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Literatura

La escritura como laboratorio

Una charla con Sylvia Aguilar Zéleny, autora de ‘El libro de Aisha’, novela sobre una mujer que se convierte al Islam; la sonorense habla de la ardua tarea de construir un personaje

Carlos Rodríguez | martes, 15 de mayo de 2018

El retrato de Sylvia Aguilar es de Ale Meter

De reciente publicación, El libro de Aisha (2018), de Sylvia Aguilar Zéleny (Hermosillo, 1973), cavila sobre una situación singular: una mujer que regresa a México convertida al Islam, luego de haberse casado con un hombre musulmán. La familia de Aisha, que antes se llamaba Patricia, no reconoce en ella a la mujer que alguna vez fue.

Para escribir esta novela Aguilar Zéleny, que se desempeña como maestra de escritura creativa en la Universidad de Texas, retomó la historia de su propia hermana. Para la escritora, que impartirá un curso en Casa Tomada, “los personajes reales e imaginarios son diferentes pero su elaboración no lo es necesariamente”. Aquí, una charla con la escritora de novelas como Una no habla de esto (2008) y Todo eso es yo (2015).

En el prólogo de El libro de Aisha comentas que iniciaste escribiendo la historia de tu hermana y terminaste escribiendo la tuya. La vida de tu hermana es, por supuesto, singular. Aventuro a decir que no fue sencillo decidir abordar (o bordar) su vida, sobre todo por la advertencia que haces al anotar la cita de Ricardo Piglia en la que el argentino asegura que nunca se ha hecho buena literatura con historias familiares. ¿Qué te empujó a hacer este trabajo?

Me gusta la idea de “abordar o bordar su vida” porque creo que estéticamente es lo que he buscado en este libro y en mi escritura de los últimos años: bordo con diferentes hilos, uno a partir de varios retazos. En 2005 decidí escribir la historia de mi hermana porque quería entender su vida. Abandoné el proyecto una y otra vez porque, en primer lugar, no tenía suficiente información y, por otro lado, se estaba volviendo un ejercicio que de tan personal-sentimental sentía que carecía de resonancia. Y cuando digo resonancia me refiero a que en él parecía no haber un trasfondo tan o más importante que hablar sobre una mujer que lo dejó todo al casarse.

Descubrir cuál era mi papel dentro del libro y como escritora del mismo me liberó y me permitió tomar decisiones en cuanto a su construcción. ¿Qué hice? Abandoné precisamente el deseo de hacer buena literatura con una historia familiar. Escribí la historia familiar, sí, pero bajo mis términos. Éstos me llevaron a hacer una investigación sobre mi hermana y, también, la escritura.

Leyendo tu novela surge una pregunta genérica –que nace de la sensación de leer la historia de una familia común–: ¿cómo concibes la escritura?, ¿que razones tienes para escribir?

La escritura para mí es un laboratorio gigante. El tema o el personaje en el que trabajo es un sujeto que investigo y persigo. Leo muchísimo antes de finalmente sentarme a escribir, me empapo de literatura, ensayos, documentales o películas. Hago pruebas, inicio un párrafo con un tipo de narrador, reescribo hasta dar con aquel que me va a ofrecer lo que busco. Acomodo mentalmente la estructura antes de decidirla. Estoy consciente de que estoy contando una historia, con un subtexto, claro, pero su escritura es un trabajo a base de pruebas. Al escribir me gusta plantear preguntas. Quiero colaborar en la construcción de un pensamiento más crítico. Mis personajes cargan alguna preocupación mía, entonces los uso para discutir algo que me apasiona o me intriga.  

Te has especializado en literatura creativa. A partir de este enfoque, ¿cómo se puede entender la construcción de un personaje, que es el tema del curso que impartirás en Casa Tomada? Todas las historias tienen personajes aunque, por otro lado, algunas hacen énfasis en otros aspectos narrativos. ¿Qué le otorga a un relato la construcción acertada de un personaje?

Según Aristóteles, la naturaleza del deseo de un hombre determina la naturaleza de su moralidad. Es decir, somos porque queremos algo y queremos algo porque crecimos en, convivimos con o repudiamos un cierto contexto o naturaleza. Con los personajes es exactamente igual. Un profundo conocimiento del personaje, saber qué le hace reír, que le asusta, qué le gusta, sea relevante o no para el texto, es lo que le permite a un autor tomar decisiones más acertadas en la construcción y verosimilitud de un texto. El poema “Facing It”, de Yusef Komunyakaa, por ejemplo, cuenta la historia de un hombre mayor y su sentir al estar en un monumento dedicado a los soldados caídos. La forma en que se mueve a través del lugar y su manera de acariciar la placa frente a él cuentan su historia en Vietnam sin que él lo haga directamente.

Al crear un personaje ¿en qué consiste la diferencia entre partir de una persona real o de una mera invención para elaborar un relato o historia?

Suena a lugar común decir que hay que pensar en los personajes como personas reales. La belleza de trabajar con alguien real radica en que hay fuentes de información, fotografías, testimonios. Pienso en dos libros The Book of Jon, de Eleni Sikelianos, o Jane: A murder, de Maggie Nelson, que incorporan este tipo de fuentes en sus páginas. Pero esa debe ser también la estrategia para los personajes de ficción, crear sus fuentes, tener una caja llena de detalles de su vida, conocerlos en su carne y hueso para entregarlo al lector en toda su naturaleza.

La diferencia, si la hay, es que con el personaje de ficción uno puede insertar elementos que habrán de cumplir una función a nivel ético-estético en el texto. Pero no sé, si alguien fue capaz de hacer que Abraham Lincoln matara vampiros con una estaca, estoy segura de que hay muchas cosas que se pueden hacer también con los personajes reales. En un ejemplo más serio pienso en Noticias del Imperio, en el que Fernando del Paso toma los hechos y nos dice: “mira lector, observa a esta mujer que creció en estas condiciones, piensa en todo lo que vivió la pobre Carlota; bueno, ahora seguro coincides conmigo cuando te digo que en sus últimos años de vida esto es lo que ella hacía: repasar cada uno de los detalles de su vida en México en un discurso interminable.”

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