16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

11/12/2025

Artes visuales

Gabriel de la Mora: el reverso de la página

El Museo Jumex alberga ‘La petite mort’, exposición de media carrera del artista mexicano, con quien conversamos sobre su trabajo

La Tempestad | miércoles, 10 de diciembre de 2025

Gabriel de la Mora, ‘39-G.M.C-23.sept.07’ (video, 2007), Museo Jumex, 2025. Fotografía: Ramiro Chaves

En el catálogo recientemente publicado de La petite mort, Tobias Ostrander, curador de la muestra, explica que el término pequeña muerte “sirve de eufemismo para referirse a un orgasmo y a la sensación de abandono o pérdida que puede engendrar el clímax del placer físico. Su uso estratégico facilita una lectura erótica de la práctica de Gabriel de la Mora, al tiempo que aborda las numerosas ‘muertes’ que articulan sus obras”. Desde el 25 de septiembre el Museo Jumex de la Ciudad de México alberga la exposición de media carrera del artista mexicano, que permite recorrer más de dos décadas de búsquedas formales y atender los intereses que organizan las distintas líneas de trabajo.

El discurso curatorial, centrado la dimensión erótica de la producción de De la Mora (Ciudad de México, 1968), no imposibilita otras lecturas. La reflexión sobre el tiempo, por ejemplo, cruza La petite mort transversalmente. El tiempo no sólo es tematizado, sino que es convertido en el material mismo de algunas de las piezas. “Como buen disléxico”, comenta el artista en entrevista con La Tempestad, “me encanta ver ambas caras o dimensiones de la moneda, el tiempo puede transformar el pasado en futuro. Ese ir hacia adelante o hacia atrás me interesa muchísimo”.

“Como buen disléxico, me encanta ver ambas caras o dimensiones de la moneda, el tiempo puede transformar el pasado en futuro. Ese ir hacia adelante o hacia atrás me interesa muchísimo”: Gabriel de la Mora.

Formado como arquitecto, el artista encontró obras creadas por el paso del tiempo en los plafones de algunos edificios, que retiró, consolidó y convirtió en readymades pictóricos: “En 2006, dos años después de que dejé de pintar, empecé a ir a construcciones de finales del siglo XIX en la colonia Roma. En Tonalá 47 me di cuenta de que había una tela colgando, un cielo raso o manta de cielo, y pensé: Algo puede comenzar su proceso mucho tiempo antes del nacimiento del artista, y quizá seguir cambiando después de que muera. Esperé seis años y, en 2012, al ver que eran estables, empecé a ir a Altamirano 20 a trabajar con la idea de que la mejor forma de explorar o expandir la pintura era abandonándola”.

Gabriel de la Mora

Vista de la exposición Gabriel de la Mora: La petite mort, Museo Jumex, 2025. Fotografía: Ramiro Chaves

Para Gabriel de la Mora estas telas absorbieron la energía del espacio durante siglo y medio, lo que dejó una impronta en la superficie de la pintura: “Todo está hecho para cumplir una función, y cuando algo llega a su fin se transforma en el inicio de algo más”. La idea de obras creadas por el tiempo se extiende en el mural B-55 izq. / 55 der. (2016), compuesto por telas removidas de bocinas de estéreos, donde el sonido que vibró por años en las superficies creó, con ayuda del polvo, dibujos sin intervención humana. “La música, los anuncios, los noticieros y hasta la estática hacen que la caja acústica absorba y expulse aire, es como una respiración a través del sonido, y de a poco, en 30, 50 o 60 años, el polvo va quedando impregnado y hace visibles las bocinas o los buffers, generando círculos y rectángulos de diferentes tamaños e intensidades”, explica el artista.

La concepción no-lineal del tiempo incide no sólo en la organización de ‘La petite mort’, que prescinde de lo cronológico a favor de agrupaciones temáticas, sino en otra dimensión de la obra de Gabriel de la Mora: lo autobiográfico.

La concepción no-lineal del tiempo incide no sólo en la organización de La petite mort, que prescinde de lo cronológico a favor de agrupaciones temáticas –“Cuerpos”, “Borradura”, “Calor”, “El filo del deseo”, “Tacto” y “El placer del espectador”–, sino en otra dimensión de la obra de De la Mora: lo autobiográfico. Retroactivamente, el artista convierte una plana escolar de escritura, realizada a los cuatro años, en m-294 (1972), su primera pieza artística. Todo, de alguna manera, se inscribe ahí como marca de origen: disléxico, su profesora le pidió practicar la letra m en el sentido “correcto”, cosa que cumplió; posteriormente, volvió escribirla en sentido inverso en el reverso de la página.

