16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

21/05/2025

Artes visuales

Gabriel Orozco y una pregunta

La retrospectiva ‘Politécnico Nacional’, en el Museo Jumex, invita a pensar, una vez más, qué caracteriza la práctica del artista mexicano

Nicolás Cabral | miércoles, 21 de mayo de 2025

Vista de la exposición ‘Gabriel Orozco: Politécnico Nacional’, Museo Jumex, Ciudad de México, 2025. Fotografía: Gerardo Landa & Eduardo López (GLR Estudio)

En un campo tan desgastado como el de la escritura sobre arte contemporáneo, dividido entre malquerientes de distinto signo y reproductores acríticos de los discursos museísticos y curatoriales (con conceptos traídos de la antropología, la filosofía o algún otro campo del pensamiento), resulta verdaderamente refrescante leer los apuntes que César Aira ha ido regando en su obra lo mismo narrativa que ensayística. El escritor argentino es un agudo observador, que ha llevado a su literatura reflexiones procedentes de otras artes. Encuentro en algunas de sus ideas formas provechosas de abordar la obra de Gabriel Orozco, cuya retrospectiva más reciente, Politécnico Nacional, se exhibe hasta el 3 de agosto en el Museo Jumex de la Ciudad de México.

Escribir sobre Orozco desde México –yo lo he hecho en un par de ocasiones (1 y 2)– es transitar un campo minado. Aquí conviene hacer una rápida taxonomía de los malquerientes mencionados al inicio. Por un lado, los avelinos han elegido no pensar: el arte contemporáneo es un timo y todo lo que se asocie a él es una mentira sostenida por intereses oscuros. Por otro, el perfil público del artista (acentuado por su designación como coordinador del proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura) ha llevado a algunos a acusarlo de alianzas con el poder. Y sin embargo Gabriel Orozco tiene una obra, abundante y proteica, sobre la que ya rara vez se dice algo nuevo –también es cierto que su trabajo ofrece cada vez menos novedad–, y que sin embargo nace de una pregunta puntual a la que responde de múltiples maneras. Es posible identificar en los tres centenares de piezas que conforman Politécnico Nacional un cambio en la pregunta habitual: no ya ¿es esto arte? sino ¿cuándo es algo arte? Es decir, y el propio artista lo mencionó al inaugurar la muestra a los medios, que los objetos distribuidos en las tres galerías del Museo Jumex podrían ser arte o no, según la perspectiva. Esta noción permite acercarse a algunos de sus trabajos más polémicos, de la Caja de zapatos vacía (1993) al Oroxxo (2017), pasando por las Tapas de yogurt (1994). Se trata de dispositivos de pensamiento: ¿por qué esto, aquí –la Bienal de Venecia, la galería Kurimanzutto o la galería Marian Goodman–, ahora, es arte?

Gabriel Orozco

Vista de la exposición Gabriel Orozco: Politécnico Nacional, Museo Jumex, Ciudad de México, 2025. Fotografía: Gerardo Landa & Eduardo López (GLR Estudio)

Volvamos a Aira, entonces. En el ensayo “La utilidad del arte” (2001) escribe que éste “sigue siendo el mejor campo de práctica y experimentación de la vieja inteligencia, la que se imponía el objetivo de saber cómo funcionaban las cosas, y cómo funcionaba el mundo”. Cuando recorremos Politécnico Nacional, que desde el nombre avisa sobre la multiplicidad de maneras, notamos, gracias a su abigarramiento no siempre feliz, el impulso de “desarmar por entero el lenguaje con el que opera y volverlo a armar según otras premisas. Si no retrocede hasta el punto de partida”, añade Aira, “no es arte, aunque lo parezca”. En una trayectoria de casi cuatro décadas, Gabriel Orozco ha sorprendido por esa constante vuelta al punto de partida. La negativa a contar con un estudio puede entenderse como el fundamento de su proyecto: un sujeto siempre dispuesto, es decir, una persona en permanente pasibilidad, capaz de identificar lo mismo un instante poético que un material o una técnica con los que es posible empezar otra vez. Se trata de conservar en cada ejercicio la potencia, sin garantías sobre el resultado.

La curaduría de Briony Fer y el propio artista tiene momentos afortunados, especialmente en las galerías 2 y 3, pero en general impide que las obras individuales irradien, salvo entre espectadores con capacidad de concentración inusual, las condiciones que explican su efecto milagroso. Éste responde a un momento y un lugar irrepetibles, sobre todo en las piezas de los noventa, donde se impone una y otra vez la cuestión del cuándo es arte. Si conviven la banalidad y el instante poético es precisamente porque la obra es concebida como un continuo donde el artista experimenta la realidad como recolector, alguien al acecho del momento en el que algo, la reunión de esto y aquello, podría ser arte. De ahí el carácter paradigmático del trabajo de Orozco para el Enemigo del Arte Contemporáneo, como llama Aira a esta figura, que tiene en México su expresión local, los avelinos, cuyo nombre no procede de la danza tradicional peruana sino de una presunta crítica de arte.

Gabriel Orozco

Vista de la exposición Gabriel Orozco: Politécnico Nacional, Museo Jumex, Ciudad de México, 2025. Fotografía: Gerardo Landa & Eduardo López (GLR Estudio)

“Un engranaje importante, yo diría fundamental, del Arte Contemporáneo es el Enemigo militante del Arte Contemporáneo, el que argumenta y vocifera contra el fraude de estos vagos que se han hecho millonarios gracias al esnobismo de la masa”, escribe César Aira en “Sobre el arte contemporáneo” (2010). Y apunta, lúcidamente, que a partir del mingitorio de Duchamp “casi cualquier obra del Arte Contemporáneo, sacada de su contexto, de su historia, de la explicación que la envuelve, se presta a una descripción sardónica. Más que prestarse: se diría que fue hecha como objeto de esta descripción sardónica, y que ésta es algo así como el grado cero de su recepción”. En el sótano del Museo Jumex un video compila opiniones, muchas de ellas negativas, sobre Orozco aparecidas en los medios. A la clásica “esto lo podría haber hecho yo” el artista responde que sí, efectivamente, pero que fue él quien tuvo “los güevos” de hacerla. Si algo parece hecho por cualquiera, hay que agregar, es porque ahí se ha abierto un espacio para pensar, y las 300 piezas de Politécnico Nacional permiten pensar (y sentir) montones de cosas, desde la geometría secreta de los objetos hasta las ironías de un neomexicanismo tardío. Cada objeto habilita la pregunta ¿cuándo es arte?, porque esa percepción puede ir cambiando incluso respecto a una misma obra.

Politécnico Nacional tiene algo de grandes éxitos y algo de provocación continua. Gabriel Orozco es, qué duda cabe, una figura consagrada, con un repertorio que depara cada vez menos sorpresas. Y sin embargo…

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