16 de agosto de 2017

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Literatura

Ferlinghetti: el poeta que no comprendió nada

Lawrence Ferlinghetti, una de las grandes figuras de la Generación Beat, falleció el pasado febrero; Valerio Magrelli lo evoca aquí

Valerio Magrelli | viernes, 16 de julio de 2021

Lawrence Ferlinghetti, retratado en 1960. © AP

Tenía unos 16 años, a principios de la década de los setenta, cuando Fernanda Pivano vino a conversar a mi escuela. Ese fue mi primer encuentro con los poetas de la Generación Beat, en el cual escuché por primera ocasión el nombre de Lawrence Ferlinghetti. Recuerdo la reacción de impaciencia de mis amigos y yo, la postura de altanería, de orgullo herido, de enfado.

En esa época nuestros modelos eran otros, y no podíamos tolerar la inexperiencia de los recién llegados. Lo admito: partí de una profunda desconfianza hacia las nuevas voces de la poesía estadounidense, desconfianza que sólo con el tiempo se fue transformando en simpatía.

Generación Beat

Y, sin embargo, cuatro años más tarde, deambulando por San Francisco, no pude evitar hacer la peregrinación a la legendaria librería que Ferlinghetti abrió en 1953, llamándola City Lights Bookstore en homenaje a Luces de la ciudad de Chaplin. Poco después nació la homónima casa editorial, especializada en poesía, cuya publicación más famosa fue la colección de versos Aullido y otros poemas de Allen Ginsberg.

Publicado en 1956, el libro fue rápidamente confiscado y censurado, mientras que Ferlinghetti fue llevado a la cárcel, condenado por obscenidad (para darnos una idea acerca de las costumbres y la cultura estadounidense de ese período). Confieso que, merodeando entre las habitaciones de ese santuario, seguí sintiendo una profunda vacilación, pero, al mismo tiempo, comencé a entender el entusiasmo que había llevado a tantos autores a la aventura de esta joven poesía.

Una aventura que, vista ahora con mayor claridad, persiguió al menos dos corrientes: la de la Generación Beat, que se incorporó al llamado Renacimiento de San Francisco (y no, no tiene nada que ver con el actual y admirable Renacimiento Árabe). El fundador de este movimiento fue Kenneth Rexroth, vinculado a Ezra Pound y a William Carlos Williams. Fue precisamente él, influido desde esa época por el jazz y por algunas prácticas tradicionales japonesas como el haiku, quien convenció a Ferlinghetti de mudarse de Francia a San Francisco.

Un melómano

Pero no nos adelantemos. Quiero añadir, desde luego, que encontré a algunos representantes de los dos movimientos en el Festival de Castelporziano que se realizó en junio de 1979, en la misma playa donde, cuatro años atrás, habían asesinado a Pasolini. Recuerdo muy bien a Allen Ginsberg, un auténtico encantador de serpientes.

Esa tarde ocurrió que el público invadió el escenario, mientras el palco colapsaba. Pues bien, en medio del caos desatado por la multitud, el poeta norteamericano salió entonando, con una especie de armónica, una nenia oriental que, por milagro, calmó todos los ánimos, salvando la situación.

También sobre el misticismo zen volveremos en breve. Una última referencia se la debo de todos modos a Gregory Corso.

Es inútil detenerme en sus borracheras, tan frecuentes como sus peticiones de dinero. En cambio, tuve el placer de realizar con él un hermoso viaje a Sicilia, descubriendo a un hombre que supo ser alegre y también una escritura lejos de toda ingenuidad. Basta mencionar mi asombro al ver que conocía, y de manera muy profunda, la obra lírica –y no sólo italiana–, revelándose como un admirador de El cazador furtivo de Carl Maria von Weber: Magia, Bohemia, siglo XVII, Las balas mágicas; entre drogas y alcohol, ¡esperaba todo menos encontrarme delante de un melómano! La anécdota es significativa, porque me ocurrió algo semejante cuando me ocupé más detenidamente de Lawrence Ferlinghetti, a quien ha llegado el momento de dedicarnos.

