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Literatura

La subversión de ser uno mismo

Conversamos con Luis Felipe Fabre acerca de su ensayo ‘Escribir con caca’ (Sexto Piso), una lectura radical de la figura de Salvador Novo

Carlos Rodríguez | viernes, 18 de agosto de 2017

Luis Felipe Fabre

Salvador Novo fue punk antes del movimiento punk: una figura fascinada por el poder, de comportamiento polémico –como dio cuenta Retrato de Salvador Novo (1924), de Manuel Rodríguez Lozano–, y un poeta dotado de sensibilidad contemporánea. Estas y otras interpretaciones son las que plantea Luis Felipe Fabre en Escribir con caca, ensayo que recientemente publicó la editorial Sexto Piso. Platicamos con el autor sobre su manera de abordar a Novo.

En el libro retomas la declaración de Octavio Paz acerca de que Salvador Novo “no escribía con sangre sino con caca”. Esta idea puede tener un trasfondo psicoanalítico acerca de cómo los niños brindan sus excreciones a sus padres, que adoptan las facultades de una autoridad para descalificar y reprenderlos por ese acto. ¿Cómo surgió la idea de revalorar la obra de Novo y hacerle un fisting intelectual?

Siempre me sentí fascinado por la figura de Salvador Novo, por su prosa (que se puede leer en obras como La estatua de sal y sus crónicas) y también por su poesía. Existe la idea de que no fue un gran poeta, en comparación con el resto de los Contemporáneos. A mí me parece mejor que varios de ellos. La frase de Paz es una sentencia de rechazo, con ella intenta desechar los aportes de Novo, para seguir con la alegoría excrementicia, que éste usó. Aunque, por otro lado, lo describe brillantemente: me dio una llave para leerlo de otra forma, sobre todo a cierta parte de su poesía, la escatológica. La frase me sirvió de marco para abrazar y disfrutar la actitud punk de Novo, que fue híperradical y que tanto rechazo generó en los biempensantes.  

La cita de Paz sirve como pretexto para manipular los argumentos negativos a favor: se requiere de un gran ingenio y de buena capacidad de respuesta…

Es la estrategia de lo queer, que revierte los insultos y los usa para convertirlos en motivos de orgullo, de autosatisfacción. Por supuesto que me interesaba usar esta estrategia de escribir con caca como elemento de rechazo moral. Paz no se equivoca en su descripción, en lo que difiero es en la interpretación del asunto, en la valoración. A él le generó un rechazo, a mí mayor interés.

A Novo se le abordado de varias maneras, ¿qué elemento es el diferenciador al tomarlo por el ano, como propones en el ensayo?

Se trata de un acercamiento amoroso. Siento una enorme empatía con Novo, le estoy agradecido porque, sin querer, abrió muchas puertas para los que vinimos después. No sólo es eso, también me interesa el asunto corporal que hay en él, entronca con libros que escribí hace unos años como Leyendo agujeros. Ensayos sobre (des)escritura, antiescritura y no-escritura (2005) y La sodomía en la Nueva España (2010). Lo que para unos es una puerta de salida, para otros es una puerta de entrada: en este juego de inversión me interesa la sodomía intelectual o poética o literaria. Se trata de una lectura muy corporal, alguien que escribe con el cuerpo y cuyo cuerpo, también, está impregnado de texto. Hay una invención del cuerpo de Novo desde su escritura, y su cuerpo se reconfigura en ella. En una cultura literaria como la mexicana, en la que suele ocultarse el cuerpo, todavía hay incomodidad para abordar lo corporal, como si los textos fueran producto del espíritu. Me interesan los cuerpos y hacer énfasis en una lectura casi física de los textos.

¿A Salvador Novo se le puede considerar precursor del arte contemporáneo, cuyas expresiones son relacionadas por algunos con la creación a partir de los desechos?

Sin ser esa su intención, la sensibilidad de Novo se formó en la vanguardia. A diferencia de muchos de sus compañeros de generación, él descreía de los grandes relatos. Concibió muchas de sus obras para momentos concretos: sus poemas satíricos son poemas de ocasión; hay otros que hizo para responder a Diego Rivera, para felicitar a algún amigo, etcétera. Puede entroncar con el arte contemporáneo, las obras para sitio específico y el arte efímero. En Novo no existe la idea de la trascendencia como en muchos otros literatos. No es que no creyera en la gran poesía, que se relaciona con la nostalgia, pero él sabía que ya era imposible aspirar a ella. Cuando leo Muerte sin fin, de Gorostiza, me recuerda al Palacio de Bellas Artes: un monumento preciosista, marmóreo… Novo asumió como pocos la poesía en tono menor, intrascendente, inmediata, sin aspirar a la duración. Es algo extraordinario: poner todo tu talento en algo que va a pasar.

¿Qué opinas de la obra que se ha hecho a partir de Novo, específicamente de Lo marginal en el centro, de Monsiváis? ¿Encontraste una veta acerca del cronista y poeta que no había sido explorada?

El libro de Monsiváis, que trató de cerca a Novo, es imprescindible, juega con cierta objetividad, aunque no coincido con todos sus juicios. Yo, que no lo conocí personalmente, hice un libro mucho más subjetivo. Para Monsiváis era necesario tratar a su maestro con distancia, aunque él tenía mucha información de primera mano que no reveló. En mi caso se trata de una lectura más personal. Hay otra diferencia: hay libros sobre la prosa de Novo, y a mí me interesa más su poesía, específicamente los poemas satíricos y escatológicos que son difíciles de hallar, hay que buscarlos en las librerías de viejo. Si los encuentras, te cuestan un ojo de la cara.

Argumentas de qué forma Novo alteró en algún sentido el orden de su época, a través de su personalidad y comportamiento, de sus conflictos con otros intelectuales y también con la “parodia de un sacrificio” al renunciar a hacer una obra monumental por la que fuera recordado por siempre. Considerando todo esto, ¿cuál fue la verdadera subversión del poeta?

La libertad de ser uno mismo es la mayor subversión en cualquier sociedad, porque ésta siempre es normalizadora. En el contexto latinoamericano se cree que el arte tiene la responsabilidad de defender a las sociedades, que históricamente han sido maltratadas. La verdadera subversión de Novo fue ser él mismo, aunque eso fuera horrible para otros, para bien y para mal. Es difícil acomodarlo en alguna categoría, sigue siendo incómodo por buenas y malas razones. Es un personaje que no se puede domesticar, aún menos en un momento en el que los artistas se reivindican para justificar causas. Si se busca un modelo, no es él.

No estetizó lo homosexual, siguiendo la idea de que si algo es bello entonces es bueno, como García Lorca, Whitman o los franceses. Tiene más que ver con John Waters, aunque él viene de Jean Cocteau. Fue mucho más salvaje, con una parte indomable, tuvo un elemento punk antes del punk. No sirve para el gay biempensante actual, como el caso de Harvey Milk. Fue amigo de Díaz Ordaz, pero tampoco funciona para avalar a la derecha: te cuenta abiertamente que cogía con los soldados, etcétera. No hay que olvidar que hay una línea histórica de cómo las izquierdas son machistas, donde se veía a la homosexualidad como producto de la decadencia burguesa. Tampoco tiene una característica de expiación, como Oscar Wilde, que fue un frívolo, aunque después escribió La balada de la Cárcel de Reading, que se considera un momento de profundidad en su obra. Novo no murió por ninguna causa, murió rico, en el hospital, como tanta gente. Tuvo una sensibilidad muy contemporánea.

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