16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

19/05/2024

Artes visuales

Matta: un acercamiento multidireccional

Natascha Gangl ofrece su lectura de la obra de Roberto Matta, en el contexto de la retrospectiva del artista chileno en el Kunstforum Wien

Natascha Gangl | miércoles, 8 de mayo de 2024

Vista de la exposición ‘Matta’, en el Kunstforum de Viena. Fotografía: © Simon Veres. Cortesía de Bank Austria Kunstforum Wien

Pienso: un discurso sobre Roberto Matta no puede discurrir de A a B a C, sino que debe saltar y seguir al menos cinco direcciones de enfoque al mismo tiempo. Así, vamos a empezar de inmediato con:

Cinco

¿Cómo iniciaría Matta un texto sobre –y para– sí mismo?

Tal vez exprimiría una esponja húmeda sobre una gran hoja de papel. Lanzaría color. Izaría la superficie del papel. Caminaría en círculos hacia un punto, una mancha, un lugar, que es a la vez palabra y que quiere darse a conocer. Y entonces, allí: alucinaría. Permitiéndose reconocer lo familiar: un elefante, una ventana, una ventana en el elefante. Y luego: alucinaría más allá de lo conocido. Reconociendo lo desconocido. Hasta que esta mancha escupiera una simple palabra nueva para sí misma, al mismo tiempo un término que nunca antes se había formado, como “eletana” o “venfante”.

Matta –tal vez– reconocería esta palabra como descripción de un proceso en su propio interior. Digamos, por las proporciones completamente elefantásticas que se alcanzan en cuanto se abre una ventana en la mente –de repente y sin querer–, que ya no se puede pasar por alto, que ya no se puede cerrar. Más: una ventana en la mente, que quiere ser cuidada. Y Matta tal vez pondría en medio de este “venfante” cadenas de signos ilegibles, que se extienden en todas direcciones al mismo tiempo: hacia adelante, hacia los lados, hacia arriba y hacia atrás, hacia el pasado. El resultado sería entonces no un texto convencional, sino una imagen parlante que, en uno de estos “futuro-pasados” que él imagina tan a menudo, podría realmente comenzar algo nuevo de nuevo. Y eso haría brotar más, más realidad detrás de la realidad.

Ahora voy al pasado-futuro contigo.

 

Tres

Empiezo de nuevo –con Max Ernst– con una pregunta no tan fácil: How many ladders has Matta? O: How many letters has Matta?

Empiezo a subir por una, dos, tres letras: LE MAT. Traduzco: THE MAD. MAD: como el código IATA de Madrid.

Cómo… veo los cuadros de Matta por primera vez en Madrid, en 2011. Cómo… me asomo a los mundos imaginarios de Matta por primera vez. Cómo… caigo en los mundos de Matta y comprendo: los cuadros de Matta se habían manifestado por toda la ciudad.

¿Cómo?

En mi memoria las imágenes de estas gigantescas marchas de 2011 se hilan con los cuadros de Matta, delante de los cuales me encuentro por primera vez, en los que camino porque no están simplemente colgados de la pared sino que vienen de la pared, de arriba, o se asoman al espacio desde los lados.

Estamos en 2011, en el pico de la crisis económica. En las calles: protestas. El grito: “¡Ya basta!”. Se hace inevitable. Ineludible: la crisis financiera golpea. La burbuja estalla. Todo el mundo se echa a la calle. Por los que han sido echados a la calle. Desahucios todos los días. Cada día, cada noche rompen, quiebran, estallan: préstamos, hipotecas, contratos laborales. Rompen, quiebran, estallan: expectativas, fantasías, hábitos. La gente y sus cuentas bancarias vacías. La gente y sus cajas de cartón llenas. En las calles, familias enteras en camas de cartón tras paredes de cartón. La ciudad se ha levantado y está en marcha. Todo el mundo está allí. Abuelas, niños, punks, empleadas de la banca, profesoras, obreras, taxistas, todos buscan algo con qué tamborilear, con qué sonar, tocar, golpear. 3, 2, 1: todos los dedos se levantan en el aire y se sacuden. El movimiento no tiene principio. El movimiento no tiene fin. Recuerdo, subo a una farola y veo: hay levantamiento y descarga hasta el horizonte.

En mi memoria las imágenes de estas gigantescas marchas de 2011, que en España se llaman manifestaciones, se hilan con los cuadros de Matta, delante de los cuales me encuentro por primera vez, en los que camino porque no están simplemente colgados de la pared sino que vienen de la pared, de arriba, o se asoman al espacio desde los lados. Y puedo leer la realidad que me rodea manifestada en los cuadros de Matta. Puedo encontrar descripciones claras del presente, de la calle, leyendo sus cuadros:

Una galaxia fantástica al límite de tensión. Cálculos que ya no se pueden hacer, burbujas que estallan, cintas que se desgarran, fondos que se entrelazan hasta el infinito; figuras que parecen haber controlado algo en un mundo de números se han vuelto huecas, quedan atrás como puras cáscaras funcionales, atrapadas en un útero que implosiona. Las máquinas apuñalan los cuerpos que les han construido. Robocops llegando en cintas transportadoras. Sus macanas fálicas, sobredimensionadas, se descargan sobre formas que aún se asemejan a algo humano, como… un niño, una señora, un adolescente. However… las víctimas y los victimarios no tienen rostro. Aquí no hay punto de fuga. No hay salida, no hay ingreso, no hay sustento: ¡Bienvenidas! ¡De nuevo! En este espacio multidimensional nuestra primitiva sociedad moderna se da latigazos por todas partes.

