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La mejor televisión del mundo

‘Black Mirror’ y ‘Years and Years’ son narraciones que le suben el volumen al presente, pero ¿tiene la televisión potencial transformador?

Guillermo Núñez Jáuregui | miércoles, 31 de julio de 2019

Fotograma de la serie 'Years and Years'

Hemos visto ese rostro antes. Tiene algo simplón, vago. Pero no hace falta esforzarse en recordar: rápidamente podemos comprobar, en Internet, que es verdad, que ya lo habíamos visto en algún lado (¡salió en varias películas de James Bond!). Pero de donde nos suena es del primer episodio de Black Mirror, “The National Anthem”, transmitido por primera vez a finales de 2011. Allí, Rory Kinnear interpretó a un primer ministro británico, Michael Callow, que se ve forzado (a través de un complejo plan ideado por un artista que involucra el secuestro de un miembro de la realeza) a tener relaciones sexuales con un cerdo. El acto que se transmite en vivo.

Es una trama disparatada, satírica, pero que se presenta con un tono serio, ominoso. Tuvo su éxito. Entonces, en 2011, los temas que se atacaban eran la obsesión por la cultura de las celebridades, el ecosistema de las opiniones de pacotilla de las redes sociales y un vacío moral llenado y rellenado por posiciones encontradas y de corta duración. ¡Ha pasado el tiempo desde entonces! Sin embargo, las cosas no han mejorado. Ahora volvemos a ver la cara de pasmo de Kinnear interpretando a Stephen Lyons, el mayor de los hermanos Lyons, la familia británica a través de la que vemos el “nuevo” mundo creado para Years and Years (2019), la serie de Russell T Davies.

Producción conjunta de la BBC y HBO, los seis episodios de Years and Years se transmitieron entre mayo (en el Reino Unido) y finales de junio (a través de HBO) pasados. Se ha comentado ya que tiene varios puntos en común con la serie de Charlie Brooker. Destaquemos uno: Black Mirror y Years and Years aprendieron una lección importante de autores de la ciencia ficción como J.G. Ballard o William Gibson; ambas series no sólo escriben sobre el presente mirando al futuro, sino que sus futuros tienen una cercanía peligrosa. Mejor dicho: en lugar de futuros, estas narraciones parecen subirle el volumen al presente.

Parece natural que en nuestra época, en la que se consume una nostalgia por lo que ocurrió hace cinco minutos (ya sea la década de los ochenta, los noventa o la primera década de los 2000), el imaginario futurista responda con una urgencia similar. Abarcando un lapso de una década (2019-2029), Years and Years no sólo normaliza algunas ideas progresistas (en la familia protagónica hay relaciones interraciales, homosexuales, individuos discapacitados fuertes…) sino que se atreve a imaginar las del mañana (lo que parece sólo una adolescente deprimida, obsesionada por las tecnologías de la comunicación, resulta ser una transhumana).

Pero en Years and Years existe un mundo fuera de los dramas familiares, y es demasiado parecido al nuestro. En cierta medida está el drama del cambio climático, pero sobre todo los horrores de la política: odio al migrante, colapsos financieros, nacionalismos recrudecidos que desembocan en campos de concentración (y, se tiene fe, en actos revolucionarios). Ya sea por necesidad narrativa o por idiosincrasia británica, Years and Years tiene algo de insular: su visión se concentra en una familia entre conservadora y liberal, y sólo es de soslayo que nos percatamos del mundo de allá afuera. Aunque, concedamos, también hay un personaje inmigrante (pero que tal vez sea demasiado guapo para sentirnos mal por él).

Los peores pecados de la familia Lyons son cometidos por el personaje interpretado por Kinnear: Stephen es el hombre blanco prototípico. Como tal, está desde el inicio de la serie en una senda hacia la autodestrucción. Siempre con su cara de pasmo pasa de ser un banquero a un hombre autoexplotado, infiel, colaboracionista de un régimen fascista que sólo parece concebir la salvación en actos de autoinmolación. Tiene algo de esquemático, pero creo que no se le puede exigir demasiado, en ese sentido, a relatos moralizantes. Se trata, claro, de otro de los puntos en común con Black Mirror.

Tal vez deberíamos concentrarnos aquí en la dirección, los valores de producción, el uso reiterativo en momentos climáticos de la pieza “Into the Future” de Murray Gold. Pero demos un paso de la crítica de cine (o televisión) a la crítica cultural. Como pasó con “Bandersnatch”, el principal problema con Years and Years es que es televisión demasiado entretenida. Ballard, en una entrevista publicada en Re/Search en 1984: “La televisión no debería ser buena; en un sentido anacrónico, el error más grande que uno puede cometer es tener un canal de alta calidad. Los ingleses se complacen en pensar que su televisión es la mejor del mundo, pero la televisión no debe ser buena. Es como decir que uno tiene la mejor comida chatarra del mundo. La comida chatarra tiene que ser mala; si aplicamos la ley de Gresham (el dinero malo desplaza al bueno) uno nunca disfrutará de ningún alimento bueno; todo el mundo terminará comiendo esas maravillosas hamburguesas y chop-sueys de los restaurantes de comida para llevar, y la verdadera cocina –francesa, italiana, india o china– desaparecerá de nuestra cultura. Este proceso se está llevando a cabo en este país. […] La decadencia británica, pienso, en buena medida, se puede atribuir a que tenemos la mejor televisión del mundo; nuestra televisión no es basura”.

Eran mejores tiempos, cuando la mejor televisión del mundo sólo estaba en el Reino Unido. Tristemente, ahora también se puede ver en México o en la India. Televidentes, cohabitantes del mundo: se nos llamará a formar parte de una revolución (ecológica, política, sexual, da igual), pero preferiremos verla por la tele.

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