Uno de los puntos más altos de la exposición, en el inicio del recorrido, cruza las dimensiones temporal y autobiográfica de forma contundente. La instalación Memoria I, 24.10.07 (2007) “integra por primera vez a mi padre, en el contexto de la familia, 14 años después de muerto, así como a mi hermana [fallecida al nacer]; une vivos y muertos a través del cráneo, de tomografías computarizadas que realizaron, en el caso de mi papá y mi hermana, a través de una exhumación. De ahí se hicieron impresiones tridimensionales de esos dos cráneos, para después convencer al resto de la familia a hacernos nuestras impresiones 3D”. Las diecisiete figuras borran las identidades y nos dejan ante un novísimo tzompantli que lleva al grado cero la novela familiar y el acontecimiento que nuclea la primera parte de la muestra: los secretos que se revelaron con la muerte del padre, en 1993, cuando Gabriel de la Mora tenía 25 años y aún no había abandonado la arquitectura para dedicarse a las artes visuales.

Gabriel de la Mora

Vista de la exposición Gabriel de la Mora: La petite mort, Museo Jumex, 2025. Fotografía: Ramiro Chaves

El conjunto de obra que compone La petite mort, a partir de 87 piezas seleccionadas por Tobias Ostrander –algunas de ellas nunca antes exhibidas–, deja ver otras dimensiones del trabajo de De la Mora. La búsqueda de nuevos materiales y de nuevos procedimientos, por ejemplo. También la obsesión con el número, que le lleva a desglosar a detalle lo que involucra cada trabajo. Piénsese, si no, en 467,685 (2020), cuyo título refiere la cantidad de fragmentos de cascarón de huevo requeridos para cubrir una superficie de 2 x 2 metros, en una producción que tomó dos años. O en la cantidad de fragmentos de alas de mariposa debidamente acreditados en las fichas técnicas de diversas obras.

La concepción no-lineal del tiempo incide no sólo en la organización de ‘La petite mort’, que prescinde de lo cronológico a favor de agrupaciones temáticas, sino en otra dimensión de la obra de Gabriel de la Mora: lo autobiográfico.

Como si reflexionara sobre lo anterior, Pablo Soler Frost escribe en el catálogo de la muestra sobre la fragmentación del universo: “origen de la existencia de todas las cosas y de todos los seres, visibles o invisibles, menos, en el caso de las cosmogo­nías, de la entidad creadora, menos, en el caso de ciertas teorías que proponen una serie de big bangs, de ciertos residuos en nuestro uni­verso de un universo ante­rior o la posibilidad de cien­tos o de miles de universos espejo o universos paralelos, esta fragmentación primigenia y primordial es la explicación tanto de nuestras diferencias (el yo y el tú y lo otro) como de nuestras similaridades (tanto a nivel molecular como el hierro de nuestra sangre, formado en el principio mismo del universo, pero presente en todos y cada uno de los seres humanos, como en el inconsciente colectivo que todo lo une en su abismo)”.

Como puede observarse en el recorrido por la exposición, para Gabriel de la Mora el arte –como antes la arquitectura– es un medio de pensamiento. Cada pieza es la respuesta a una pregunta, y a su vez abre nuevas interrogantes, desde las más elementales –¿cuánto tiempo tomó realizar esta pieza?– hasta las más íntimas –sobre la muerte, la identidad o la forma en que nuestra memoria se imprime en los objetos. Son preguntas-respuesta ejecutadas con extraordinario rigor por el artista y sus asistentes, donde la búsqueda de nuevas resoluciones va siempre de la mano con el surgimiento de nuevas inquietudes.

Gabriel de la Mora

Vista de la exposición Gabriel de la Mora: La petite mort, Museo Jumex, 2025. Fotografía: Ramiro Chaves

Gabriel de la Mora: La petite mort puede visitarse en la Galería 3 del Museo Jumex hasta el 8 de febrero de 2026. Posteriormente, este conjunto de objetos a veces exquisitos, a veces enigmáticos, recalará en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO). Es indudable que, como declara Ostrander, “la exposición celebra la sensualidad formal y la sofisticación conceptual” de la obra del artista. El espectador que la visita, sin embargo, es también confrontado: detrás del rigor y la precisión de las piezas se abre el vacío de la pérdida, pero también la extraña felicidad de quien, al reverso de la página, sigue la dirección contraria.

Con información de Nicolás Cabral

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