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Artes visuales

El azul de Klein en el El Eco

En esta charla Paola Santoscoy, curadora de ‘El día es azul, el silencio es verde, la vida es amarilla…’, habla del vínculo entre Yves Klein y Mathias Goeritz.

Carlos Rodríguez | viernes, 1 de diciembre de 2017

La colaboración que nunca concretaron Yves Klein y Mathias Goeritz es el punto de arranque de El día es azul, el silencio es verde, la vida es amarilla…, la nueva exposición del Museo Experimental El Eco, que abre mañana. Ambos artistas mantuvieron una conversación epistolar que se rescata en la muestra para tratar la monocromía como una estrategia estética con diversas vertientes. “Es una exposición que deja muchos cabos sueltos para quienes el problema del color sigue siendo relevante”, dice Paola Santoscoy en esta entrevista. La exposición, que estará vigente hasta el 18 de febrero, consta de obras de Melanie Smith, Gonzalo Lebrija, Emmanuel Tovar, Andrea Martínez, Yolanda Paulsen y Claudia Fernández.

 

¿Cuáles son los elementos que vinculan a Mathias Goeritz con Yves Klein?

Se conocieron a finales de 1959 o principios de 1960 en Europa, es probable que haya sido en París. Mathias Goeritz, en la primera carta que le escribe a Yves Klein, le dice que le hubiera gustado volver a verlo pero que tuvo que viajar a otro lugar, lo que frustró su encuentro. El establecimiento de esta conversación fue motivado porque ambos artistas, desde lugares muy distintos, llegaron a conclusiones formales y estéticas casi idénticas, muy similares. La serie de los Mensajes de Goeritz, que consiste en lienzos con hoja de oro, conocidos como los dorados de Goeritz, son de finales de los cincuenta y las series de Monodorado de Klein, algunas de esas piezas se pueden ver ahora en el MUAC, son contemporáneas. En el desarrollo de una estética personal llegaron a soluciones similares.

Torre en el patio del Museo Experimental el Eco pintada con IKB (International Klein Blue) (2017) © Sucesión Yves Klein. Archivos Yves Klein, Paris.

¿Qué fue lo que motivó el intercambio epistolar entre ambos creadores?

El motivo de este carteo fue una invitación. Goeritz lo invitó a colaborar en la revista Arquitectura México, donde él fungía como editor de la sección de arte. Klein se tomó mucho tiempo en responderle y cuando lo hizo ya era demasiado tarde para que entrara en la edición que lo contemplaba. En las cartas Goeritz le habla del contexto europeo artístico, de su interés por colaborar con Arman, Pascal y otros de los nuevos realistas, creadores que, aunque no compartía ciertas ideas con ellos, le parecían relevantes. Klein se murió en 1962 y, por lo tanto, no se concretó la colaboración. Goeritz escribe el texto “Una defensa”, que se publicó en esa revista, donde habla de la obra de Klein, de la importancia de un artista que se centra en el monocromo, algo que él mismo había hecho de otra manera y apunta “la diferencia entre Klein y yo es que él siempre pensó que su obra era arte y yo no, para mí el arte es un servicio”. Klein siempre tomó la postura del artista, él siempre es la figura central de su obra, aunque esta se haya desbordado hacia otros soportes y técnicas.

La idea de esta muestra es traer esa conversación al presente, en este contexto. Hablar del problema cromático en el arte, teniendo apuntes de conversación histórica.

«El establecimiento de esta conversación fue motivado porque ambos artistas, desde lugares muy distintos, llegaron a conclusiones formales y estéticas casi idénticas»

¿Cuáles son las derivas de la monocromía en el arte contemporánea que forman parte de la exposición?

Hay tres grandes piezas de Gonzalo Lebrija, se trata de sus piezas doradas desdobladas. Son bastidores de madera que tienen cierto relieve con hoja de oro. Sin que estas piezas sean un homenaje a Goeritz, Lebrija es un creador que lo considera a éste como parte de su universo de referencias. Me interesaba que el dorado estuviera aquí, no a través de las obras de Monogold, porque esas piezas están en el MUAC. La torre amarilla de Goeritz, en el patio de El Eco, ha adoptado el azul de Klein. Ese es el gesto curatorial que acompaña esta conversación. Emmanuel Tovar, por otro lado, ha creado unos cuadros con pintura desprendida de El pájaro de fuego, la escultura de color amarillo de Goeritz que está en Guadalajara. Se trata de un gesto de vandalismo para crear esta reliquia del arte. El color amarillo de la torre regresa, de alguna forma, mediante esas piezas. También hay fotografías de Andrea Martínez que juegan con las diferentes tonalidades del cielo. Hay una anécdota que conecta a Klein con esas imágenes de Martínez. Se dice que su interés por el color azul, que devino en su desarrollo del IKB, tiene que ver con un hecho ocurrido en 1947, cuando era bastante joven, en Niza. Klein está con Armand, Pascal, etc., y se proponen elegir cuál va a ser su territorio de acción. Klein elige el cielo. El pensaba que el mundo podría ser parte de su obra, es una forma bastante radical de romper los límites. Esos cielos aluden a eso y se combinan con los dorados. Luego hay una pieza de sonido en el bar. Se trata de la voz de Melanie Smith leyendo un texto breve que escribió sobre el color azul. Es interesante porque alude a algo visual, el color, pero que no se ve. La muestra, también, se nutre de unas esculturas de grandes dimensiones, que estarán en el patio, de Yolanda Paulsen. Éstas representan ubres de vaca y de chivo que después recorta y baña de color dorado. Finalmente, arriba, en la sala Mont, se verá una pieza de Claudia Fernández, de 1998, que se compone de casi 300 piezas en una suerte de cosmogonía dispuesta en el piso. Esta obra dialoga con otra de Rotraut Moquay, la viuda de Klein, que se reproduce en el póster de la exposición. Era importante que ella fuera parte de la exposición.

Una de las obras de Gonzalo Lebrija que forma parte de la muestra © Museo El Eco

Algunas soluciones estéticas han afectado la percepción de la gente. Por ejemplo, los colores de Mondrian, el azul de Klein y el negro de Anish Kapoor. ¿Qué lugar tiene el color y la monocromía en la historia del arte?

Es un momento radical en el que la monocromía surge como una declaración artística: se elimina lo figurativo y se pasa a lo conceptual. Están las pinturas de Mondrian y Malévich que rompen con lo anterior, que exploran el color. El monocromo sigue siendo un enunciado muy potente en las siguientes décadas. El azul forma parte del universo de Klein, pero también trabajó monocromos amarillos, rosas, naranjas, blancos. Hay otros artistas tanto en Estados Unidos como en Europa que en paralelo están trabajando estas ideas, algunas más contaminadas de otras cosas. Por ejemplo alguien como Reinardt, que pinta lienzos de pronto casi negros, pero que tienen algunos planos de color. Es una tradición que hoy sigue teniendo cierta presencia, no tan ligada a una respuesta a las obras de estos artistas pero que sí acompañan otro tipo de declaraciones más complejas o conceptuales en el arte.

Una de las obras de Andrea Martínez que forma parte de la muestra. © Museo El Eco

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