Vida de Lawrence Ferlinghetti

¡Qué vida tan increíble! Nacido en 1919 en Yonkers, en el estado de Nueva York, fue hijo de un italiano que emigró a los Estados Unidos y murió seis meses antes de su nacimiento, y de una madre judía sefardí, de origen francés y portugués, que después del parto fue hospitalizada en un manicomio. Confiado a su tía, el futuro poeta vivió sus primeros cinco años en Estrasburgo y, por lo tanto, conoció como primera lengua el francés, que enseñó más tarde para ganar lo necesario para sobrevivir.

Cuando la tía fue contratada como ama de llaves en Nueva York, sus empleadores adoptaron al niño y le permitieron estudiar. Sin embargo, la guerra era apremiante y Ferlinghetti se alistó en la marina. Según Pivano, el desembarco en Normandía representó uno de los tres hechos destacados de su existencia (la investigadora identifica a los otros dos en su estadía en Greenwich Village, Nueva York, y en la traducción de Jacques Prévert, de tal manera que hay quien vio en él al “Prévert de los Estados Unidos”).

Después de la guerra, obtuvo un diplomado en la Universidad de Columbia y un doctorado en la Sorbona de París, donde, como se ha dicho, encontró a ese Rexroth que lo convenció de dejar Europa para mudarse a San Francisco. ¿Se comprende el bagaje de estas experiencias y lecturas? Definitivamente nos equivocamos en la escuela al tomar al Beat como un naíf, como una de las muchas falsedades que pueblan los terrenos de la literatura…

Casado en 1951, fundó City Lights Books y publicó también, entre otros, a Jack Kerouac, quien, hacia 1960, se había instalado en su hermoso retiro de Big Sur, en la espléndida costa norte de San Francisco. Desde unos años atrás la ciudad estaba viviendo una época de gran florecimiento (un ejemplo de ello es el Renacimiento de San Francisco del que hemos hablado). Lo que la favoreció, entre otras cosas, fue el importante fenómeno de las lecturas públicas, como la organizada por Rexroth en octubre de 1955, o el Poetry Reading del 8 de junio de 1868, el día en que fue enterrado Robert Kennedy.

La Generación Beat estaba en el corazón de la contracultura de los años sesenta, anarcopacifista y libertaria, impregnada de la doctrina budista, y que culminó con la época hippie. Pero incluso más tarde la fama de los escritores beat tampoco se apagó. No por nada –como se ha observado– Ginsberg, Kerouac y Corso, junto con Gary Snyder y Michael McClure, llegaron a influir en el mundo musical del rock. En cuanto a Ferlinghetti, San Francisco celebró oficialmente el día de su centenario, proclamando el 24 de marzo como el “Lawrence Ferlinghetti Day”. Hay que añadir que, en los últimos tiempos, el poeta-librero-editor (sin olvidar su trabajo pictórico) vino a menudo a Italia, empeñado en aprender nuestra lengua, haciéndose ser llamar “Lorenzo”, nombre que quiso dar a su último hijo. Esto lo podemos apreciar claramente en los poemas de Scene italiane (Sotterranei, 1995), enteramente dedicados a nuestro país. Por lo demás, son bastantes sus libros traducidos por nosotros, y en numerosas editoriales.

La obra

Pero ha llegado el momento de hablar de su obra. Al margen de las pinturas y de la novela Ella, que apareció en 1960 inspirada en Nadja de André Breton (¡cuántos franceses en los versos de este estudiante de la Sorbona!), el verdadero legado de Lawrence Ferlinghetti ocurrió a través de una poesía que se reveló política, teatral, épica. Si bien es inevitable la referencia al gran poeta norteamericano Walt Whitman, no fueron menos decisivas las influencias de muchas poesías europeas.

En consecuencia hay que señalar la amplitud de la exploración expresiva, capaz de ir desde la denuncia civil hasta sonoridades espiritualistas –orientales, obviamente–, pero también abiertas a la incorporación de cierto cristianismo primitivo, como explicó bien Roberto Sanesi. Personalmente aprecio mucho la sencillez de las últimas colecciones, cuando la cadencia de los versos se extiende airosa, apacible, íntima, sin que las referencias literarias nublen o sobrecarguen la mirada.

Por eso quisiera concluir con un poema de Caminos de retorno a lugares lejanos, que, al mismo tiempo, es un tributo a la celebración de un centenario más del padre Dante: “Y en el medio del transcurso / de mi vida / me encontré conmigo mismo // en un bosque oscuro / y reí + lloré + viví + morí // y no entendí / Nada”.

Traducción del italiano de Roberto Bernal

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