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Artes visuales

Entre oriente y occidente

Carlos Rodríguez | lunes, 21 de agosto de 2017

Actualmente el Museo Universitario del Chopo alberga la muestra 3 casas extraordinarias, del creador japonés Kiyoto Ota. La exposición presenta obras que el artista ha creado en los últimos diez años. El conjunto escultórico Úteruz, que remite a la memoria lejana del resguardo en el seno de la madre, es un primer acercamiento a las soluciones escultóricas de Ota. Por otra lado, la serie Contraúteruz, que se exhibe por vez primera, es un juego que contradice el concepto anterior: las tres casas que aglutina esta idea quieren que el espectador experimente incomodidad y nulo confort.

 

Itzel Vargas, curadora de la exposición, ahonda en las características de la obra del artista japonés, afincado en México desde 1972.  

 

Las obras de Kiyoto Ota traducen sus soluciones formales en estados de ánimo, melodías y ritmos. También generan una disyuntiva entre el interior y el exterior. ¿Cuáles son los orígenes de su obra?

 

El lenguaje de Kiyoto Ota siempre ha sido contemporáneo, aunque tiene una carrera de 40 años como escultor. Su trabajo con piedra, metal, madera y papel se caracteriza por la perfección técnica. Con su práctica apela a que las emociones se sientan de manera corpórea. En su trabajo incorpora elementos de la naturaleza sin un afán ecologista, hay un binomio entre lo oriental y lo occidental. Desde los noventa ha hecho piezas con agua y sistemas de congelación, por ejemplo. Su obra tiene un principio: fusionarse con la armonía del universo.

 

El programa curatorial del Museo Universitario del Chopo ha destacado por darle impulso a los creadores emergentes, aunque en épocas recientes ha retomado figuras de primer orden como Carlos Arias y ahora Kiyoto Ota. ¿A qué responde este balance?

 

La voluntad de Ota por evolucionar ha logrado que su obra se vuelva atemporal. Es importante resaltar uno de los motivos por el que se programó esta muestra: Ota no sólo es un escultor, es un gran artista con una larga trayectoria. Las generaciones jóvenes deben conocer su trabajo. Hay obras de artistas noveles que son anacrónicas: podrían haber sido generadas en los ochenta y ser buenas piezas en esa época. A veces pensamos que lo se está haciendo ahora acaba de nacer y no es así. Las nuevas generaciones tienen la necesidad de incursionar en muchas disciplinas, quizá por una exigencia del mercado, y de ahí emulan la diversidad de medios.

 

Una de las soluciones artísticas de Ota ha sido crear piezas en las que la escultura se pueda habitar. En el contexto de su trayectoria ¿de qué manera se puede entender el concepto de ‘Contraúteruz’ que guía 3 casas extraordinarias?

 

Hace 10 años Ota comenzó a trabajar con el concepto de Úteruz, debido a un interés de la relación entre el espacio y el lugar. Al espacio lo concibe como lo abierto, lo amenazante; al lugar como un sitio que brinda seguridad y resguardo. Esta idea apela a la memoria primigenia del útero, por eso en las piezas creadas bajo este término deja pasar la luz y el viento. La idea es hacer esculturas donde quepan una o dos personas, donde se sienta confort. Por el contrario, en Contraúteruz a las casas les quita las características de resguardo de manera que se vuelven espacios en vez de lugares. Aunque el lugar suele ser la casa, lo íntimo, el sitio que te acoge, Ota despoja de estas características a las casas que se exhiben. En Casa de lluvia (2017) cae agua como si el espacio estuviera a la intemperie. Es lo opuesto: se entra a un espacio techado mientras llueve para no mojarse. La Casa vacía (2014) es una emulación de la vivienda de sus padres que refiere al abandono: al entrar cuesta trabajo respirar porque dentro hay ventiladores, se siente una corriente muy incómoda, es un sitio difícil de habitar. Casa de Alicia (2017), una casa con una forma típicamente occidental, tiene dos escaleras que conducen a ningún lado y, además, conforme se sube el espacio se hace más estrecho.

 

¿Cómo sería el diálogo entre los espacios del Chopo y las esculturas de Ota?

 

Puede ser un juego entre el edificio que alberga el museo, que fue creado en Düsseldorf y sirvió de sede para la Exposición de Arte e Industria Textil de 1902 en la ciudad alemana, que luego fue traído a México. A partir de eso podemos hablar de lo que las casas implican: volverse espacios dentro de un edificio histórico, de su capacidad de mutar, de la forma en que están hechas para durar. Las casas de Ota no fueron hechas para exhibirse en el Museo del Chopo, pero sí dialogan bien con la idea de algo temporal, como el pabellón que acabó convirtiéndose en museo, y de la capacidad de transformación.

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