16 de agosto de 2017

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03/05/2024

Literatura

Memes y poesía

Martín Rangel recupera las lecciones de la Alt Lit que floreció hace algunos años para ubicar en el meme el lugar de la poesía actual

Martín Rangel | lunes, 23 de octubre de 2023

Fotografía de Marcel Strauß en Unsplash

Tal vez muchxs no lo saben, pero hace algunos años existió algo así como un movimiento literario que llevó por nombre Alt Lit (literatura alternativa). La mayoría de sus autorxs eran angloparlantes, principalmente de EEUU, pero su influencia se extendió en Latinoamérica. El movimiento acabó mal, en medio de controversias sensibles que no me corresponde traer a la mesa. Sin embargo hay algo que me interesa recuperar de ese estallido juvenil de disrupción y uso masivo de Internet, por vez primera el soporte de una nueva manera de entender la literatura y la comunicación. Digo la comunicación, me atrevo a ir hasta allá, porque, más que los buenos, malos y peores poemas que nos dejó la Alt Lit, un elemento central (aunque un poco olvidado) que aportó fue el uso de memes –en ese entonces llamados imágenes macro”– como vehículo para la poesía. 

Hace unos días pregunté a Luna Miguel, principal difusora de la Alt Lit en español, cuál había sido para ella el real impacto de aquel movimiento en las letras jóvenes del presente. Ella me respondió, entre otras cosas: los memes. Recuerdo que por ahí de 2015 me encontré con un ensayo de Michael Hessel-Miel, en un PDF que me compartió Luna, titulado Poetry and the Image Macro”. En el diario mexicano Milenio publiqué una traducción del mismo: Poesía e imágenes macro”. Hoy vuelvo a él y a otros textos y entrevistas de Hessel-Miel. Las ideas más interesantes, pasado el tiempo, son quizá las siguientes:

1. Las imágenes macro basaban su difusión en tácticas guerrilleras”, en el sentido de hacer surgir o encontrar la poesía en lugares inesperados. Bombardear Internet con poesía, anuncios escritos al más puro estilo de la poesía flarf, capturas de pantalla de borradores de poemas en apps de notas del teléfono, etc. Hacer aparecer poesía en lugares, para entonces, inusuales. Con una vibra muy DIY y estética de MS Paint.

Imagen macro de Cayla Lockwood

2. En ese entonces había artículos en medios hegemónicos hablando de que la poesía podría redimir a Twitter. Como diciendo: este espacio de basura y sin sentido solo puede ser salvado por tuits escritos en un lenguaje “poético” estándar. Poesía-poesía, pero en Internet. No se mencionaba el Twitter raro, ni todos esos lugares “populares” donde la poesía sí estaba ocurriendo (pero bajo otras directrices). Y las imágenes macro eran, siguen siendo, uno de esos lugares. El Tumblr de Internet Poetry, por ejemplo, albergó mucha de esa producción.

Imagen macro de Amelia Gillis

3. Internet sacó a relucir un lado de la poesía que era nuevo para nosotros. Lo más potente, y aquí es donde entran en juego las macros, es que la democratización de la poesía adquirió un significado diferente. En generaciones pasadas la poesía se aproximaba al “discurso llano”, se acercaba al lector haciendo gala de la sencillez en su expresión. Se volvía “comprensible”. Lo que sucedió con las macros fue que vimos cómo se relajaban las restricciones sobre qué clase de contenido podía considerarse “arte”. Personas que nunca habían escrito un poema podían crear un meme, hacer captura de pantalla de un mensaje que enviaron a alguien, hacer un post en Snapchat o una historia de Instagram. Todo esto evidenciaba otro tipo de relaciones, perspectivas, voces y sensibilidades. Reivindicar, abrazar y destacar el valor inherente que, como poesía, tienen estos formatos expande las posibilidades de la poesía en muchos niveles (y no solo en el hegemónicamente literario).

4. Las imágenes macro incorporaban el collage y las capturas de pantalla, juegos con el color y el espacio, así como el trabajo con el lenguaje (raro, a veces sin sentido); todo de un modo muy prenativo digital. No tanto como Jenny Holzer y otrxs artistas de los años ochenta, que ya lo hacían, pero con una poética distinta. La postironía y los ejercicios de poesía flarf fueron elementos centrales de la poética protopoememera. Luego vino el antes mencionado collage en el que se mezclaban imágenes con declaraciones escandalosas que provenían de mensajes de texto y tuits. Esto ha ido evolucionando con nuestras propias experiencias y con la corriente cambiante de las redes sociales. Hoy se habla incluso de términos como posmeme o hipermeme. Hay una diversidad casi imposible de contener o categorizar.

Imagen macro de Amelia Gillis

5. En un sentido poético, en términos de lenguaje, podríamos considerar la brevedad particular de un meme, y el modo en que las personas la utilizan para la poesía, como algo análogo a un haiku. Esa naturaleza repentina, concisa y a la vez medio incompleta que, sin embargo, al final termina por construir sentido (bajo su propia lógica). La razón por la que gran parte de las primeras macros tenía un enfoque dadaísta era porque Dadá enfatizaba lo discordante; no porque la tentativa fuera negar el sentido, sino porque el sentido surgía de las conexiones de elementos discordantes. De la misma manera en que el lenguaje figurativo funciona porque describe lo que algo no es de una manera que resalta algo sobre ello.

