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16 de agosto de 2017

La Tempestad

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04/05/2024

Cine/TV

Terror en MUBI

La plataforma ofrece dos colecciones de cine de terror para los amantes del género; seleccionamos, para abrir boca, cinco películas

La Tempestad | martes, 31 de octubre de 2023

Fotograma de 'Los otros' (2001), de Alejandro Amenábar

La plataforma MUBI, caracterizada por su cuidadosa curaduría de cine de autor, ofrece selecciones temáticas de cintas que permiten acercarse a las imágenes en movimiento a partir de diversos intereses. En estas fechas, concretamente, vale la pena detenerse en Mira si te atreves: horror de Halloween y Criaturas fantásticas y cómo esconderse de ellas, antologías de filmes de terror y relatos extraños que, dentro de su marco genérico, ofrecen ejercicios fílmicos de gran originalidad.

Estas cinco recomendaciones de cintas inquietantes son apenas la punta del iceberg. Gracias a nuestra alianza con MUBI, podrás obtener 30 días gratis suscribiéndote desde aquí, para verlas todas.

 

Halloween

John Carpenter, 1978

 

Hábil para la construcción de atmósferas inquietantes (imposible olvidar la neblina fosforescente de La niebla, 1980), John Carpenter logra en este filme acaso el epítome entre ellas. Estrenada hace exactamente 45 años, la vitalidad de Halloween sigue siendo inagotable –no así la profunda veta que abrió y que continúa dando. El secreto puede alojarse en la simpleza de sus trazos y en una narración directa: la noche de brujas, un suburbio, un puñado de chicos con disfraz, una niñera… y un asesino suelto. La construcción del asesino atiende también a lo esencial. Michael Myers es un monstruo sin expresión, sin lenguaje y sin motivación para matar, una masa irracional que avanza con la certera lentitud del tiempo.

Si algo más se necesitaba, Carpenter lo consiguió: Halloween tiene uno de los mejores temas para cintas de terror, compuesto por él mismo en concordancia con el estilo de la cinta –sencillo y al grano–, sólo con un sintetizador. Maestro de las películas de bajo presupuesto, el director estadounidense consiguió con ésta un margen de ganancia bastante considerable. El éxito en taquilla le permitió hilar un puñado de proyectos que hoy son clásicos, y que lo convirtieron en una verdadera leyenda del género. Los más famosos: La cosa del otro mundo (1982) y Sobreviven (1988).

 

Un hombre lobo en Londres

John Landis, 1981

 

Con poquísimos elementos, la primera secuencia sugiere el eje que vertebra este clásico: el resultado de la imposible unión de dos polos opuestos no puede ser más que monstruoso. Cuando una camioneta irrumpe en el paisaje rural del norte de Inglaterra la modernidad estadounidense, representada por los dos amigos mochileros de infladas chamarras de nailon, mira de frente a la tradición inglesa, esos campesinos de boina y blazer de lana, renuentes hasta la médula a cualquier variación en sus rutinas diarias. 

Aquí John Landis no sólo pone en escena el terrorífico matrimonio entre la bestia y el hombre que da título al filme –del cual sólo puede resultar un híbrido voraz e hiperquinético, incapaz de dominar sus instintos y culpable por no lograrlo, ¿el hombre posmoderno?– sino que desnuda también el astuto procedimiento formal que lo anima. Hablamos de la mezcla de dos géneros en teoría discordantes, el horror y la comedia, que terminará dando a luz un extraño e inolvidable entretenimiento ochentero.

 

El proyecto de la bruja de Blair

Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999

 

A mediados de los noventa el terror, hasta entonces estancado en fórmulas bien digeridas, experimentó cierto resurgimiento acorde a la época, es decir, repleto de referencias a la historia misma del género. Scream (1996) y Sé lo que hicieron el verano pasado (1997), por ejemplo, se sostienen en personajes que crecieron viendo cintas de terror y están conscientes de los recursos y convenciones del género. Artificio sobre artificio, o metacine, que pronto se tornó en el territorio perfecto para diluir el miedo.

