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Pensamiento

Mark Fisher: música y política

La aparición del segundo volumen de ‘K-Punk’ (Caja Negra) invita a analizar las formas de pensamiento que anima la obra Mark Fisher

Iván Ortega | miércoles, 21 de octubre de 2020

Mark Fisher, en un retrato difundido por Repeater Books

En la conferencia que pronunció en la universidad de Goldsmiths a un año de la muerte de Mark Fisher, Kodwo Eshun dijo: “Mark y yo teníamos muchos proyectos que dejamos incompletos. Habíamos considerado editar un libro sobre Kanye, de quien en una entrevista dijo que creía que él y Drake estaban entre los artistas más importantes del siglo XXI porque hacían ver que, aunque fueras rico y famoso, las cosas eran horribles”. La idea ya había sido explorada de cierta manera en uno de los ensayos contenidos en ​Los fantasmas de mi vida​ (2014), y me parece que puede ayudarnos para empezar a hablar de ​K-Punk. Volumen 2, pues esta pequeña anécdota concentra muchas de las estrategias que Fisher utilizaba para escribir sobre música, y que se ven reflejadas en la primera parte de esta nueva entrega de Caja Negra.

¿Cómo sería el libro sobre Kanye? Es claro que consistiría en una especie de continuación de lo que ya había hecho en ​Jacksonismo (2009), el libro de ensayos sobre Michael Jackson que editó y, más que orientarse a la recuperación de pedazos de biografía, busca pensar a los ídolos (y a la música) pop como síntomas culturales, no sólo como fenómenos estéticos. No podemos olvidar que el Kanye de Fisher es el de ​808s & Heartbreak (2008),​ es decir, el álbum de West con peor recepción crítica (al menos entre los que hizo antes de su caída mediática –y mental). En la crítica musical de Fisher poco importan los cánones pues, para su visión, la estética es sólo la mitad de lo que hace relevante a la música pop.

La música pop es parte importante del pensamiento fisheriano –él mismo llegó a formar parte de ​un colectivo de música dance–, y a lo largo de sus libros, posts, artículos y conferencias (como ​la impartida en una universidad sueca, que comienza con un “epígrafe” de Burial) siempre surgen referencias a distintos aspectos de las sonoridades populares, principalmente británicas, pues para él son ejemplos claros de ciertos cambios o actitudes culturales. Me pregunto si Fisher es el primer pensador importante para quien la música pop tiene un papel central.

Política de la estética

Por el primer volumen de K-Punk (2018) sabemos que dentro del canon fisheriano se encuentra Greil Marcus, el historiador estadounidense que concede a la música popular un papel central para entender las condiciones de vida y que la ve como un motor de cambios culturales importantes. Como a Marcus, a Fisher no le importa la historiografía, no busca analizar las piezas como meros objetos artísticos, ajenos a todo contexto. Hay en este libro muchas páginas dedicadas al análisis estilístico, pero siempre como punto de partida para una reflexión sobre sus consecuencias políticas: pensemos en los pasajes dedicados al glam, en los que Fisher explora la idea de lo superficial y lo artificial como un bastión de resistencia de las clases trabajadoras –el mod y los grandes exponentes del glam (Roxy Music, Japan), contrario a lo que podría pensarse, tienen sus raíces en manifestaciones de la clase trabajadora/liminal, que consisten en una especie de autorrefinamiento y autoornamentación– al esencialismo y la “naturalidad” hippie (que Fisher descubre como igualmente artificial, clasemediera y, aún peor, orientada hacia y desde el deseo masculino).

Nada más alejado de la crítica musical establecida (demasiado apresurada, demasiado enfocada a las novedades discográficas, demasiado interesada en decir qué es bueno y qué es malo) que los textos contenidos en la primera parte de K-Punk. Volumen 2. Fisher huye de la asignación (siempre subjetiva) de calificaciones (con estrellas o números decimales), de las novedades discográficas de moda y de la relación de anécdotas sobre la elaboración de los álbumes. De hecho, en su gran mayoría (las piezas más desafiantes y propositivas), los textos que integran esta sección aparecieron originalmente en el blog personal del autor, es decir, no nacieron del encargo profesional sino del interés personal (o de la rabia).

