16 de agosto de 2017

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09/05/2024

Artes visuales

Lo prohibido como espacio solidario

En el contexto de la destrucción de Palestina, este ensayo revisa una obra singular de Félix González-Torres: ‘“Forbidden Colors”’ (1988)

Jorge Sánchez Cruz | viernes, 8 de diciembre de 2023

Félix González-Torres, ‘“Forbidden Colors”’ (1988). Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation

¿De qué cosas podemos hablar? ¿Qué temas y preocupaciones son silenciados? Y ¿cómo acceder a estos espacios prohibidos –censurados, borrados, oprimidos– para generar una conversación solidaria? El artista estadounidense Félix González-Torres trabajó este tipo de conceptos a través de una lente minimalista y conceptual. Lo prohibido –lo errado– anima parte de su obra artística.

González-Torres nació en Cuba en 1957. En 1970 huyó a Madrid y, entre 1975 y 1979, estudió en la Universidad de Puerto Rico, para luego afincarse en Nueva York hasta los noventa. Falleció en 1996 en Miami, por complicaciones del VIH/sida. Lo que sigue es una descripción del rol del artista como agente cultural que reimagina momentos de crisis en Forbidden Colors” (1988), donde conjura lo silenciado como espacio de solidaridad reparativa.

Luz, color y reparación

González-Torres vivió una vida en movimiento como sujeto desplazado –en errancia, diría Édouard Glissant–, cuya experiencia diaspórica ve, siente y toca la precariedad y la colonialidad. Sus trabajos artísticos de los ochenta y los noventa reflejan, entre otras cosas, la inacción del gobierno ante la crisis del sida, la falta de acceso a medicinas –como los antirretrovirales–, la desigualdad de clase, raza y sexo, los efectos de la guerra, la migración, las políticas identitarias y el neoliberalismo. Las técnicas de Félix Gónzalez-Torres hacen posible aproximarse a su obra desde diferentes perspectivas y afectos de vulnerabilidad y no pertenencia.

Félix González-Torres vivió una vida en movimiento como sujeto desplazado –en errancia, diría Édouard Glissant–, cuya experiencia diaspórica ve, siente y toca la precariedad y la colonialidad.

En “Untitled” (Lovers – Paris) (1993) se presentan dos cordones, cada uno con 42 focos. En algunas exhibiciones las luminarias se instalan en el piso, mientras que en otras cuelgan del techo, dependiendo del espacio y el curador. La brillantez apuesta al futuro de dos amantes en París, pero en ocasiones los focos se dejan apagados, como si alentaran un horizonte luminoso. Aunque la obra surgió luego de la muerte de la pareja del artista, en 1991, por complicaciones del VIH/sida, las 42 luces encendidas son señales de esperanza en distintas causas y luchas.

Félix González-Torres

Vista de la exposición The Workspace: Felix Gonzalez-Torres, The New Museum of Contemporary Art, Nueva York, 1988. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation

Hacia 1991 González-Torres había producido 77 obras; de 1992 a 1993 otras 67, entre las que destaca  Untitled” (Portrait of Ross in L.A.)  (1991), donde no se retrata a una persona, Ross, la pareja, sino que se monta un “suministro infinito” de diferentes colores con un “peso ideal” de 175 libras (79 kilos). Se exhibe de diferentes modos, ya sea como una pila, encuadrada en el piso, a veces en una esquina y en otras ocasiones en el centro del espacio. La masa de dulces “infinita” y de “peso ideal” convoca, al igual que “Untitled” (Lovers – Paris), un salto a la posteridad. La posibilidad de pensar el futuro desde las múltiples formas de estar en el mundo.

Lo que resalta del trabajo del artista es que, en vez de representar destrucción o caos, acentúa el color y la luz, rastros de posibilidad y de luminosidad en el presente. Quizás una de sus más famosas instalaciones sigue siendo el espectacular de 1991, la fotografía de una cama vacía con almohadas y sábanas blancas. Colocada en zonas donde no puede pasar desapercibida, la imagen captura texturas de blancos y grises donde el reflejo de la luz resalta la ausencia. Como en las obras antes mencionadas, propone una relación con lo que ya no está.

El trabajo de Félix González-Torres transmite afectos y sensaciones de dolor y pérdida, pero también de posibilidad y esperanza. Dado que su trabajo es conceptual, se abre a distintas vías de relación e interpretación.

En este aspecto, el trabajo de Félix González-Torres transmite afectos y sensaciones de dolor y pérdida, pero también de posibilidad y esperanza. Dado que su trabajo es conceptual, se abre a distintas vías de relación e interpretación. Si bien la obra del artista se enmarca en los activismos y militancias de los ochenta y los noventa, surgidos de una experiencia compartida de precariedad y vulnerabilidad, parte de su propuesta plantea la creación de comunidades alternativas de cuidado y reparación. En estas coaliciones de vidas racializadas, seropositivas, desclasadas y sexodisidentes se hablaba de temas “prohibidos” como el racismo sistémico, el sida, la violencia policial, el encarcelamiento injusto y el despojo de las vidas minoritarias. Lo “prohibido” no aparece en las narrativas dominantes ni las visualidades mayoritarias; González-Torres presenta aquello de lo que no se puede hablar.

