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Artes visuales

De vocación educativa

En su muestra en el Museo Anahuacalli, Marco Rountree recoge con astucia las características de la Ciudad de las Artes, el proyecto de Diego Rivera para sacar a los jóvenes de las escuelas y vincularnos con el arte popular

Carlos Rodríguez | miércoles, 13 de febrero de 2019

Imagen - Vistas de la muestra en el Museo Anacahualli

Con la muestra Escuela de Ciencias y Artesanías del volcán Xitle, Marco Rountree recoge varias de las características de la Ciudad de las Artes, proyecto inconcluso de Diego Rivera. “La historia de este proyecto es muy interesante», dice el artista mexicano, “en un primer momento Diego se hizo de un terreno en el Pedregal con la intención de cultivar, luego cambió de idea para construir una ciudad con recintos expositivos, una plaza para la presentación de espectáculos de danza, teatro y celebraciones indígenas y talleres de artesanos”. La intención de Rivera era sacar a los jóvenes de las escuelas para vincularnos con el arte popular, es decir, crear una comunidad artística. Al morir el muralista, fueron Ruth Rivera, su hija, y Juan O’Gorman quienes terminaron una parte del esquema, que hoy es el Museo Anahuacalli.

“Se trata de la misma época en que se estaba construyendo Ciudad Universitaria. La idea de Rivera era integrar el paisaje pedregoso en la construcción de un centro dedicado a la educación artística”, comenta Daniel Garza Usabiaga, que junto a Alma Saladin funge como curador de la exposición. Los gestos de Rountree, que retoman la vocación del lugar, un templo dedicado a la enseñanza, están esparcidos dentro del museo, cuya espléndida forma piramidal resguarda la colección prehispánica de Rivera y Frida Kahlo. Se puede ver, por ejemplo, una gran instalación compuesta de piezas de madera que asemejan la forma de las escuadras que se usan en las clases de dibujo; también un par de libros de la biblioteca Time Life, insignia de la educación primaria y secundaria antes de la era digital, cuyas páginas están forradas con espejos, “un material precioso, el mejor truco de magia que existe”, dice Marco.

Al recorrer los niveles de la pirámide es posible advertir las piezas de Rountree. A veces se trata de recortes insertos en las vitrinas o de paneles de papel estraza con formas coloridas y triangulares dispuestos en puertas y muros que generan dudas en el espectador. “Me interesa que la gente diga yo pude haber hecho esto porque justo se trata de eso, de que la intervención sea accesible”, dice el artista. La propuesta de Rountree –que también incluye macetas, ranas de cerámica (que aprovechan la apropiación popular del anfibio y la figura del sapo asociada al muralista) y hojas de palma que, comenta el creador, aluden al deseo de Rivera de que el techo de la pirámide estuviera revestido de hojas de palmera– puede ser leída como un juego azaroso en el que el visitante puede o no descubrir su trabajo. Esto se logra con la acertada decisión de evitar las cédulas informativas de las piezas, que establecen una relación juguetona y promiscua con la colección prehispánica y la arquitectura del lugar.

  

Además de la serpiente que se devora a sí misma hecha con pedacería de vidrio montada en la azotea de un edificio contiguo (que responde a los techos de los salones del museo donde se puede ver la representación de este animal mitológico), también hay un diorama hecho con tortillas que remite a los recursos museográficos de los años sesenta, época en la que abrió sus puertas el Anahuacalli. «Es un guiño al trabajo de Alfonso Soto Soria, museógrafo que fue influenciado por el modernismo», explica Garza Usabiaga. 

De igual forma se echa mano del método de dibujo del artista mexicano Adolfo Best Maugard, cercano a Diego y Frida. “A través de su estudio de las culturas antiguas, Maugard llegó a la conclusión de que existen siete símbolos con los que se pueden hacer construcciones visuales: círculo, medio círculo, línea, espiral, triángulo, una ese y otra ese que se repite”, explica Rountree. En la muestra, que se podrá ver hasta el 12 de mayo, las figuras que representan a Rivera y Kahlo, que se encuentran en la planta baja del museo, han sido intervenidas: a partir de dichos elementos gráficos parece que los amantes dialogan o incluso gritan. Al visitante le toca imaginar lo que están diciendo.

   

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