Fisher hace con el blog lo mismo que Gombrowicz con el diario, la autoficción, el roman philosophique o la novela policiaca: usa la forma y la revienta desde adentro. El resultado es asombroso: hay reseñas de festivales (“Art pop, no, en serio”) o entradas sobre glam (“K-punk o el discontinuum del art pop glampunk”) que devienen tratados de estética en los que las referencias a Nietzsche, Spinoza y Baudrillard resultan tan naturales como hablar de Grace Jones o Roxy Music. Al igual que en el Volumen 1, la reseña es utilizada como pretexto para la reflexión personal y oportunidad para el contraste. Si en el tomo anterior un texto revisa al mismo tiempo ​Toy Story 3 y ​La conspiración contra la raza humana​, el tratado hiperpesimista del autor de horror de culto Thomas Ligotti, aquí encontramos casos en los que utiliza estrategias similares para hablar de Sleaford Mods y comparar dos etapas de la banda Scritti Politti o para confrontar las expectativas de un nuevo disco de David Bowie con la realidad del pop en el siglo XXI.

El ethos postpunk

Dos textos merecen mención aparte. El primero, “El afuera de todo hoy” –reseña de ​Postpunk: romper todo y empezar de nuevo (2005)​–, visibiliza la deuda de Fisher con periodismo de Simon Reynolds. El postpunk es una fuerza importante detrás del pensamiento fisheriano, donde la insatisfacción es el verdadero motor de la cultura y el estancamiento proviene de la comodidad. “A Shakespeare lo mataron usando el respeto como arma”, escribe en otro texto, haciendo eco de lo que planteó sobre el secuestro (y la neutralización) de la obra de J.G. Ballard por parte del establishment británico. De estas ideas proviene la crítica de la nostalgia cómoda, síntoma del realismo capitalista que encuentra en fenómenos como los festivales musicales, en los que conviven pacíficamente, sin generar ningún tipo de contradicción, generaciones distintas de músicos asimilados. Todo lo producido desde la comodidad y el consenso le resulta a Fisher aburrido, mediocre, muerto, y encuentra en el ethos postpunk una fuente continua de renovación cultural que busca evitar a toda costa (aunque quizás en vano) la mercantilización.

El segundo texto, la pieza central de este volumen, es “Memorex para los Krakens: el modernismo pulp de The Fall”, un tratado (no hay otra palabra) en tres partes sobre la banda británica. Quien leyó el volumen anterior de K-Punk habrá notado, en textos sobre ​Wall-e e ​Hijos del hombre​, versiones preliminares de capítulos de Realismo capitalista (2009). De igual manera, el texto sobre The Fall mutó para convertirse en una sección de su último libro publicado en vida, Lo raro y lo espeluznante (2017). En su versión original para el blog resulta más completo, complejo y estimulante. Fisher utiliza los conceptos barthesianos de “texto legible” y “texto escribible” para mostrar que, como mucha literatura de vanguardia, la obra del grupo de Manchester requiere una participación activa y desafiante del escucha, lo que la aleja de la música pensada para el consumo pasivo. Fisher importa el arsenal de la crítica literaria y, como los film studies, lo aplica a otras expresiones culturales. The Fall es punk y literatura, Mark E. Smith es puesto en compañía de T.S. Eliot, M.R. James o H.P. Lovecraft.

Vuelta al realismo capitalista

La segunda sección del libro puede leerse como una versión expandida de Realismo capitalista. Fisher utiliza el término al analizar acontecimientos sociopolíticos, para mostrar que es posible encontrar sus síntomas en casi todos los aspectos de la vida contemporánea. La selección abre con un artículo (“No voten, no los incentiven”) que analiza la idea de gobierno democrático liberal como “única realidad posible”, donde nos resignamos a elegir la menos mala de las opciones. En “6 de octubre de 1979: capitalismo y transtorno bipolar” reaparece la idea fisheriana de que el desarrollo de algunas enfermedades y padecimientos mentales está ligado a las condiciones materiales del capitalismo, que tienden a la patologización del disenso.

