La Tempestad

La naturaleza de una columna semanal como esta, que pretende estar atenta a los libros interesantes que pueden aparecer en las mesas de novedades, está en franca desventaja con otro universo editorial y bibliófilo que circula a través de otros circuitos, más en sintonía con la lectura como un evento social. Los libros nuevos no siempre son, como podrá esperarse, auténticas novedades y muchas veces sólo lo son como puede serlo un producto; esa es la razón, por supuesto, de que se realice crítica en el momento contemporáneo. Pero también existe una tarea paralela, el estudio de fuentes o autores que siguen interpelándonos a través del tiempo y los siglos. Aquí, en el espacio de la columna semanal, se les puede reconocer en distintas intensidades pero siempre a través de coyunturas: ya sea porque se han reeditado, porque se celebra alguna fecha redonda (aniversarios de todo tipo) o, tristemente, a través de la nota luctuosa o necrológica.

A diferencia del columnista semanal, el bibliófilo tiene a su disposición un universo más amplio que el buzón de correo o la mesa de novedades, incluyendo bibliotecas, archivos de todo tipo, ferias del libro o librerías de viejo. La lectura como un acto social ha sido el sujeto de colecciones interesantes también, como Espacios para la lectura del Fondo de Cultura Económica, que ya cuenta con un poco más de treinta títulos en su catálogo.

Me temo que debo remontarme un par de años para poder dar “noticia” de un libro que aspira a funcionar como una crónica de uno de esos espacios, donde el libro continúa su vida más allá de la mesa de novedades. Se trata de Libreros: crónica de la compraventa de libros en la Ciudad de México (publicado a finales de 2016). En su mayor parte el libro, conformado principalmente por notas de Mercurio López Casillas, es una especie de historia y guía a través de las librerías de ocasión que pertenecen o han pertenecido a la familia López Casillas. El título, como parecería lógico, fue publicado a través de Ediciones Acapulco, dirigida por Selva Hernández, a su vez una de las descendientes de Ubaldo López, quien iniciaría el negocio familiar. Es interesante revisar la historia escrita por López Casillas que se desparrama a través de distintas colonias y años de la Ciudad de México (de la Guerrero, el Centro, Morelos y la Doctores, a la Roma, Hipódromo Condesa y la Narvarte, pasando a la Tabacalera, Buenavista y más tarde hacia Chimalistac, Coyoacán, Oxtopulco, Churubusco y Santo Domingo…), pero más atractivo aún es el balance que se logra entre el tono historiográfico (que descansa con textos de Vicente Quirarte, Bernardo Esquinca, Luigi Amara, Cristina Pacheco y Fernando Fernández) y un solvente trabajo de diseño gráfico.

Libreros es, ante todo, un objeto atractivo. Además de útil e informativo (a las notas le acompañan mapas en los que se señalan los lugares donde hubo o siguen habiendo librerías de ocasión), el libro cuenta con imágenes a color pero también en blanco y negro provenientes de archivos personales, así como del lente de Alex Dorfsman e Ilán Rabchinskey. Siguiendo el extraño lema de algunos cazadores de libros, “nunca juzgues a un libro por su interior”, este libro podría volverse objeto del deseo sólo por su apariencia y diseño editorial. Otra razón, sin embargo, por la que merece nuestra atención es que sólo se trata de una historia que atiende apenas a la mitad de negocios de libros de viejo que existen en la ciudad. Como apunta Mercurio López Casillas: “Actualmente existen en la Ciudad de México aproximadamente sesenta librerías de viejo y por lo menos seis espacios, en calles y plazas, para el comercio del libro usado; para este recopilación sólo me ocupo del cincuenta por ciento de ellas, que están concentradas bajo una misma cabeza de familia”. Queda pendiente un segundo volumen, al menos, para dar cuenta de “la otra mitad que implica otros números, calles, colonias y delegaciones”.