Alt Lit

Imagen macro de James Ganas

6. Otra gran influencia de las macros es la poesía concreta. Lxs concretistxs respondieron a los medios masivos de comunicación de la misma manera que la poesía electrónica y los memes han respondido a Internet. Mucho de lo que podemos aprender de lxs poetas concretxs es aplicable hoy en día. De ellxs aprendimos que el lenguaje visual y el diseño (en combinación con las palabras) pueden articularse como poesía. Las imágenes macro y los poememes nos muestran cómo pueden ser poesía los medios visuales. Y no necesitas tener un título académico para participar. No todas las mejores macros ni todos los poememes buenos o interesantes están muy pulidos, del mismo modo que no todos los mejores poemas estarán escritos en un “lenguaje elevado” o “perfecto”.

Alt Lit

Imagen macro de John Rogers

7. La imagen macro y el poememe desempeñan un papel extraño en la literatura alternativa o electrónica, porque se alimentan de características propias de una cultura de Internet más extensa, que rebasa las fronteras de lo considerado valioso en tanto “literario”. Constituyen una forma cotidiana de comunicación –quizás la más importante y viva de nuestro tiempo– a la vez que pueden tornarse una manifestación especial, extraña, experimental o elevada de la misma. Eso es lo sorprendente. Cuando vemos formas de comunicación digital volverse comunes testificamos paralelamente formas poéticas que reflejan nuestra conectividad, nuestro presente. La imagen macro, y ahora el poememe, son elementos de un amplio rango de posibles futuros poéticos que parecen tener una vida larga y brillante por delante.

Alt Lit

Imagen macro de Angela Shier

Algo que Hessel-Miel no contempló y que a mí me parece crucial a la hora de entender el poememe es la cuestión de la autoría. En la década pasada autores como James Ganas, Amelia Gillis, Cayla Lockwood, John Rogers y Angela Shier hacían en su mayoría “memes de autor”, es decir, firmados. Angel Dominguez, alias Blacklavendermilk, hace hoy en día metapoememes firmados. La magia del meme reside en su condición volátil de no pertenecer a nadie, de partir de una plantilla que puede ser alterada y resignificada por quien sea sin necesitar de un autor para circular. El robo es inseparable de la lógica de circulación del meme. Por eso los memes con marca de agua caen tan mal, porque siguen entendiendo la autoría como en la época de la imprenta: algo restrictivo, propiedad privada. Los memes, y quiero creer que los poememes, son de quien los lee, de quien los altera, de quien se los apropia. Quien no quiera que le roben su meme mejor que no lo suba. Claro que hay quien abusa de sus privilegios para robar los memes que memeros de menor tamaño producen, y eso es reprochable, pero entre iguales se asume una (des)apropación del meme, y ese es un elemento clave de su vitalidad como forma de comunicación contemporánea.

Pero no sólo son poetas los que participan en la producción de poememes. Hay, también, artistas visuales que, volcados a la escritura bajo las directrices del lenguaje de Internet (y no del poético-literario), incluyen texto en sus piezas pictóricas.

Lxs poetas que en Latinoamérica –al menos aquellxs que están en mi radar– han entendido mejor esto son los que con más facilidad se acercan a esta (des)apropiación de lo que se poememetiza: el colectivo mexicano Broken English, Lucía Carvalho de Bolivia bajo su alias Cyberelfa, Roberto Valdivia de Perú bajo su alias Conde de Lince. Pero no sólo son poetas los que participan en la producción de poememes. Hay, también, artistas visuales que, volcados a la escritura bajo las directrices del lenguaje de Internet (y no del poético-literario), incluyen texto en sus piezas pictóricas. Obras en las que se hacen presentes tanto el humor absurdo y la confesionalidad incómoda (a través del texto) como trazos realizados analógicamente (con lápices, pinceles y demás) de logos, personajes y demás avatares de la cultura de Internet. Una escritura memética que se dibuja, que se pinta. Hablo de gente como Santiago Muedano, Flordenub3 y de algunas cosas de Ketsukei_koibito, Elpinshiperro, etc.

Hay, por último, artistas que no tuvieron que transitar de otros formatos al meme, sino que nacieron en él, como la cuenta @somoslanuevaola (administrada por Michel Ortega, cuyo nombre sabemos que existe pero aparece como firma en los memes que publica), y lx usuarix @u38eb3ud8ns, quien de plano se declara anónimx y no tiene ningún interés en tener un nombre ni de figurar en escena alguna; sólo poememetiza porque ese es su medio de expresión más natural. Lo mismo podemos decir de lx usuarix @011001.0011. Y como ellxs hay miles de poememerxs que, en medio del postureo plástico y falso de Instagram en el que todxs pretendemos vivir vidas felices y perfectas –enmarcadas en cuadraditos idénticos e inmodificables, en una experiencia homogénea– introducen disrupción.

El hiperpoeta peruano Roberto Valdivia, en un ensayo-meme, escribió que la educación ya no es posible en la institución “Universidad”. Al menos no una educación que fluya en concordancia con los tiempos que vivimos. La especialización ha desembocado en un creciente desempleo y en la acumulación de conocimiento inútil para la mayoría de la población. Sin embargo, el conocimiento vive: la educación es posible en tutoriales de YouTube, seminarios virtuales, PDFs y talleres como los que él mismo imparte a través de Instagram. De la poesía podemos decir lo mismo: que en aquellos libros y autorxs promovidxs y encumbradxs por las instituciones y las editoriales trasnacionales ya no habita una poesía viva, una poesía que dialogue con el presente (en el lenguaje del presente). Los memes, lejos del cerrado y elitista formato libro y sus instituciones, son un hábitat contemporáneo donde la poesía respira un aire fresco, que asegura su supervivencia. La poesía no ha muerto, sólo se ha mudado de hogar, dice Conde de Lince. Incluso podríamos arriesgarnos a afirmar, como en su momento dijo Clemente Padín de la poesía concreta, que el meme poético (o poememe) “restituye a la poesía su olvidada función”.

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