Para Fisher el “realismo” es una categoría analítica ligada a la literatura o a la ficción “realista” antes que una realidad en sí, una herramienta ideológica que sirve para delimitar lo “políticamente posible”. Como escuela literaria, sirvió para representar las interacciones sociales y comerciales burguesas; desde esa base enjuicia a las otras formas de representación. Estas reflexiones sirven para entender por qué etiquetas genéricas como “realismo sucio”, “realismo socialista” o “realismo mágico” han surgido sin mayor resistencia: todes sabemos que el realismo es más un estilo de representación, al que se pueden añadir adjetivos, que un modo fidedigno de representar el mundo.

De ahí que Fisher recurra a analogías de la ciencia ficción, para él más apropiadas que las del realismo, para analizar fenómenos políticos. En los textos de la segunda parte del volumen aparece repetidamente la palabra “replicante”, por ejemplo para referirse a Nick Clegg, político neoliberal británico partidario del “soft Brexit”. En “La prensa amarilla en el Reino Unido” habla del ex primer ministro David Cameron y de los letreros que portaban el mensaje Keep calm and… Para Fisher se trata de variantes de los mensajes subliminales que pueblan la película Sobreviven (1988), de John Carpenter, donde el ex luchador de la WWF “Rowdy” Roddy Piper interpreta a John Nada, un renegado que llega a Los Ángeles y descubre unos lentes que revelan el significado oculto de las cosas: todos los letreros publicitarios y los mensajes públicos son en realidad propaganda represiva subliminal que una raza extraterrestre utiliza para dominar a los humanos. En esta línea, las personas implicadas en la campaña electoral de Hillary Clinton son comparadas con los androides de la serie ​Westworld​.

La ficción del presente

Este tipo de analogías es utilizado de manera efectiva en “Cibergótico versus steampunk”, donde utiliza nombres de subgéneros de la ciencia ficción y la fantasía para hablar de los contrastes entre dos facciones en conflicto: las élites británicas (el steampunk, “costumbres victorianas pero con iPhones”) y el Estado Islámico (cibergóticos que decapitan en el ciberespacio). “La administración de la realidad” comienza como un recuento de eventos políticos contemporáneos para convertirse en un relato dickiano sobre la guerra entre diversas facciones para obtener el control de la realidad (política). El discurso público es otro de los temas centrales de esta sección. Pensemos, por ejemplo, en “Fuerza evidente y plaguificación”, que aborda los modos de autoconvencimiento público para justificar la intervención armada en Medio Oriente, partiendo de que “nosotros” (los británicos) somos inherentemente buenos y los musulmanes son inherentemente malos.

En buena parte de esta sección, compuesta de las entradas de blog más anecdóticas, Fisher reflexiona sobre de la situación política desde el punto de vista personal; el lenguaje plano contrasta con el de la sección previa. Llama la atención “Fútbol / Realismo capitalista / Utopía”, un extraño texto laudatorio en el que habla sobre la organización administrativa del Fútbol Club Barcelona, en la cual cree ver, como en ​Los fantasmas de mi vida ​al hablar sobre los raves, una especie de espectro poscapitalista.

Fisher fue acusado de identificar los síntomas sin ofrecer soluciones. Sin embargo, regadas como destellos, pueden encontrarse a lo largo de su obra. Por ejemplo en el concepto de “comunismo ácido”, insinuado en un texto del segundo volumen de K-Punk, “El futuro todavía es nuestro: autonomía y postcapitalismo”. Esta noción, que desarrolla con más detalle en el tercer tomo de la serie, de próxima publicación en Caja Negra, era el eje rector de los libros que quedaron sin escribirse por la muerte del autor. Queda, al leer estos textos, una convicción extraña sobre lo que separaba a Mark Fisher de otros teóricos o críticos: para él las palabras y el pensamiento resultaban fundamentales en la tarea de cambiar al mundo.

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