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Neón para sobrevivir

“En un mundo cada vez más triste y gris, el cine no debe ser una fotocopia sin alma de la realidad”, dice en esta charla Yann Gonzalez, director de ‘La daga en el corazón’, que llega a las salas el viernes

Carlos Rodríguez | miércoles, 15 de mayo de 2019

Imagen - Yann Gonzalez © Jules Faure para 'Les Inrockuptibles'

Una de las miradas excepcionales del cine francés es la de Yann Gonzalez; su estilo barroco y excesivo lo emparienta con creadores que han decidido labrar un camino propio, a contracorriente de la transparencia del cine comercial y del que está concebido para ganar premios en los festivales. Con apenas dos largometrajes, Gonzalez ha fijado su atención en historias cuyo hilo teje, por un lado, una reflexión sobre el quehacer cinematográfico y, por el otro, agita la turbulencia que envuelve las pasiones humanas, sin importar el género o la preferencia sexual; un cine, en suma, actual y pertinente.

Con Encuentros después de la medianoche (2013) –que se pudo ver en México en el marco del festival Distrital– el director demostró que el artificio es lo suyo; La daga en el corazón (2018), que se estrena el viernes en salas de México, tiene algo del cine de terror italiano, el giallo, y también pinceladas de humor; la combinación fue recompensada con el prestigioso Premio Jean Vigo. Aquí, una charla con el creador, a quien no hay que perder de vista en el futuro cercano.   

 

Se puede pensar en La daga en el corazón como una carta de amor al cine; filmaste en 16mm y, además, la película tiene referencias al giallo, el porno y otras tradiciones cinematográficas. ¿Cuál es el origen de este filme?, ¿cómo lo visualizaste?

El origen de esta película es el deseo de divertirse, de ser al mismo tiempo lírico y un poco idiota, de construir un filme de horror con personajes de carne y hueso, de hacer del porno un islote de libertad y de amistad, lejos de las ideas preconcebidas. Más que un homenaje al cine, La daga en el corazón es un homenaje a los rostros y actores que han marcado mi cinefilia (Romane Bohringer, Jacques Nolot, Ingrid Bourgoin, etc.). Y luego, por supuesto, están las ganas de filmar con Vanessa Paradis, a quien considero una actriz inmensa y a menudo desaprovechada.

Hay una reflexión sobre la dirección y la labor del realizador en tu película, que al mismo tiempo es la historia de una mujer. ¿Cuáles son las ventajas de explorar la realización fílmica a través de un personaje femenino?

La cuestión del género aparece de forma natural en mis películas; era evidente que mi heroína pornógrafa debía ser una mujer. Primero porque está inspirada en una figura clandestina del porno (Anne-Marie Tensi), y luego porque una mujer que ama a otras mujeres y que filma exclusivamente pornografía entre hombres es cien veces más problemática, divertida y excitante que un hombre que hace filmes con actores gays; eso desplaza la sexualidad, el deseo. Lo que Anne, el personaje de Vanessa, busca en las imágenes que produce es menos la pornografía que una especie de deseo enojado, un grito de amor absurdo y grotesco que transmite a Loïs, su editora, la mujer que ama. El hecho de que mis personajes sean hombres o mujeres me da igual en el fondo: me identifico de la misma manera con cualquiera de ellos. Al elaborar el guion, Cristiano Mangione y yo nos pusimos en la piel de nuestras criaturas, escribíamos desde su postura, intentamos establecer una especie de conexión telepática con nuestros personajes.

«El mundo es cada vez más triste y gris; el cine tiene que continuar haciéndonos soñar, en lugar de ser una fotocopia sin alma de la realidad»     

Al ver tu película pensaba en las colaboraciones que hizo Zulawski con actrices: Romy Schneider en Lo importante es amar (1975); Isabelle Adjani en La posesión (1981); ¿cómo fue tu trabajo con Vanessa Paradis?, ¿por qué la elegiste como protagonista?

Es curioso que evoques a Zulawski, es una influencia mayor para mí y también para el coguionista; entre las películas que le di a Vanessa para construir su personaje se encontraba La posesión; deseaba que se nutriera de la intensidad y la monstruosidad de esa película. En el extranjero esta voluntad fue comprendida, en Francia no: el cine naturalista ha devorado todo a su paso y este juego, que está lleno de energía, que empuja todas las emociones a fondo, hoy está muy mal considerado. Es la época la que así lo quiere, la sociedad francesa (y también la de otros países) es cada vez más fría, individualista, como nuestro presidente. La emoción, en su forma más cruda e infantil, casi se ha convertido en tabú.

Con respecto a Vanessa, rememoré lo que ella provocaba en mí cuando yo era niño, cuando descubrí el videoclip de su canción “Joe le Taxi”: una forma de peligro, la noche infinita excitante; ella me gustaba y me asustaba a la vez. Al ver Noce Blanche (1989), la obra maestra de Jean-Claude Brisseau que protagoniza Vanessa, me dije que ella sería perfecta para el papel: un monstruo de pasión y rabia en el frágil cuerpo de una gran actriz.

Imagen – Vanessa Paradis en ‘La daga en el corazón’

¿Cuáles son las razones para inventar e imaginar un mundo de color neón, saturado, exuberante?, ¿cuál fue tu reflexión sobre la materia del cine para elegir estas características de la imagen?

Es que el mundo es cada vez más triste y gris. El cine tiene que continuar haciéndonos soñar, en lugar de ser una fotocopia sin alma de la realidad. ¿Cuáles son las películas recientes que me han transportado, que han estimulado mi imaginación? Los chicos salvajes (2017) y Ultra pulpe (2018), de Bertrand Mandico; Mandy (2018), de Panos Cosmatos; Clímax (2018), de Gaspar Noé; El hilo fantasma (2017), de Paul Thomas Anderson; Sophia Antipolis (2018), de Virgil Vernier; Tenemos la carne (2016), de Emiliano Rocha Minter; Jessica Forever (2018), de Caroline Poggi y Jonathan Vinel, etc. Son películas que hablan de nosotros, de nuestra época, pero con estilo, colores extraños y trabajados, filmes que fabrican su propio mundo cinematográfico para reflejar mejor el nuestro. Para mí todo se trata de la vibración de los personajes: lo que ellos sienten en su interior se debe reflejar a través del encuadre, los colores, los decorados, la música y el vestuario; la dirección artística no es una banalidad, ella expresa los problemas de mis personajes, sus pasiones y pulsiones. Un cineasta debe ser el arquitecto de las emociones de sus personajes.

¿Cuál es la relación entre Encuentros después de la medianoche y La daga en el corazón?, ¿en qué consiste tu abordaje como cineasta?

Creo que son dos películas que buscan encantar a los espectadores, hechizarlos, desplegar todas las posibilidades del sueño y la fantasía, pero sobre todo, y aunque pueda parecer ingenuo, del vínculo humano, de la amistad. Ignoro cuál es mi abordaje fílmico, no tengo una receta, pero intento crear electricidad, una conexión extraña, divertida, trágica o mágica entre mis personajes y actores; emociones que no están definidas por las palabras sino por un sentimiento, emociones capaces de perpetuar la creencia en la vida y el cine.

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