Matta

Vista de la exposición Matta, en el Kunstforum de Viena. Fotografía: © Simon Veres. Cortesía de Bank Austria Kunstforum Wien

Matta pinta el tiempo como pinta el espacio. Simultáneamente. Pinta bucles temporales. Y la conciencia en bucles temporales.

Estás leyendo este texto, de pie en un museo en Madrid y en la calle al mismo tiempo:

Los que no tienen trabajo se llaman parados. Ahora los parados corren y hacen rodar enormes euros de cartón prensado hasta la hoguera en la Puerta del Sol. Silbidos ensordecedores. “¡El capitalismo ha pe-ta-do, pe-ta-do, pe-ta-do!”. Aquí las manzanas salen de los ojos, la harina del pan, la mierda de la leche, ¡el barril rebosa! La rebeldía es arte… Arte es rebeldía… Y la impresión: como si todos se hubieran despertado de golpe de un sueño compartido. Como si el sueño tuviera algo que contar. Como si algo completamente impredecible estuviera sucediendo. Como si hubiera consecuencias. Como si el canto del cisne fuera un preludio, un comienzo. Con el texto: “El capitalismo ha petado”.

Había –HAY– un movimiento que reclama otra forma de relacionarse, de soñar, de jugar a la realidad. Como en los cuadros de Matta: esmog, niebla y, a pesar de todo, la distopía… Una franja de verde, el resplandor de los soles. Una posibilidad… simplemente surgida de la existencia del azar. La esperanza permanece, como la fecundación y el nacimiento. Permanece en cada uno de los cuadros: “La entrada aquí es siempre la salida”.

Matta escribe: “Yo quiero, al contrario, inquietar, para que el que contempla se convierta en minoritario. Deseo que este espectador, en lugar de poseer el cuadro, sea poseído por él, que sea bombardeado por una enorme cantidad de conciencia que le llegue de todas partes. Así, atrapado en una situación insoportable a causa de esta pintura, se ve obligado, también él, a realizar un acto poético de creación para hacerla suya: asediado por lo real, se siente vencido y, por tanto, reflexiona”.

 

Dos

Un discurso sobre Roberto Matta no puede ser un discurso sobre un genio humano –er– masculino. Pienso en su cabeza en un videorretrato del año 1991: esta cabeza está en una especie de bolsa de papel. Grita: “¡No tiene sentido mostrar mi cara, se trata de la obra! ¡No me mires, eso no le interesa a nadie!”. Matta no se entiende como genio. Matta se entiende como esponja. Sus compañeros le llaman Matti, Mattuscope, Mattatomcohete, Mattatoll, Mattalismán.

En su opinión, el potencial revolucionario de los surrealistas es el siguiente: “Nos dieron clases (en la universidad) de egoísmo. Nos formaron para ser egoístas. Y esta monstruosidad, esta deformación se celebra después, es decir, cuando te has convertido en un auténtico supermonstruo, te dan el Premio Nobel. Ahí empezaron los esfuerzos del grupo surrealista… Nos esforzábamos por alcanzar un tipo diferente de inteligencia: una inteligencia colectiva… Eso era lo nuevo… ¡éramos un grupo!”.

Una obsesión de este grupo era la transparencia, y no sólo como medio estético sino también: entender a las personas como seres transparentes, a través de cuya presencia pueden expresarse, reflejarse y espejarse las realidades más diversas.

Pienso en su cabeza en un videorretrato del año 1991: esta cabeza está en una especie de bolsa de papel. Grita: “¡No tiene sentido mostrar mi cara, se trata de la obra! ¡No me mires, eso no le interesa a nadie!”. Matta no se entiende como genio.

Así que mira las obras y mira a través de ellas, siente la inteligencia colectiva y atrévete a comprender que NO estás simplemente en una exposición individual. Y entonces puedes reconocer a Leonora Carrington, que ayudó a Matta, en Nueva York, a concebir un tarot “no euclidiano”. Verás a Gabrièle Buffet-Picabia, que comprendió que pintar es como componer una pieza musical; oye su texto “Cœurs volants”. Mira a Katherine Sophie Dreier y el trabajo de conexión de la Société Anonyme.

