16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

20/10/2025

Música

Escuchas radicales

Autechre se presentó por primera vez en México, en el festival Mutek; esta crónica de Luis Arce describe la singularidad de la experiencia

Luis Arce | lunes, 20 de octubre de 2025

El dueto mancuniano Autechre

Un baile no, acaso una convulsión. La sala está casi oscura. Las personas –distribuidas a lo largo y a lo ancho de un foro de producción donde anteriormente se grabó un comercial de galletas– guardan una relativa distancia entre sí, como si al rozarse pudiesen explotar. Apenas pueden distinguir sus propias manos. Pocos han tenido el valor de quitarse los audífonos; muchos piensan que en cada momento del set están a punto de sufrir un colapso. Y no bailan, convulsionan. Llevan años esperando este momento.

El público de Autechre en México está compuesto en su mayoría por escuchas radicales. Dispuestos a someterse a la música del dúo tal y como éste lo han dispuesto. No es tarea fácil: celulares y cualquier tipo de grabación están prohibidos, es (casi) en plena oscuridad, se debe guardar silencio, usar protección auditiva –pues se lleva a cabo con un volumen altísimo– y no molestar demasiado a otros con los clásicos alaridos de felicidad y desenfreno que uno puede encontrar en los festivales. El espectáculo comienza, de hecho, con una advertencia: “En caso de presentar algún síntoma inusual o malestar físico, agita tu teléfono con la luz del flash encendida. Un elemento de seguridad se acercará para brindarte asistencia y facilitar tu salida”. ¿Por qué alguien se haría algo así?

A lo largo de todos esos años de espera, Mutek logró consolidarse como un festival cuya intuición y curaduría empujaron a mostrar ciertas experiencias límite. La lista de nombres que han aparecido durante las distintas ediciones raya en lo imposible: Ryūichi Sakamoto, Alva Noto, GAS, Tim Hecker, Vladislav Delay, Laurel Halo, Oneohtrix Point Never, Holly Herndon, Pantha Du Prince y cientos otros. Artistas que quizá nunca hubieran considerado tocar en Ciudad de México. Y de cualquier forma persistirían en las colecciones y plataformas de las personas que han seguido el festival durante años.

Encuentro rostros familiares, rostros conocidos y también rostros queridos. Pero la plática es sucinta: más importante es hallar un buen lugar para dejarse despedazar por el sonido. No puedo recordar la última vez que vi un concierto con esas características. Casi en ningún lugar, frente a ningún artista, existe un respeto tan grande por la escucha del otro. Esto no quiere decir que la experiencia colectiva de Autechre no exista –está, y es demencial–, pero tiene una forma divergente del resto de los actos de la música popular, la que llena salas, la que abarrota festivales.

Compartir la experiencia del concierto en una conversación uno a uno puede resultar en una tarea fatigosa, incluso inútil. (Me parece justo señalar que resulta mucho más enriquecedor leer las experiencias personales de completos desconocidos en Reddit). Tres veces los he visto y de todas ellas preservo la sensación de que cada uno de los asistentes escuchó un concierto diferente. Eso aplica –desde luego– a cualquier artista, pero nunca ha estado más cerca de ser verdadero que frente a los oscuros sets de Autechre.

Algunos podrán decir que los partió, que los cambios, de tan brutales, de tan excesivos, los hicieron sentirse enfermos; otros, que trataron como pudieron de transparentar el orden en el que los sonidos se iban desenvolviendo, pero cada que tenían algo entre manos los amplificadores lanzaban una guadaña de sonido tan afilada que era capaz de romper el sentido; otros más, los menos, quisieron incluso bailar, pero el concepto de ritmo se queda corto frente a lo que Autechre hace sobre el escenario; algunos sólo cerraron los ojos, anclando su experiencia a un tipo de fe que sólo puede nacer cuando se anda desorientado el tiempo suficiente. Locuras así son también una forma de conocimiento.

Cuando las luces se encienden queda un tipo de espacio liminar y un grupo de personas que no saben bien qué hacer con la energía que ahora tienen que llevarse a casa. Están obligados. Vinieron a esto, después de todo. En el futuro podrán decir que vieron a Autechre y que salieron vivos, que la advertencia del principio tiene una razón de ser y que de aquello, si pudieron agarrar cualquier cosa, un momento, cualquier sonido, uno solo, está bueno, porque ahora ese sonido es suyo.

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