Colores prohibidos

En The Workspace: Felix Gonzalez-Torres, curada por Laura Trippi y exhibida entre septiembre y noviembre de 1988 en The New Museum of Contemporary Art de Nueva York, Félix González-Torres incluyó la pieza “Forbidden Colors”. La obra de 50 x 172 cm está compuesta por cuatro paneles. El primero es de color verde, le siguen uno rojo, uno negro y por último el blanco. Se trata de los tonos de la bandera de Palestina. En el muro contiguo se hallaban fotostatos negros con letras en blanco que mencionan el Centro de Control de Enfermedades (CDC, en inglés), seguido de frases como “Go-Go Boots” o “Barbie Doll”, entre otras. Se yuxtapone el fracaso del CDC con objetos de alegría y felicidad, justo en medio de la catástrofe del sida, que se llevó a miles de personas.

Félix González-Torres

Vista de la exposición Felix Gonzalez-Torres: This Place, Metropolitan Arts Centre, Belfast, 2015. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation

En la exhibición de 2015 en el Metropolitan Arts Centre de Belfast, Felix Gonzalez-Torres: This Place, la habitación vecina guía al espectador a una instalación de focos encendidos colgados que nos remite a la estrategia de “Untitled” (Lovers – Paris). Las luces acompañan a los colores palestinos como una zona de posibilidades. “Forbidden Colors” se produjo en el momento en que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) proclamó a Jerusalén como su capital. González-Torres invoca la solidaridad y la afinidad con una luz de esperanza.

En el texto que acompañó su exposición en el New Museum, el artista declaró: “Al reactivar la historia podemos ayudar a definir nuestra posición en este paisaje de 1988”. En una encrucijada de despojo, exilio, colonización y moralización alrededor del VIH, con experiencias en Cuba, España, Puerto Rico y Estados Unidos, González-Torres escribió:

Es un hecho que las personas expuestas al virus del sida son discriminadas. Es un hecho que la mayoría de los industrialistas nazis no perdieron sus riquezas después de la guerra. Es un hecho que la noche pertenece a Michelob y que la Coca-Cola es la chispa de la vida. Es un hecho que los precios de Crazy Eddie están locos. Es un hecho que cuatro colores –rojo, blanco, negro, y verde– yuxtapuestos de cualquier manera constituyen un crimen para el ejército israelí en los territorios palestinos; que esta combinación de colores puede provocar una golpiza, un tiro, un estado de sitio o una fotografía de prensa. También es un hecho que presentar estos cuatro colores prohibidos, aquí en un museo en Soho, es un acto solitario de conciencia, que no va a precipitar una reacción equivalente.

Félix González-Torres

Félix González-Torres, “Forbidden Colors” (1988). Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation

Ante la marea de falsas representaciones del conflicto palestino y el número de vidas perdidas, la obra de González-Torres asalta el presente para volver a pensar alianzas de reparación y afinidades colectivas ancladas en lo “prohibido” y lo negado.

Los colores se presentan como una provocación para el espectador. En el texto GonzálezTorres enfatiza que quizá “Forbidden Colors” es abstracto, incluso minimalista, pero dado que proviene de una experiencia vivida de despojo y exclusión, de errancia y precariedad, se trata de un “acto solitario de conciencia” para pensar la relación con lo errado y lo prohibido. En este sentido los colores, cargados de afectos de pérdida y ausencia, geometrizan posibles puntos de convergencia.

Solidaridad y reparación

“Forbidden Colors” apareció años antes de los Acuerdos de Oslo y del proceso de paz árabe-israelí de 1993. Ante la marea de falsas representaciones del conflicto palestino y el número de vidas perdidas, la obra de Félix GonzálezTorres asalta el presente para volver a pensar alianzas de reparación y afinidades colectivas ancladas en lo “prohibido” y lo negado. “Inicialmente estas cuatro telas, o cuatro colores, establecen una comunicación con todo espectador, informado o no”, escribe el artista.

¿Establecen los colores coordenadas posibles para una relación no violenta con la diferencia de los otros? Los cuatros paneles plantean la posibilidad de entrar, en términos de Édouard Glissant, en una relación de equivalencia. Una relación de solidaridad con experiencias compartidas de exilio, búsqueda y diferencia que no reproduzca totalidades o absolutos, como tampoco la violencia. Ante la crisis del presente, “Forbidden Colors” invita a realizar conexiones, “combinaciones de colores” en las que, ante la catástrofe que acecha, se produzcan formas de solidaridad y reparación.

Agradecemos a The Felix Gonzalez-Torres Foundation sus sugerencias al texto y la autorización para reproducir las imágenes

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