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‘Mi madre ríe’, de Chantal Akerman

Aquí, un adelanto de la autobiografía de la creadora belga, publicada en español por Mangos de Hacha

Chantal Akerman | jueves, 5 de marzo de 2020

Imagen - Chantal Akerman

A presentarse el 7 de marzo a las 5PM en el Museo Experimental el Eco, como parte de la décima edición de FICUNAM, Mi madre ríe (Mangos de Hacha, 2020) es la autobiografía de la creadora belga Chantal Akerman. El libro, cuyo diseño es de Radjarani Torres, fue traducido al español por Tatiana Lipkes.

Aquí, un adelanto de Mi madre ríe.

 

Todo sirve para ser repensado, incluso las palabras o las cosas que podrían hacernos pensar en algo más. Y esas palabras son numerosas, como por ejemplo cuando me dicen el aire es puro o cuando me dicen esto es un hervidero de parásitos o también estamos en crisis y además le añaden, como en el 33. O cosas más triviales pero por lo pronto no logro recordar, como la palabra recuerdo o la palabra memoria. Tenemos tantas tareas ahora. Como ya no fumar, y humo, la palabra humo, también me da escalofríos. O como la planicie, o la tierra.

En fin, una serie de palabras, como Navidad o Año Nuevo, pero esos son escalofríos de otro tipo.

Y también, “pequeño papá Noel cuando vuelvas del cielo”, incluso la palabra cielo a veces me da escalofríos, sin embargo me gusta el cielo, me gustan todos los cielos, sobre todo cuando son amplios. Me gusta tanto el cielo que me puedo quedar horas en mi cama en París mirando el cielo.

Todo el mundo dice, tienes mucha suerte de poder ver el cielo desde tu cama, y estoy de acuerdo.

En Nueva York tengo que torcerme el cuello para ver una esquina de cielo y sin embargo vivo en Harlem. Desde que llego a Harlem me dan ganas de volver a París y después de unos días en París tengo ganas de ir a otro lado, incluso a Harlem pero también a otros lados, pero no sé realmente a dónde. Pero iré de todas formas. Sí, porque me había llevado a C. a Nueva York y se estaba volviendo insoportable. Tenía insomnio y lloraba todo el tiempo. Era insoportable.

Sin embargo C. me hacía hablar con honestidad y yo decía sí, es lo que quiero. Debe estar bien y es realmente lo que quiero. Ella quiere que yo esté bien y me da regalos. Me decía sal ya de la infancia, es suficiente.

Sí, sabía que era suficiente pero no lo lograba.

En todo caso no realmente.

Y la mayoría del tiempo ya no hablaba. Me negaba, a veces trataba, pero mal.

Si no hubiera existido el asunto de hablar con honestidad, sin duda no hubiera durado tanto tiempo con C. pero tenía la sensación de que me arrancaba de mí misma con todos estos asuntos y que estaba bien.

Pero en lugar de realmente hablar con honestidad yo hablaba mal. Le decía cosas terribles a ella y a los más cercanos y no eran palabras verdaderas. Era sólo destrucción. Estaba orgullosa, y luego me arrepentía.

Entendía vagamente que no era así que había que hablar honestamente y que podía reprocharle a los demás sin ser terrible sino con distancia y benevolencia. Pero en los momentos de mi falso hablar honestamente decía cosas tan terribles que después me enfermaba.

Y volvía a mi lado en donde me tragaba todo y eso se convertía en un enojo que me mataba a fuego lento.

Sin embargo, alguien me dijo, cuando haces películas te entregas por completo. No lo sabía porque no me conocía, y sin lugar a dudas no conocía mi totalidad. Y cuando una película estaba terminada, es como si no hubiera hecho nada más que vaho. Necesitaba hacer vaho. Realmente lo necesitaba, pero mi tejido seguía jodido.

Me gustaba hacer películas pero cuando los demás hablaban de mí usando mi nombre y mi apellido sabía que hablaban de alguien que para ellos había hecho algo más que vaho algo así como una obra. No quería contradecirlos. Por ningún motivo. No quería decirles que era vaho así que no decía nada.

Mi madre destila una angustia insoportable y le huimos para no contaminarnos pero de todas formas nos contaminamos y mi madre sabe que le huimos y que la tratamos como un mueble, bueno, en realidad no lo hacemos pero a veces ella siente eso y su angustia se eleva y le huimos aún más.

Mi hermana dice que no hay que hacerle caso, no hay que hacerle caso, yo no le hago caso. Voy y vengo, no le digo a dónde y no le doy el número de mi celular.

Mi madre le quiere llamar a fuerza a mi hermana. Por qué le quieres llamar, está trabajando. Déjala. De todas formas, tengo ganas de hablarle para saber a qué hora llega.

Bueno, le marco. Está ocupado. Mi madre se truena los dedos. ¿Y D.? D. es mi sobrino, su nieto, ¿y D.? Va y viene, no dice a dónde. Vive aquí como en un hotel.

Pero mamá, ya es un hombre.

Ya no volveré nunca más a México. Y eso cae como una cuchilla y es cierto, ya no volverá.

Va a regresar a su casa en Bruselas, al menos está a nivel del mar y se respira mucho mejor que en México que está en lo alto y quizá en Bruselas se sentirá mejor. En todo caso es lo que le hacen creer e intentamos creerlo y ella también. Y se va con la enfermera que la sostiene del brazo hasta el jardín para sentarse bajo el sol.

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