16 de agosto de 2017

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Artes visuales

Poner en crisis la forma

Una conversación con Gabriela Gutiérrez Ovalle, cuya muestra ‘Desplazamiento del límite’ se exhibe en el Antiguo Colegio de San Ildefonso

Carlos Rodríguez | martes, 7 de noviembre de 2017

El Antiguo Colegio de San Ildefonso de la Ciudad de México albergará, hasta el 28 de enero, la muestra Desplazamiento del límite. Una especulación sobre las políticas del cuerpo, de Gabriela Gutiérrez Ovalle. Es la oportunidad de acercarse al trabajo de una creadora singular en el panorama de las artes visuales de México, que ha sostenido una investigación sobre la corporalidad desde diversos soportes y procedimientos. Conversamos con ella.

Has desarrollado tu práctica artística a partir de los conceptos de límite, imposibilidad, frontera, delimitación o cerco. Estas estrategias narrativas y formales ¿retoman el pensamiento de Michel Foucault?

Leer a Foucault me hizo consciente de las políticas de control de las sociedades y de su conformación a lo largo de la historia, a través de estrategias y formas de pensamiento que avalan las prácticas de sometimiento de los individuos. Vigilar y castigar me aportó elementos que conectaban con lo que estaba buscando; fue como si pudiera representar de forma gráfica la manera en que se conforman las estructuras conceptuales, prácticas y materiales de la arquitectura diseñada por Jeremy Bentham en el siglo XVII.

A partir de la reflexión sobre esta estructura, y con la epidermis como metáfora contenedora del cuerpo, trabajé con las nociones de límite, imposibilidad, acotamiento y sitiamiento que el cuerpo colectivo sufre en las sociedades contemporáneas. Desde ahí he desarrollado formalmente en la instalación y la pintura la figura del cerco. Con ella pretendo poner en crisis la forma misma, volviéndola elástica o alterando su perspectiva (como si se tratase de una estructura maleable), en un intento de romperla. Más que ejemplificar o representar las prácticas específicas del poder capitalista, construyo barreras (metafóricas) usando como material pelo humano, cuya concentración simbólica bloquea o separa los espacios.  

Gabriela Gutiérrez Ovalle

El cuerpo es el receptor de embates de todo tipo, subjetivos y objetivos. ¿En qué consiste tu acercamiento a este concepto, tanto material como metafóricamente, en la escultura-instalación Acerca del cuerpo?

Entiendo el cuerpo como la primera frontera donde se realizan todo tipo de intercambios: físicos, intelectuales, emocionales, espaciales, etc. También es el primer límite que establece diferencias, lo que separa a un cuerpo de otro. En Acerca del cuerpo construí una franja horizontal entretejiendo pelo humano. El hecho de haber sido construida con desechos orgánicos de muchas personas y estar sostenida sobre una red plástica arroja mucha información que puede ser leída de diversas maneras.

Como soporte, la red plástica industrial es un interconector, aquello que nos relaciona más allá de la individualidad. Por su parte, el pelo genera reacciones de atracción y repulsión, desdibuja las fronteras de lo vivo y lo muerto. Desde la experiencia del tejido se llega a la idea de que los cuerpos, a pesar de encontrarse aparentemente delimitados, se afectan unos a otros. Por ende contienen una dimensión política.

¿Hay una narrativa colectiva en tejido de estas tramas de pelo, presentes en varias de tus obras?

Más allá de la narrativa colectiva, el proyecto del tejido derivó en una acción que involucró a muchas personas. La pieza que presento actualmente en San Ildefonso es anterior a este proceso, pero la idea se gestó durante su realización. La motivación principal para abrir el proyecto a una experiencia colectiva surgió al percatarme del poder inductivo y sin protocolos que generaba el acto de tejer y el contacto con el material en mis asistentes del taller. Tomé conciencia de la cantidad de voces y de miradas que vivían y veían la misma realidad que yo fuera del ámbito artístico, teórico o institucional, gente con la que me reuní a diario para compartir el ritual de tejer pelo humano, así como experiencias y saberes.

El proyecto de tejido colectivo se realizó en diferentes sedes durante tres años. La pieza itinerante terminó midiendo 45 metros, aproximadamente, y se presentó en su primera versión en el Centro Nacional de las Artes con el nombre de Proyecto Cerco, como mencioné antes.

La muestra en San Ildefonso también comprende la videoinstalación Detonaciones. ¿Cómo se inserta esta obra y su soporte en tu exploración artística, relacionada principalmente con lo pictórico y lo matérico?

Detonaciones es una apropiación de videos antiguos encontrados en la red, cuya edición integra un sonido reiterado generado por secuencias de explosiones mineras y golpeteos rítmicos obtenidos de diferentes fuentes. En esta videoinstalación se muestra lo que le ocurre a la tierra cuando es fracturada y explotada, ya sea para extraer energéticos o riquezas minerales o para realizar experimentos nucleares controlados. Es interesante que aceptemos, casi sin cuestionarlos, eventos de esta naturaleza. Las políticas extractivistas se llevan a cabo en nuestro país sin que la mayoría de sus habitantes tenga conocimiento de ello, a pesar de que se ven afectados directamente.

¿Pensaste en los posibles diálogos de tu obra con los espacios del museo de San Ildefonso?

Siempre he producido obra de gran formato. Tanto en mi pintura como en mis instalaciones había experimentado con la suspensión de objetos, con cercar o franquear espacios estableciendo un diálogo con la arquitectura. En el museo El Eco, por ejemplo, Acerca del cuerpo jugó con los ángulos inestables de su particular arquitectura; en el Museo de la Ciudad de Querétaro bloqueé una sala transversalmente, imposibilitando el acceso al otro lado. De igual manera, en la galería Le Laboratoire presenté una serie de  trípticos suspendidos a manera de retablos, que es una idea retomada en esta exposición.

En San Ildefonso se integró a la propuesta curatorial de Edgardo Ganado Kim y David Miranda la idea de dialogar, desde la obra que integra la muestra, con el carácter monumental y monolítico de los murales, así como la de cuestionar la carga histórica del muralismo y el sentido institucional en el que encalló después de casi un siglo de haber nacido. Se pensó en que el montaje podría generar reflexiones sobre lo que significa el muralismo en la actualidad, en términos del contexto y la realidad en que vivimos, y si existen diálogos posibles con lenguajes contemporáneos como el de esta muestra.

Así, se decidió separar la obra de los muros y mostrar el andamiaje y la estructura que comprende una pintura –que se convierte en un objeto-escultura, una forma envolvente o de perspectivas sesgadas. Incluso el video es proyectado no sobre el muro sino sobre una maqueta a escala, con la forma de un espectacular. Se afirma la intención de desarmar el cuerpo mismo de la obra, ejercicio que no puede realizarse en un mural. Queda señalado el carácter doctrinario del muralismo, donde no queda la posibilidad de cuestionar y se establece una relación vertical de imposición al espectador.

 

 

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