Si das a tus ojos el comando de búsqueda adecuado podrías leer traducida a pintura a Gabriela Mistral y Dorothea Tanning, a Gertrude Stein, sin duda a Joyce Mansour. Y si buscas lo suficiente descubrirás a Unica Zürn, del modo en que se puede descubrir al Mattanauta en sus cartas desde París, como en un libro de objetos ocultos. Zürn escribe sobre una exposición de Matta junto a Victor Brauner. Y subraya lo que le impresiona y escribe en mayúsculas: “Pintaron todos los cuadros JUNTOSacabando por fin con la ‘seriedad mortal de la creación artística’”.

 

Cuatro

Quiero abrir aún más imágenes detrás de estas imágenes que yacen tal vez en tu futuro. Vayamos a través del tiempo: en las imágenes de Matta no sólo se puede anticipar la ciencia ficción, la game culture y la multiplicación de los niveles temporales en la virtualidad, sino que hay vislumbres del arte prehispánico, el arte de los pueblos originarios. Un viaje a México en 1941 despertó en Matta un gran interés en lo que se ha denominado codex y en México se llama amoxtli. Estos libros desplegables en lenguaje pictórico muestran una cosmovisión de unión. Son oráculos, expansión de la conciencia e instrucciones para nada menos que intervenir en la composición del mundo.

Matta

Vista de la exposición Matta, en el Kunstforum de Viena. Fotografía: © Simon Veres. Cortesía de Bank Austria Kunstforum Wien

Matta quizá aprendió a leer lo que quería mostrar justo en estos libros: fuerzas en movimiento. Porque en estas páginas la dirección de la fuerza nunca viene de un lugar en la parte superior. Siempre hay al menos cinco direcciones. Conectados con cordones umbilicales hay personas, animales, plantas, deidades que en realidad son indistinguibles. Cada ser tiene múltiples identidades. Se disfrazan unos de otros. Y en medio, no al final, uno sube al centro del mundo, a la boca de la tierra. Aquí se da cuando se toma.

Lo que Matta formula en sus monumentos antibélicos son apelaciones, manifiestos; siempre toca la campana más grande: llamando – convocando – despertando. En 1968 dio un discurso en el Congreso Cultural de La Habana con el título “La guerrilla interior”, donde dice: “no se trata sólo de estar con la revolución, sino de ser revolucionario”.

No sólo tenemos que estar del lado de la revolución, tenemos que ser revolucionarios nosotros mismos. Cada persona debe ser capaz de desarrollar y revelarse como un poeta, con el fin de “captar” la realidad como realidad. Necesitamos “cultura verdadera”, una cultura de conciencia que nutra, un mundo construido en equilibrio con la naturaleza, en el que nuestras baterías se recarguen en el hogar, como en la calle. “El arte es el deseo de lo que no existe, y a la vez la herramienta para realizar ese deseo”.

 

Uno

¿En qué lengua escribir un texto sobre Matta?

Cuando Matta habla rara vez es monolingüe, y suele ser ambiguo. Necesita “palabras nuevas”. Porque quiere representar lo que aún no es visible. Combina palabras de distintas lenguas, las superpone.

Volvamos al comienzo. Una vez, preguntado por sus orígenes, Matta respondió: “¿Quieres saber dónde estaba el culo de mi madre cuando nací?”. Cuando Matta habla rara vez es monolingüe, y suele ser ambiguo. Necesita “palabras nuevas”. Porque quiere representar lo que aún no es visible. Combina palabras de distintas lenguas, las superpone. Igual que superpone figuras geométricas en sus cuadros. Dice: “Empezamos a ver cuando empezamos a nombrar”. La lengua lleva al ojo de la correa.

Leo algunos de los títulos de los cuadros de esta exposición, títulos como poemas: Coïgitum, Coup, le coup, le couple, Etre eté, Incanta il canto, Le pourquoi des choses, Le pourq[oui] des choses. Y recuerdo: estoy de pie delante de los cuadros. Nada se mueve y, sin embargo, todo se mueve. La perspectiva alterna. Frente a estas ondas de energía, que parecen crear vibraciones –ondas sonoras. Al abrir los ojos, al aprender a escuchar con los ojos, se abren los campos sonoros que conjura Matta:

El golpeteo de las máquinas, las cintas transportadoras, el rugido de los aviones, los cortocircuitos, las chispas, el zumbido, el corte en la carne, el jadeo de las víctimas, el jadeo de los victimarios, el viento. Una y otra vez: el viento, “el que sopla, que respiramos, que nos hace hablar”. Ríos, hojas, microorganismos, ramas, manglares, estructura mineral. “Campos de sonido, que cada vez, como la primera vez, suenan como recién creados” (Marguerite Duras). Compruébalo y comienza “a desperdiciarlo, este tiempo sucio y agujereado que nos ofrece el sol”.

Leído en el Kunstforum de Viena como parte de la exposición Matta, febrero de 2024

Aquí pueden escucharse los soundcomics creados por Natascha Gangl y Rdeča Raketa para la muestra

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