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Literatura

De cero a mil millones

Ximena Santaolalla reseña ‘La sombra de los planetas’ (Literatura Random House), la novela más reciente de Gabriel Rodríguez Liceaga

Ximena Santaolalla | miércoles, 16 de agosto de 2023

Gabriel Rodríguez Liceaga retratado por Mario Gómez

¿Los planetas tienen sombra? En nuestra imaginación, quizá, provienen de aquellas maquetas escolares de unicel… o de los planetarios. Pensar en ellas nos lanza al universo de lo que no podemos palpar. De entrada, el amor. Si hay un anhelo que todos invocamos alguna vez en nuestras vidas es el amor romántico, muchas veces desesperado y tortuoso. Una búsqueda demasiado humana, en palabras de Nietzsche, y que constituye uno de los temas de La sombra de los planetas (2023), el último libro de Gabriel Rodríguez Liceaga, que tiene cuatro novelas más y cinco volúmenes de cuentos, nunca repetitivos, siempre con búsquedas únicas.

La cacería del amor implica aquí su ausencia, el dolor de la pérdida, la nostalgia de no hallarlo. Aborda también su definición escurridiza, su inseparabilidad del erotismo, el deseo y el sexo. Y todo ello comienza con una mujer, Damiana, a la que corrieron de su empleo como maestra de primero de primaria por dejar a sus alumnos la tarea de investigar por qué no habían sido abortados. Genial primera línea.

Damiana camina por la ciudad. Muy al estilo de Rodríguez Liceaga, recorre rincones urbanos desde Popotla hasta Chimalistac, pasando por el Parque de los Venados, la Pensil, Álamos, Anáhuac, Granada, acabando en el Centro Histórico. En su camino reparte dibujos de figuras nalgonas de la cultura pop, parte de su obra plástica. Mientras esto ocurre se desarrolla el monólogo de un personaje feminista maravillosamente construido y también un hombre, Santiago, recapitula las relaciones románticas importantes de su vida: mujeres de las que aprendió algo, desde aquella con quien perdió la virginidad hasta Damiana, su pareja actual. 

Aquí hay tres temas importantes. El primero, la violencia en las calles en su configuración de violencia de género. Damiana pone el dedo en la llaga cuando una reportera le pregunta qué deseo pediría y ella responde sin dudar: “poder caminar sola de noche. Que tú y yo… Que todas las mujeres pudiéramos caminar solas de noche en la ciudad”. Sin quedarse en la mera expresión del deseo por una libertad verdadera, Damiana hace la diferencia entre lo que está en juego para un hombre y una mujer: “Ellos disfrutan de una bendición en la que no reparan: lo único que realmente corre peligro es su cartera”. 

Damiana nos da voz a mujeres de todas las edades, a mujeres que no han nacido y que no merecen llegar a “una ciudad que tácitamente te falta al respeto”. El autor muestra ese faltar al respeto de formas inesperadas. Pone de manifiesto la perenne asociación entre sexo y violencia que plaga las primeras planas de los periódicos sensacionalistas, un enfermizo mecanismo de gratificación que se ha creado a lo largo de décadas para el consumidor masculino: mujeres semidesnudas en poses sugerentes, siempre acompañando la nota roja, un cadáver fresco, un “titular alburero e hipotéticamente chusco”.

Gabriel Rodríguez Liceaga

La sombra de los planetas retrata con delicadeza la sororidad como pieza clave para protegernos. Para salvarnos. Implica valentía: hay pocos escritores que tocan estos temas profundamente femeninos. ¿Cómo no hablar de esto en una novela ubicada en la ciudad de México?, ¿cómo no hablar del vagón del metro exclusivo para mujeres, pero repleto de hombres? Hombres que miran las piernas y cuyos ojos parecieran “salir volando de las cuencas”.

El segundo tema que permea la novela es la pérdida de la capacidad de asombro. O, en otras palabras, la constante insatisfacción. Nada parece ser suficiente, nosotros mismos no nos sentimos suficientes. Estamos repletos de productos para cambiar nuestros cuerpos, nuestra apariencia. Filtros de imágenes fotográficas, operaciones estéticas, medicamentos para modificar las conductas, la química cerebral. Nunca somos ni seremos suficientes. Lo que tenemos ahora, lo que nos rodea, tampoco lo es. En palabras de Santiago: “Hemos derrotado al insomnio, al tedio, al silencio. Tenemos el futuro anhelado y en cambio elegimos el camino de la insatisfacción y la angustia”.

El último tema: la soledad. No sólo la soledad dentro de la pareja, la incapacidad de darse aquello que cada uno necesita, a pesar de estar físicamente juntos, la dificultad de pedir lo que se quiere. La novela también aborda otro tipo de soledad, la de no saber encajar, la de ser diferente. Esa soledad en la que se espera que ocultemos una parte de nosotros porque no es conveniente. Porque incomoda. “Para ser una buena empleada tengo que bajarle aún más rayitas a esa Damiana ya de por sí aminorada. Para ser una buena novia sacrifico aún más rayitas. […] Y así, haciéndome pendeja consigo equilibrarme con el mundo, formar parte de él”.

Gabriel Rodríguez Liceaga maneja como pocos el ingenio y el humor, pero también el golpe imprevisto. Hace una crítica aguda del mundo moderno, de la manera de relacionarnos, con personajes complejos, ocurrentes y llenos de conflictos internos. Quiero decir, de carne y hueso. Al mismo tiempo, nos lleva a un viaje placentero de nostalgia, como cuando alguno de los personajes recuerda los tiempos en que teníamos que rebobinar las películas en VHS o cuando otro se pregunta qué será de los encargados de recorrer las calles de la nación en busca de erratas que modificar en los mapas de la Guía Roji.

Los ágiles diálogos que construye el autor, su manera astuta, inesperada de conectarlos, crean una tensión sólo presente en la buena escritura. Las voces en primera persona poseen un ritmo afortunado, que no siempre tiene que ver con la oralidad. Pasar del pensamiento y del habla a la literatura implica un trabajo arduo, que no tiene receta ni fórmula predeterminadas. El soliloquio de Damiana se siente muy femenino y actual, con oído bien sintonizado. En el caso de Santiago, un personaje bastante más humorístico, es notable la forma en la que Rodríguez Liceaga adapta los chistes para que resuenen en su versión escrita. No es lo mismo “decir” una broma o causar risa en el habla que provocarla con la escritura. Al mismo tiempo, Santiago presenta una bella teoría del gozo sexual. Sorprende el amplio rango emocional que provoca un mismo personaje, dentro de un mismo capítulo.

La sombra de los planetas es una novela en extremo personal, honesta, sensible. Y como esta reseña comenzó hablando de amor, cierro con un spoiler, la bella forma en que Damiana lo define: “puedes pasar de cero a mil millones de un segundo a otro. De eso precisamente se trata el amor”.

Gabriel Rodríguez Liceaga, La sombra de los planetas, Literatura Random House, México, 2023

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