16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

12/06/2025

Cine/TV

Hacia una nueva imaginación ecosocial

Jessica Romero contextualiza y pondera el último trabajo cinematográfico de la artista mexicana Tania Ximena, ‘La marcha del liquen’

Jessica Romero | martes, 10 de junio de 2025

Fotograma de ‘La marcha del liquen’ (2024), de Tania Ximena

Desde los inicios del cine se han realizado múltiples películas sobre el medioambiente. Nanuk el esquimal (1922), de Robert J. Flaherty, documental que muestra el espacio natural y la vida tradicional de una comunidad, puede ser considerada una de las primeras. No obstante, a principios de la década de los noventa se produjo un giro ecológico en las artes que incrementó el interés en el tema. Esto ha permitido el desarrollo de una filmografía extremadamente densa, con el clima en un lugar central.

Las cintas relacionadas con el medioambiente han evolucionado en formatos tan diversos como el documental científico, la película comercial de desastres, el largometraje animado o el reportaje para televisión, con una gran variedad de características temáticas y técnicas. Todo ello acompañado por cambios políticos y filosóficos y la aparición de una nueva era geológica: el Antropoceno. Esta conceptualización, propuesta por el químico holandés Paul J. Crutzen, amplió las temáticas abordadas por los filmes medioambientales. A partir de este punto una de sus características principales ha sido mostrar las amenazas a la existencia de la humanidad. Podríamos preguntarnos hasta qué punto el cine ecológico es capaz de desviarse de la narración convencional y ejercer un papel fundamental en la toma de conciencia de los espectadores.

Pero allí donde algunas propuestas buscan lo espectacular –a medio camino entre el catastrofismo climático y el sensacionalismo del fin de los tiempos– otras trabajan en variantes de las formas de composición. Proyectos como Anthropocene: The Human Epoch (2018), realizado por Jennifer Baichwal, Nicholas de Pencier y Edward Burtynsky, resultan difíciles de enmarcar en el cine medioambiental o ecológico. ¿Naturaleza?, ¿ecología?, ¿conservacionismo?, ¿activismo?, ¿filosofía? La complejidad se debe al desplazamiento narrativo, a la audacia para repensar desde una variedad de enfoques los problemas relacionados con el cambio climático. La interdisciplinariedad que involucran estas películas muestra que el medioambiente se relaciona con la naturaleza tanto como con la cultura, la política y la ética. Varios documentos fílmicos actuales exploran la frontera de la relación entre animales y humanos, llevándola a un campo que va más allá de la biología o la ecología. Cada uno aporta una mirada peculiar y una nueva forma creativa, que modifica lo que entendemos por documental.

Tania Ximena

Fotograma de La marcha del liquen (2024), de Tania Ximena

La manera en que una obra dialoga con el ambientalismo es decisiva para su potencia crítica. Tomemos el trabajo de Tania Ximena, que se aproxima a esta temática desde distintos flancos, que van del alpinismo y la vulcanología a la investigación científica e histórica, sin dejar de lado la introspección personal o lo espiritual. En el proyecto La marcha del liquen (2024) –presentado inicialmente en la Bienal FEMSA y ahora en el FICUNAM– ofrece una propuesta visual singular sobre los efectos del cambio climático en dos regiones del mundo aparentemente distantes y sin relación: la Antártida y la costa de Tabasco. Como en Río de niebla, río de adobe, río de sangre (2019-2023), la narración no es lineal ni sigue una metodología de exposición clara o un estilo monográfico. La realización no es caprichosa, sin embargo: es necesaria y urgente. Sus imágenes y sonidos nos muestran el modo en que factores diferentes afectan el paisaje o la geomorfología de maneras insospechadas y apabullantes. No se trata de la percepción de la naturaleza como belleza sino como catástrofe.

En la primera parte, a través de la composición de colores y sonidos, es muy difícil no deleitarse, pero el deleite se transforma en angustia, fragilidad y vulnerabilidad, las necesarias para atraparnos, conectarnos y ahí mismo quebrarnos para hacer de esas imágenes detonantes de crítica y reflexión. El mundo aparentemente desconocido que presenta Tania Ximena reta el pensamiento binario al situarnos en la historia del hielo glaciar antártico, su encuentro con el mar y el avance del liquen y el musgo. De pronto se revela una zona liminar donde sólo existen conexiones y simbiosis entre diversas regiones, factores sociales y elementos naturales que aportan su propia perspectiva, imposible de medir con imágenes o palabras, susurrando con toda fuerza las marcas de su sobrevivencia. Lo anterior nos conecta con la segunda parte del documental y nos incita a preguntarnos: ¿qué implicación tiene el reverdecimiento de la Antártida en zonas aparentemente lejanas, como México?

Tania Ximena

Fotograma de La marcha del liquen (2024), de Tania Ximena

En esta segunda parte Tania Ximena pone de manifiesto la manera en que los pantanos de Centla y los restos de la comunidad El Bosque, población costera de la región indígena de Tabasco, fueron absorbidos por el mar debido al aumento del nivel del agua. Si bien estos elocuentes escenarios hablan por sí mismos a través de imágenes y sonidos, hay algunos detalles que, sumados a los testimonios de Guadalupe Cobos en lengua yokot’an, toman un camino no muy explorado en los análisis de la crisis ambiental. Más allá de la espectacularidad o el sensacionalismo, la compleja interacción entre el ser humano y su entorno revela un contraste lúgubre y sombrío entre paisajes fragmentarios y distantes, entre lo que se recuerda y lo que se prefiere olvidar. Esta vulnerabilidad se extiende también, y sobre todo, a la reflexión sobre las imágenes que faltan, las que nunca han existido, las que han existido pero ya no están disponibles o las que nunca existirán.

La marcha del liquen abre un nuevo escenario. No se trata de documentos mostrativos, ni siquiera de planteamientos de una opinión, sino de diversos puntos de vista heterogéneos en donde el territorio y la memoria se vuelven un acto vivo, fluido, vulnerable y en constante reescritura. Muestra que tanto lo audiovisual como el medioambiente están en un período de transición y transformación. El planeta está cambiando. La extinción de muchas especies, el cambio del clima y tantos otros temas nos hacen ver que incluso la manera de contar historias tiene que cambiar. Y quizá dentro de un tiempo otros cineastas contarán esto de otro modo.

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