Tom Pelphrey en ‘Task’ (2025), miniserie de Brad Ingelsby para HBO
Task: unidad especial es una heist film, una película de robos, hecha miniserie. Suscrita como está a los códigos del género, lo que hay capítulo a capítulo es la concepción de un plan, su siempre azarosa ejecución y las fatales consecuencias. Lo venerable de Task, creada por Brad Ingelsby (Mare of Easttown), es que en ella esos tres momentos canónicos del género no tienen relación entre sí. O, si la tienen, es sólo en las profundidades del corazón de Robbie Prendergast (Tom Pelphrey), el padre de familia y mente maestra detrás de los robos a una pandilla de motociclistas en los jodidos suburbios de Filadelfia.
Ahora, robarle a una pandilla de motociclistas es sólo una parte del plan. Otra es, de un modo u otro, vengar el asesinato de su hermano Billy a manos de la misma pandilla de psicópatas. Y, principalmente, hacer lo que cualquier padre en su posición haría, ya sea robando o pidiéndole un préstamo al banco para llegar al final de la quincena: estar en la posición más firme posible para darle a sus hijos una vida mejor. Una vida lejos de la pandilla de los Dark Hearts, del asesinato del hermano, de la diaria recolección de basura (el trabajo fijo de Robbie) y del insanable trauma de que la esposa y madre haya abandonado a la familia. Robbie, como todos, está desesperado, para él y su familia no hay más futuro que el de una presa a la cual ir a sumergirse cada tanto para olvidar la realidad; al menos durante el tiempo que sea posible aguantar la respiración bajo el agua. Y en esa misma presa Robbie alcanza a ver una salida.
Sin embargo, un plan, cualquier plan, es siempre más que la suma de sus partes. Su resolución excede sus propias circunstancias. Salga bien o salga mal. Y a Robbie el plan le sale tan mal que con eso le alcanza para salvar a su familia. Porque Task no se trata de robos, venganzas y dinero, sino de la paternidad. La de Robbie; la de Perry (Jamie McShane), el gerente regional de los Dark Hearts; la de Tom Brandis (Mark Ruffalo), el agente del FBI, clérigo y filósofo, asignado para resolver los robos y el secuestro de Sam, el hijo de un Dark Heart asesinado.

Mark Ruffalo en Task (2025), miniserie de Brad Ingelsby para HBO
Pero (otro código del género) la ejecución del plan se tiene que delegar, y hacerlo es el primer paso para que las cosas se tuerzan; alguien habla de más (“Peaches”), otro confía en quien no debe (Cliff) y entonces el plan se vuelve un obstáculo para sí mismo. Empieza a revelar sus contradicciones y las de sus autores. Pero, lejos de que eso sea un problema, es la condición que revela el secreto de cualquier plan: siempre habrá un precio que pagar. Uno que Robbie asume no tanto con su vida como con la pérdida de sus hijos. No es algo heroico sino algo presupuestado y Robbie lo sabe. Inconscientemente, al menos. Porque sólo así, desde ese no saber que sabe, es que puede robar, vender fentanilo y, eventualmente, salvar a su familia. Y sólo podrá entenderlo de forma retroactiva, cuando sea demasiado tarde. Justo como sucede con las cosas más terribles.
Task es la hermosa y sobada historia de hombres perdidos en el corazón de las consecuencias. Vagrants (vagabundos), los llama el también ornitólogo Tom Brandis, cuando le dice a Robbie que puede ayudarlo a encontrar el camino de vuelta. Son aves desviadas (Robbie) o arrastradas (Tom) fuera de su área de vuelo habitual. Hombres-pájaro que en el circo de tres pistas del heist descubrirán, una decisión tras otra, que la única salida, la única migración de vuelta a casa es, para Robbie, la muerte; para Tom, soltar. Y que para hacerlo, diría Lacan, tienen que atravesar la fantasía. Esas fantasías que construyen y orientan sus vidas y deseos.
La revelación les llega cuando los dos, al mismo tiempo, llegan a las encrucijadas de sus vidas. Si en Sin lugar para los débiles (hermanos Coen, 2007), por ejemplo, Anton Chigurh y Ed Tom Bell no pueden compartir universo, porque cada uno representa el polo moral contrario del otro, Tom Brandis y Robbie Prendergast son un diagrama de Venn. Hombres que generan sufrimiento y culpa como subproductos de sus planes y mejores intenciones. Como todos. Algo que Tom Brandis sobrelleva, día a día, con la ayuda de un vaso de los Phillies, lleno de vodka y agua tónica.

Fotograma de Task (2025), miniserie de Brad Ingelsby para HBO
Después de ese cruce de caminos, a bordo de un Honda Accord, se vuelve impostergable el cruce de la fantasía para terminar en sus últimas consecuencias, destruirla. Robbie, desde la desesperación, tiene que esforzase en ser el mejor padre posible para evidenciar que nunca lo fue pero que, con su muerte, sólo con su muerte, podría llegar a serlo. Tom, que se hunde en el arrepentimiento, debe insistir en su fe, en tercerizar el perdón con esos rezos que jamás empiezan y que sólo exhiben que perdonar a su hijo es clausurar aquella vida que ya no existe más, sus hijos, su esposa y él juntos.
Sabemos que la función de la fantasía es la dilación de lo incompleto, la negación del agujero en nuestra identidad. Task, con sus muertes y robos, cuenta eso, la historia de un par de tipos que van en sentidos opuestos para darse cuenta de que aquello que estructura sus vidas no es más que eso, fantasías. Cuando lo reconocen –Robbie en el bosque perseguido por Jayson Wilkes (Sam Keeley), el teniente de la pandilla y asesino de su hermano; Tom cuando decide soltar a Sam, el huérfano de los Dark Hearts– alcanzan un equilibrio, consigo mismos y con su mundo. Un equilibrio imperfecto que le hace espacio al fracaso y se manifiesta con violencia. Un equilibrio en el que estamos condenados a sumergirnos o volar, sin salida. A menos que pueda acontecer lo imposible: perdonar.