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Cine/TV

El inicio de la pesadilla

Alejandro Badillo encuentra en el documental ‘Red Privada’ una ventana para observar el origen del horror cotidiano del México actual

Alejandro Badillo | martes, 20 de julio de 2021

Imagen promocional de 'Red Privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía?' (Nexflix)

El documental estrenado recientemente por Netflix, Red Privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía?, tiene la virtud de usar a su personaje principal para retratar toda una época. Manuel Alcalá, el director del filme, desenreda el denso entramado de un asesinato y, al mismo tiempo, añade personajes, situaciones, trascendidos, material de archivo y, sobre todo, algunas columnas de Manuel Buendía, periodista muerto a balazos el 30 de mayo de 1984. Los textos de Buendía –leídos por el actor Daniel Giménez Cacho– funcionan como la columna vertebral de varias historias que giran alrededor de la corrupción, el tráfico de influencias, el poder omnipresente del PRI y, como se verá en la segunda parte del documental, el narcotráfico.

Red Privada parte de un retrato de época. Gradualmente llega a la fabricación de un montaje y, por supuesto, a una investigación larguísima que termina con la detención de un chivo expiatorio, un agente de la ahora extinta Dirección Federal de Seguridad, y de un alto funcionario, José Antonio Zorrilla Pérez. Sin embargo, la obtención de la verdad es igual de importante que iluminar la década de los ochenta, en particular los sexenios de Luis Echeverría y Miguel de la Madrid.

Manuel Buendía, periodista cuya columna “Red Privada” era leída en varios periódicos del país, es un personaje contradictorio: después de trabajar como jefe de prensa para el entonces Departamento del Distrito Federal y de participar en la narrativa oficial de crímenes de Estado como el llamado Halconazo, escribe columnas cada vez más arriesgadas en las que evidencia la rampante corrupción de los gobiernos priistas. Además, los contactos que tenía le daban información privilegiada. Lo mismo denunciaba regímenes de terror como el del gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, que hacía públicos datos de las oficinas en México de altos organismos estadunidenses que participaban en distintas operaciones de espionaje. Buendía tenía amigos poderosos que le revelaban operaciones peligrosas, y usaba esas confesiones para los trascendidos que se comentaban en los altos círculos del poder y en la vida social del país. Las denuncias en su columna eran un juego tan peligroso que siempre llevaba una pistola, por si lo intentaban matar.

Red Privada muestra, además del oficio y modus vivendi de los periodistas en el largo ocaso del PRI, el contexto internacional que marcó a la mayor parte de los países latinoamericanos. En las postrimerías de la Guerra Fría, Estados Unidos siguió consolidando su intervencionismo en el continente y, de forma paralela, construyendo alianzas con el narcotráfico. Como señalan varios investigadores, ante la falta de un enemigo a modo y la próxima entrada a un mundo unipolar dominado por Estados Unidos, se creó, desde el período presidencial de Richard Nixon, la idea de la guerra contra las drogas, el enemigo que sería –una vez derrotada la Unión Soviética– el número uno del país.

Después de ver el documental, sobre todo para los espectadores que éramos aún muy jóvenes en las décadas de los setenta y ochenta, queda claro que el caso Buendía inauguró la larga historia, aún inconclusa, de periodistas asesinados por el narcotráfico. Es particularmente interesante comprobar el embrollo de intereses, espionajes y la maquinaria financiera que se echó a andar en las últimas décadas del siglo XX. Los gobiernos autoritarios de esos años no sólo tenían el control absoluto de la política del país, sino que encontraron en las drogas una manera de extender su poder. Además se construyó un territorio clandestino que servía para erigir cacicazgos y acelerar la acumulación de grandes fortunas que compartían y comparten narcotraficantes y políticos corruptos. En medio de ese entramado quedan periodistas y ciudadanos de a pie.

A través de varias entrevistas comprobamos que asesinatos como el de Buendía –y los que siguieron– son algo más que simples revanchas o pleitos entre pandillas. El narcotráfico maximiza sus ganancias y, lo más importante, introduce grandes cantidades de dinero a la economía formal. En la lógica capitalista de competencia voraz, llevada siempre al límite, cualquier contrapeso –como la información que genera el periodismo– es sujeto de coacción y, cuando es necesario, eliminado por cualquier medio.

Muchas veces la narrativa del narcotráfico se enfoca en lo coyuntural, lo sensacionalista o en una indignación que no ofrece ningún diagnóstico profundo. Parecería que sólo queda asombrarnos o lamentarnos. Red Privada, más allá del asesinato de Manuel Buendía, es una ventana al pasado para tener, aunque sea de manera aún parcial, la génesis del horror cotidiano que genera la violencia en México.

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