16 de agosto de 2017

La Tempestad

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30/04/2024

Artes visuales

Autonomía cultural

Los espacios culturales en México, que son insuficientes para el volumen poblacional, ofrecen una rica programación para múltiples audiencias. Tres gestores culturales cuentan su experiencia.

Carlos Rodríguez | lunes, 5 de febrero de 2018

Los espacios culturales escapan a la noción de lugares de exhibición artística, su gama es más amplia. “El término cultura es más amplio que el arte, lo comprende. En ese sentido un espacio cultural es un lugar con más posibilidades, abierto –a diferencia del círculo artístico, cerrado por definición– a públicos más amplios”, dice Josemaría Camacho, que dirige el espacio cultural independiente Casa Tomada. Antonio Martínez Velázquez, director ejecutivo del Centro Horizontal, abunda: “Me gusta y suscribo la definición de la ley de centros culturales de la ciudad de Buenos Aires, que los define como ‘el espacio convencional y/o experimental y/o multifuncional en el que se realizan manifestaciones artísticas de cualquier tipología’; esta definición concuerda con la idea de un espacio que se encarga de vincular quehaceres culturales”. “Lo interesante es tratar de integrar lo mejor de los modelos existentes –el de centro cultural privado con vocación pública y el de las galerías o espacios independientes– en un ejercicio de independencia con respecto al Estado y al mercado”, puntualiza Eugenio Echeverría, que junto a Virginie Vincent fundó el Centro Cultural Border.

¿Cuántas generaciones han sido beneficiadas por las casas de cultura y los centros de convivencia familiar (en los que se imparten tanto cursos de pintura, por ejemplo, como de karate) de colonias y barrios? El Sistema de Información Cultural establece que en México existen mil 949 casas y centros de cultura para una población de 112 millones 336 mil 538 habitantes. Las cifras arrojan que por cada espacio cultural hay 57 mil 638 personas. Un caso específico: en la Ciudad de México existen 233 casas y centros de cultura, según la misma fuente. La delegación Cuauhtémoc es la que concentra la mayor cantidad de espacios, 64; Azcapotzalco y Cuajimalpa, por el contrario, sólo cuentan con dos lugares dedicados a la cultura. Es fácil deducir que no hay suficientes esfuerzos para un volumen de población tan amplio.

“Es sorprendente que en la Roma-Condesa, que se ha brandeado como el corazón cultural de la ciudad, no haya suficientes espacios para sus habitantes y prácticas”, comenta Martínez Velázquez. Aunque los cursos emblemáticos del Museo del Chopo y la Casa del Lago (espacios de la UNAM que ofrecen talleres de periodismo cultural, performance e historia del arte, entre otros) siguen cumpliendo su función, éstos han sido desbordados. “La profundidad de la reflexión en los contenidos de los cursos, la experiencia de los docentes o los expertos, los precios y la ubicación de los lugares siempre serán diferenciadores importantes”, sostiene Camacho.   

¿Cuáles son los esfuerzos y los retos de la gestión de un espacio cultural? En años recientes la sociedad civil ha demostrado un interés genuino por desarrollar sus propias herramientas y organizar sus espacios para llenar el hueco que afecta a quienes quedan fuera de la oferta cultural oficial y la de las instituciones privadas. La gestión cultural se ha convertido en una actividad importante para crear esfuerzos que sirvan a audiencias amplias, tanto especializadas como de intereses generales. Los espacios Pista y La Cantera, por ejemplo, se han abocado a las artes escénicas, fungiendo como foros alternativos que no sólo intentan cohesionar a una comunidad sino sumar a más personas interesadas en la danza, el performance y el teatro, así como sus cruces con otras disciplinas. Squash 73, “un lugar donde convergen y se desarrollan las artes que invita a la expresión y el intercambio de ideas”, y el Espacio Electromagnético –que recientemente cesó sus actividades, con un interés particular por la música– son otros esfuerzos notables.  

Fundado en 2014, el Centro Horizontal, que en muchas ocasiones ha servido como escenario de presentaciones editoriales, tiene otro sesgo: ha sido concebido como un espacio de formación de ciudadanía que comprende programas educativos centrados en el periodismo y las letras. Border, fundado en 2006, está interesado en las discusiones feministas y de género, entre otros enfoques y aproximaciones teóricas, en la cultura contemporánea. Las prácticas artísticas y la disidencia sexual, la bioarquitectura y el diseño, la carpintería contemporánea y la producción de tatuaje son algunos de sus próximos talleres. Por otro lado, las artes plásticas, la  gastronomía, la política y la ciencia ficción son algunas de las disciplinas y géneros de los talleres, cursos y charlas de Casa Tomada, que inicia formalmente sus actividades el 20 de febrero, cuyo programa contempla a la gente que requiere de horarios pertinentes para su agendas.

Hay tres retos principales para la consolidación de los espacios culturales: el capital, la difusión y los temas legales. “Obtener los medios económicos necesarios para el desarrollo del Centro, de sus programas y de las que personas que trabajamos en él, así como lograr comunicar nuestros contenidos a públicos amplios y diversos ha sido un tema importante”, confiesa Echeverría. Camacho argumenta la importancia de los canales de comunicación: “se puede diseñar (con buen criterio, voluntad y un presupuesto moderado) un lugar atractivo por su oferta, pero lograr que esa oferta llegue a la gente requiere un esfuerzo diferente: se necesita ingenio, crear alianzas con marcas y personas, invertir tiempo y capital”. Por otro lado, la situación jurídica es otra preocupación, como explica el director del Centro Horizontal: «Es absurdo que nos regulen como un table dance o un antro y que nos enfrentemos a la misma corrupción institucionalizada que la delegación y el gobierno estatal han establecido con este tipo de giros”.

Los tres gestores y directores consideran que la autonomía es una aspiración primordial de los espacios culturales, la cual no es sencillo alcanzar. El reto principal es “generar una comunidad de espacios que logre revertir la desigual relación con las autoridades, además de lograr la solidaridad y comunicación entre los espacios; en la medida en que esto suceda muchas de las prácticas que hoy, por necesidad o corrupción, orbitan alrededor del aparato estatal podrán crecer con mayor autonomía”, sostiene Martínez Velázquez.  

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