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El amor y la enseñanza en dos tiempos

Carlos Rodríguez revisa dos cintas del Black Canvas: ‘En tránsito’, de Christian Petzold, que sin recurrir a la ciencia ficción pasa de una época a otra; y ‘Sra. Hyde’, de Serge Bozon, que critica al sistema educativo francés y, además, muestra otra cara de Isabelle Huppert

Carlos Rodríguez | jueves, 23 de agosto de 2018

Imagen - 'En tránsito', de Christian Petzold

Estos días se realiza la segunda edición del festival de cine contemporáneo Black Canvas, que presenta varias películas de autores relevantes. A continuación se revisan En tránsito (2018), la nueva película del alemán Christian Petzold, que subvierte las convenciones del cine clásico; y Sra. Hyde (2017), filme de Serge Bozon que critica el sistema de enseñanza en Francia.

 

En amor en los tiempos de la opresión

En tránsito, de Petzold, es parte tanto del Black Canvas como de la Semana de Cine Alemán. Cada filme del director teutón es una experiencia fílmica que, entre otras cosas, remite al esplendor del Hollywood de antaño. El arte de Petzold, sin embargo, desarma la noción de clásico, que procura la seguridad de la audiencia, y dota a sus historias de una sensación de extravío y desconcierto. En tránsito es la última pieza de una trilogía titulada “El amor en los tiempos de los sistemas opresivos”. Este proyecto, del que forman parte Bárbara (2012) y Phoenix (2014), tiene características propias: la imposibilidad de escapar de lugares cuya situación política obstruye la libre circulación de la gente y, también, condena la consolidación de amor. En Bárbara el contexto es la división de Alemania durante la Guerra Fría; Phoenix ocurre justo después del fin de la Segunda Guerra. Este conflicto bélico sirve de telón inicial a En tránsito. Petzold plantea aquí la historia de Georg (al que interpreta Franz Rogowski, a quien vimos recientemente en Un final feliz), un hombre alemán que se desplaza a Marsella. El personaje, del que se sabe poco, hace el recorrido sin un objetivo claro, parece que sólo acompaña a un camarada que desea embarcarse y salir con vida del inminente polvorín, cuyo exterminio ha comenzado. Georg, que siempre encuentra en su camino a una enigmática mujer, es confundido con un escritor, ligado a un diario comunista, cuya identidad decide usurpar. El joven se enamora de la misteriosa mujer antes de darse cuenta de que se trata de la esposa del intelectual, a quien han sido autorizados dos pasaportes para huir a México. Este elemento es importante: Petzold muestra los documentos firmados por Gilberto Bosques, diplomático que jugó un papel decisivo en el exilio de muchos judíos en México en calidad de cónsul general de Francia. Este tipo de acotaciones históricas, que sugieren que los flujos migratorios encuentran su razón de ser en los conflictos políticos, sirven a Petzold para desestabilizar la temporalidad de la narrativa, que pronto plantea dudas al espectador sobre el contexto histórico de la misma.

Paula Beer en ‘En tránsito’

Vale la pena hacer un comentario sobre el condicionamiento al que responde la audiencia educada con películas como Casablanca (1942), de Michael Curtiz, obra que parece servirle a Petzold de referente en varios sentidos. Tanto En tránsito como la cinta de Curtiz tratan de la huida, o intento de ella, a través de la obtención de pasaportes durante momentos álgidos y, también, proponen triángulos amorosos. El filme del alemán, que conforme avanza va diluyendo la temporalidad de la historia –poco a poco vemos elementos de vestuario que no corresponden con el estilo propio de estas ficciones y, además, ocurren hechos que rompen con los hábitos propios de una época– o, si se quiere, alarga el periodo histórico hasta nuestros días. En tránsito sugiere que estamos aleccionados a pensar la Segunda Guerra a partir de una serie de lugares comunes.

La dramaturgia de Petzold es de hierro. En tránsito es una película que sin efectos especiales ni elementos de ciencia ficción pasa de una época a otra. Petzold logra algo complejo: que constatemos, casi sin darnos cuenta, que los problemas del pasado nos persiguen, nos alcanzan todos los días. Una forma simbólica de mostrarlo es a través del personaje de Paula Beer (a quien vimos en la notable Frantz), que encarna a una presencia fantasmal, que desafía la verosimilitud del relato. Esto adquiere más fuerza si se conoce el filme previo de la trilogía: Beer luce igual que la heroína de Phoenix, que desarrolla la historia de una mujer que se somete a una reconstrucción de rostro tras sobrevivir al Holocausto.

Nina Hoss en ‘Phoenix’

El filme, basado en la novela Tránsito (1944), de la autora alemana Anna Seghers, está dedicado a Harun Farocki, el creador visual y cineasta que escribió junto a Petzold las dos primeras piezas de su trilogía. Ésta alarga la sombra del cine clásico para leer el presente, usa las convenciones del cine para crear nuevas narrativas.   

Madame Huppert  

Sra. Hyde, de Serge Bozon, fue la película que abrió el Black Canvas en la Cineteca Nacional. Este es el filme por el cual Isabelle Huppert, que interpreta a una tímida profesora de física, ganó el premio de mejor actriz en el Festival de Locarno. Bozon, que atendió la proyección, habló de su particular adaptación de la novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1986), de Robert Louis Stevenson. De ésta tomó la idea de que un cambio en la personalidad sólo es posible a través de un fenómeno no natural, fantástico. En el filme Huppert sufre una transformación al hacer un experimento en un día de lluvia que, a diferencia de la escisión psicoanalítica que plantea el libro, la convierte en una mujer enigmática, cuya energía aumenta al grado de derretir el hielo con tocarlo y de darse a entender con sus indisciplinados alumnos, entre otras nuevas habilidades. Éstos conforman un mosaico en el que se plasman las tensiones sociales de la Francia contemporánea y en realidad de cualquier sociedad.

La película, una pieza extraña y memorable, permite un cambio de registro en Huppert, que encarna a una pariente tibia (aunque no menos peligrosa) de su colección de mujeres perversas. El vestuario de colores encendidos que portan los actores –destaca especialmente Romain Duris como el encargado del colegio Arthur Rimbaud, que hace los chistes más divertidos y ofensivos de la trama–, se contrapone con el tono de los comentarios puntuales que Bozon hace sobre el sistema educativo en Francia, que se pueden resumir en las siguientes preguntas, que van soltando los personajes a lo largo de la película: ¿cómo enseñar a los alumnos sin que corran riesgos?, ¿en qué radica la importancia de reflexionar?, ¿por qué la escuela sigue engendrando la idea de que una buena formación es la base para una estabilidad económica?          

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