El proyecto de la bruja de Blair trajo de vuelta la emoción que cimienta el género, aparentemente apelando a lo contrario: dosis altas de realidad. Se trata de la filmación lograda por un grupo de estudiantes perdido en los bosques de Maryland mientras realiza un documental sobre rituales y asesinatos. La famosa campaña de promoción de la cinta, lanzada meses antes del estreno, incluía una página web con detalles de la desaparición del grupo, y en algunos lugares se repartieron volantes pidiendo ayuda para localizarlo.

El artificio no tardó en revelarse. Los actores de este falso metraje real, sometidos a un proceso que emulaba las condiciones que habrían sufrido los estudiantes, filmaron la cinta guiados por los directores: metacine en su faceta documental, al que hoy fácilmente podemos emparentar con las noticias falsas y el deep fake. Sostenida quizá demasiado en este inteligente truco, no se puede negar que El proyecto de la bruja de Blair adelantó el reloj un par de décadas.

 

Los otros

Alejandro Amenábar, 2001

 

Cuando las ideas se agotan, el regreso a lo clásico siempre es una opción para dar un paso al frente. Este cuento de fantasmas apareció como un remanso de elegancia en el panorama cada vez más recargado del terror Y2K. La batuta en el guion y la dirección la llevó Alejandro Aménabar, que impuso a sus productores (Tom Cruise, uno de ellos) la condición de filmar en España con su equipo habitual. Esta reunión de métodos de trabajo y tradiciones distintas funciona como marco perfecto para una historia inspirada en Otra vuelta de tuerca, de Henry James, que en su biografía sintetiza precisamente esta mezcla. Concentrado en no ser una adaptación más de la famosa novela (que tuvo su punto cumbre con The Innocents –1961–, de Jay Clayton), el filme aumenta la importancia de la rígida protagonista, que resulta ser Nicole Kidman en una actuación brillante, llenándola de matices hasta ofrecer un complejo retrato de su psique.  

Al aire añejo de los decorados y la iluminación (en algunas secuencias realizada con velas) se contrapone una vigorosa cámara que vuela por el techo o recorre las escaleras de arriba a abajo, y simboliza aquello que la mujer repele y desea en partes iguales. La culpa católica que le ocasiona el hastío de ser madre y el miedo al castigo por encontrarse del lado ganador persiguen a la protagonista hasta ponerla frente a lo que más teme: su propia oscuridad ¿Hay algo que asuste más?

 

Cordero

Valdimar Jóhannsson, 2021

 

Debajo de su disparador narrativo, no es un secreto, el cine de terror desliza los temores más extendidos de la época. Puede que en Midsommar (2019) morir sacrificado en un ritual de verano cause menos espanto que envejecer y resultar un estorbo. Y que en El legado del diablo (2018) Satanás no provoque ataques de ansiedad tan extremos como aquellos que vienen al enfrentar la historia familiar y el origen del narcisismo. El primer largometraje del director islandés Valdimar Jóhannsson extiende su halo siniestro en direcciones inesperadas, hasta volver borrosa la causa del miedo. Esa ambigüedad revitaliza a un género propenso a ciertos tics indelebles. Y lo vuelve fascinante.

Sin contexto alguno, asistimos al momento en que una pareja decide adoptar un corderito mutante, que hace las veces de su bebé. En lo más apartado de una tierra desierta el evento parece natural, pues nada en la forma parece sugerir lo contrario. La decisión de suprimir elementos que indiquen el rumbo de la historia es un recurso narrativo brillante, que lanza significados en todas direcciones. La maternidad como mandato, la naturaleza tiránica buscando venganza, una inevitable mutación del cuerpo, el tedio de una vida sin humanos y hasta el amor romántico como fantasía vintage son aquí motores de perturbación. Bienvenida la época que le teme a sí misma.

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