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Cine/TV

‘No Home Movie’, de Chantal Akerman

Retomando la retrospectiva que le dedica el FICUNAM, rescatamos esta reseña de la película de 2015 de la creadora belga

Sergio Huidobro | viernes, 6 de marzo de 2020

Fotograma de 'No Home Movie', de Chantal Akerman

Retomando la retrospectiva que le dedica el FICUNAM, rescatamos esta reseña de No Home Movie, la película de 2015 de Chantal Akerman.

 

En un artículo reciente, Richard Brody notó que durante el Festival de Cannes de 1975, a Chantal Anne Akerman (Bruselas, 1950 – París, 2015), la joven que presentaba Jeanne Dielman, 23 quai de Commerce, 1080 Bruxelles, le quedaba un mes para cumplir 25 años, menos que los que tenían Welles o Godard cuando presentaron Ciudadano Kane o Sin aliento, sus primeros largometrajes. Para Chantal era el tercero, y su octavo filme entre una serie de cortometrajes bravos, radicales y formalmente demandantes.

Sin ánimo de aplaudir al talento precoz como evidencia de nada, la fogosidad juvenil de Chantal Akerman, mezcla inexplicable de sabiduría congénita y adolescencia vitalicia, merece señalarse como marca indeleble de sus casi cincuenta trabajos para cine, video, televisión o instalaciones, desde Saute ma ville (1968) hasta No Home Movie (2015), estrenada casi al filo de su suicidio en París, el pasado otoño, a los 65 años de edad. Después de su estreno en Locarno, en México pudo ser vista durante la edición más reciente del Riviera Maya Film Festival.

No Home Movie registra el último año de vida de la madre de la cineasta, Natalia Akerman, polaca de origen y otrora prisionera en Auschwitz. La cinta, construida con planos fijos registrados con teléfonos o cámaras de mano, consta de fragmentos de conversaciones sostenidas entre madre e hija, algunas al interior del departamento bruselense y otras por Skype. En medio, como elipsis de fuerte carga simbólica, asistimos a vistas de desiertos, cielos y trayectos carreteros áridos; es entonces cuando el título gana resonancia y se desdobla: por un lado, No Home Movie rechaza ser leído como un mero documento de intimidad familiar; por el otro, se asume como una “película sin hogar”, nómada, desterrada, condenada a vagar por la memoria siamesa de madre e hija.

Las varias lecturas de No Home Movie rebasan al propio metraje y se extienden lo mismo a la extensa obra anterior de Akerman que a su personalidad o biografía. En un documental reciente –I Don´t Belong Here (2010), de Marianne Lambert– Akerman relata el descubrimiento de su madre como núcleo, motor y destinataria de su obra entera, y el presentimiento de que su muerte próxima terminaría con sus posibilidades creativas. El veloz encadenamiento de las muerte de Natalia, de la propia Chantal y el lanzamiento de No home movie obligan a buscar en ella las claves de una obra y una vida que se cierran al unísono.

Un observador atento de Saute ma ville, La chambre (1972) o la seminal Jeanne Dielman reconocerá la mirada de la realizadora sobre el espacio doméstico –en particular, la cocina– como entorno irónico para la reformulación de la psique femenina en el último medio siglo. La Chantal adolescente que protagoniza Saute ma ville vandaliza la (auténtica) cocina de sus padres para después limpiarla y terminar matándose con gas de la estufa; la misma Chantal, en el larguísimo paneo circular que constituye La chambre, parece asumirse a la vez como parte integral del paisaje doméstico y como elemento disonante del mismo; por último, la mítica Jeanne, observada sin tregua en sus interminables rutinas de ama de casa, funciona como espejo cruel para la comodidad artificial de pos-guerra de la generación de Natalia, a quien Akerman observa, al mismo tiempo, con la empatía de una hija y la curiosidad de un entomólogo.

En otro sentido, la figura maternal que encontramos en el documental echa luz sobre sus símiles en ficciones como Les rendez-vous d´Anna (1978) o Demain on Démènage (2004); en la primera, Aurore Clement interpreta a una cineasta sin residencia fija, en fuga perpetua, que decide encontrarse con su madre en Bruselas después de una separación de varios años. En la segunda, tres décadas posterior, la misma Clement ocupa el rol de la madre, un alter ego simultáneo de la cineasta y de su progenitora, mientras busca un departamento en donde vivir con su hija. Este cruce entre los discursos vinculados al espacio doméstico y a la condición materna, son el binomio que articula buena parte de la obra de Akerman, mismo que encuentra en su último documental una resonancia acaso acentuada por la cercanía de la muerte.

Viendo No Home Movie, cuyas secuencias más íntimas transcurren, una vez más, en una mesita al interior de la cocina, he tenido la sensación de encontrar a una Jeanne Dielman envejecida, pelando papas en silencio, durmiendo la siesta o lavando platos de la cena. Al despojar la relación con su madre de cualquier trucaje auto-ficcional, meta-referencial o de alter-egos en clave, Akerman ha construido un artefacto que sitúa la mirada del espectador en una franja ética ambigua, como un observador oculto o como aquel personaje de Terciopelo azul, fascinado por la vista accidental de la intimidad ajena; “¿Por qué me estás grabando? ¿Para qué es esa cámara?”, pregunta Natalia de vez en vez. El espectador no tiene respuesta.

No Home Movie tiende puentes acaso más íntimos –incluso en su título– con el documental News from Home (1978), un montaje de imágenes del Nueva York de finales de los setenta sonorizado solo con la lectura de cartas hacia la madre, al otro lado del Atlántico. La ciudad retratada en planos estáticos fue el hogar transitorio de Akerman, Andy Warhol, Stan Brakhage, Jonas Mekas o Robert Mapplethorpe, parientes todos de cintas como Jeanne Dielman, Je, Tu, Il, Elle (1974) u Hotel Monterey (1972). Como legado final, No Home Movie reorganiza el mapa de inquietudes estéticas de su autora y la separa del limbo nostálgico que envuelve a la obra experimental de varios de sus contemporáneos. Como cineasta del presente, Chantal Akerman parece, al mismo tiempo, haberlos precedido y sobrevivido a la par. Como su Jeanne Dielman, su gesto final es el de la mujer silenciosa que espera sentada por su turno y, sin avisar, en un momento, cobra su venganza.

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