16 de agosto de 2017

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06/05/2024

Diseño

Emiliano Godoy

Emiliano Godoy, diseñador industrial y consejero del Abierto Mexicano de Diseño, da un panorama del estado del diseño en México.

Óscar Benassini | miércoles, 8 de noviembre de 2017

Emiliano Godoy es diseñador industrial graduado de la maestría en diseño por el Pratt Institute, con una licenciatura en Diseño Industrial por la Universidad Iberoamericana y con estudios en diseño de mobiliario en la Escuela de Diseño de Dinamarca. Godoy, cofundador de la marca Pirwi e integrante del estudio Tuux, es consejero del Abierto Mexicano de Diseño.

 

¿Consideras que el nivel de educación o la enseñanza de las distintas prácticas del diseño, en México, es más alto o más bajo que hace cinco años?

Creo que es el mismo. No he visto un cambio significativo en la oferta o en las características de los graduados de diseño en este período. Cinco años en la academia es poco tiempo. Los grandes faltantes que yo vi al estudiar hace más de 20 años siguen siendo a grandes rasgos los mismos. Quizá en algunas universidades hoy se trata con más frecuencia el tema ambiental, social o empresarial, pero los graduados de hace diez años y los de hoy tienen el mismo nivel en estos temas. La academia es una institución muy lenta en reaccionar a los problemas del presente.

¿Qué tan posible es, hoy, hablar de una industria de diseño mexicana?  (Una industria, por supuesto que tome en cuenta a las producciones y los creadores locales)

Si entendemos la industria de diseño mexicana como parte de aquella que produce lo que está protegido por el derecho de autor (las IPDA), entonces es una industria enorme, responsable de más del 8% del PIB. A pesar de ser ignorada por el modelo económico e industrial reinante en México desde hace 40 años, la industria creativa mexicana genera más riqueza que la industria automotriz, la agricultura o la salud, e incluso compite con el turismo en cantidad de recursos generados. En la discusión de la industria de diseño hay que evidenciar que lo que hace falta es la rearticulación de ésta y de la integración del mercado con la creatividad nacional.

En México, el diseño industrial y textil profesional vive un complicado romance laboral y creativo con las tradiciones artesanales. Desde tu punto de vista, ¿cómo calificas la salud actual de esta relación? Los buenos y los malos momentos.

Creo que el entendimiento paternalista de la artesanía, donde sólo se considera artesanía a aquello que no cambia y que es producido por comunidades pobres y aisladas, a las que hay que apoyar a través de la filantropía, ha dañado muchísimo al país y a todos los involucrados. Al mismo tiempo, la visión de los diseñadores que ven a los artesanos como proveedores de procesos de producción folclóricos y de baja escala, también es tremendamente dañina. El diálogo creativo entre iguales es muy benéfico y puede apoyar a una muy necesaria resignificación de los productos y los lenguajes artesanales. Al mismo tiempo, tenemos que entender que la sofisticación productiva, la transferencia tecnológica y la economía de escalas puede generar riqueza en los contextos tradicionalmente pobres y vulnerables. Con este intercambio creativo y tecnológico las artesanías serán diferentes, veremos productos nuevos. Hay que liberar a las artesanías y a los artesanos de la responsabilidad de preservar la identidad nacional y entender que la identidad que no evoluciona y se adapta, no es identidad, es solamente memoria.

Desde 2009, la industria editorial vive en crisis: las revistas de papel viven una vida precaria, en una economía frágil; mientras que las publicaciones digitales carecen de rigor periodístico y de reflexiones profundas. En el país, las revistas enfocadas en diseño son pocas; si bien nunca han abundado, entre 2012 y 2014 podíamos contar con un par de títulos más que hoy. ¿Podrías describir el panorama editorial ante el que estamos parados, para las revistas –impresas y digitales– mexicanas?

No sé tanto de este tema, prefiero no polemizar sin bases. Estuve muy conectado con eso cuando era parte de consejos de redacción y escribía para varios medios, pero desde hace años no lo hago.

¿Cuáles son las plataformas de exhibición y los escaparates de venta con las que cuentan los productores y los consumidores de diseño en México?, ¿seguimos concentrados en circuitos locales? ¿Se ha conseguido ensanchar la entrada a los circuitos internacionales o extranjeros?

No sé si la pregunta es con cuáles cuentan o a cuáles se tiene acceso. Y en este sentido diría que a todas las del mundo. La pregunta es si el proyecto o marca de diseño nacional puede responder a lo que se requiere en los canales de venta nacionales e internacionales. Si la respuesta es negativa hay que entender que es necesario que sean los diseñadores nacionales los que hagan el esfuerzo de subir su profesionalismo y oferta al nivel de estos canales de distribución; que entiendan que cada uno de estos canales de exhibición y venta tienen reglas particulares que se deben atender. Desafortunadamente he visto con demasiada frecuencia cómo los diseñadores intentan establecer sus propias reglas porque consideran a las existentes injustas o porque no se adaptan a sus condiciones. La discusión de si son justas, apropiadas o pertinentes es completamente irrelevante. El diseñador que quiera acceder a esas plataformas debe jugar con las mismas reglas que el resto de los jugadores de ese nivel.

Hace unos años el diseño joven, o emergente, se caracterizó por su inclinación hacia las prácticas sociales, el diálogo y los eventos públicos y la asimilación de un idioma diseñístico global. Hoy, ¿cómo describirías al diseño joven?

Como parte del Abierto Mexicano de Diseño me ha tocado ver por cinco años una oferta de productos y diseñadores muy numerosa. Me parece que no hay tendencias que describan al diseño nacional de manera generalizada. Hay muchísima diversidad, una multitud de grupos que van en direcciones opuestas. Creo que las características que definen al diseño nacional son producto del modelo socioeconómico del país, es decir, responden a condiciones contextuales que los diseñadores no pueden (o no han podido) cambiar, mucho más que a cuestiones filosóficas o estilísticas. Esta diversidad es algo que debemos festejar.

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