no obstante, es más melancólica que iconoclasta.

La novela se balancea entre la perplejidad del narrador ante su propia vida y la fragilidad e imprevisibilidad de la escritura y la memoria. Al inicio de En presencia de Schopenhauer, Michel Houellebecq dice, al recordar su primera aproximación a la obra del filósofo, que la memoria es más eficiente recordando lugares que fechas, pero ¿qué ocurre cuando el paso del tiempo, los cambios de intereses, el inevitable desarrollo urbano terminan por demoler todos aquellos lugares que nos fueron familiares? Desde el siglo XXI, Eyben intenta recuperar un lugar que ya no puede ver, a pesar de estar ahí mismo. El arte de Modiano se preocupa constantemente por todo aquello que parece poner en peligro la memoria pero que, justo por debilitarla y asediarla, parece darle importancia.

Quien quiera recordar debe ponerse en manos del olvido, de ese riesgo que es el olvido absoluto y de esa hermosa casualidad en que se convierte entonces el recuerdo”, dice Maurice Blanchot en el epígrafe de la novela. Para Modiano la memoria es el proceso activo de intentar rescatar aquello que podría perderse, más que algo fijo. Este proceso paradójico en el que se intenta recordar y registrar, al tiempo que se descree de la memoria y la escritura, crea un efecto de irrealidad, algo que invade constantemente a los personajes de Modiano. Incluso parece haber en estas novelas un cambio en la manera en la que se organiza el tiempo: el futuro es casi inexistente, el presente es intangible, pero el pasado lo domina todo y encima es impredecible. Es posible encontrar en otras novelas la misma frase que formula la duda: “Quizá lo soñé”, “pues no lo soñé”,“era la única prueba que tenía de que aquello no había sido un sueño”.

En Recuerdos durmientes (2017), la novela anterior a Tinta simpática y la primera del autor después de ganar el Nobel, el narrador incluso llega a creer que vive entre sueños y que, como ha aprendido en un libro esotérico, es posible aprender a dirigir la vigilia de la misma manera en la que se puede aprender a controlar los propios sueños. En esa lógica, algunos personajes nos parecen familiares pero ocultos tras una máscara nueva, viviendo una doble vida o renaciendo con nuevos nombres después de lograr sobrevivir a su pasado. La fuga es una constante en sus vidas. Louki, la figura central de En el café de la juventud perdida (2007), nos dice “No tengo más recuerdos buenos que los de huida o evasión”. Casi todas las fugas en Modiano son fugas de un pasado que parece siempre otra vida. Hay cambios de nombres, registros falsos o, como cantan los Magnetic Fields, “Shadows of echoes of memories”. No cualquier detective puede seguir la pista a una persona que no está segura de su propia existencia.

Patrick Modiano, Tinta simpática, trad. del francés de María Teresa Gallego Urrutia, Anagrama, Barcelona, 2022

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