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Literatura

Diamela Eltit: un poder subversivo

Carlos Priego entrevistó a la escritora chilena en Guadalajara, en el contexto de la entrega del Premio FIL de Literatura 2021

Carlos Priego | viernes, 7 de enero de 2022

La escritora Diamela Eltit. Cortesía de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Es el último día de noviembre de 2021. Diamela Eltit se encuentra sentada justo a la mitad del salón África, en un hotel ubicado frente a la Expo Guadalajara. Juguetea con las cuentas color granate de su collar, como asegurándose de que todo será recordado en la secuencia adecuada. Está en una ciudad que visita con cierta frecuencia, invitada a congresos, encuentros o la feria del libro. Este año regresó para recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.

Lejos de Chile, país al que se refiere como “laboratorio del neoliberalismo”, Diamela Eltit se ha desempeñado como agregada cultural, escritora, profesora y crítica literaria. Ha vivido en México, Estados Unidos y otros lugares. Ha sido profesora visitante en las universidades de Columbia, Berkeley, Johns Hopkins, Nueva York, Pittsburgh, Stanford y Virginia. Los temas de su obra van de un lugar a otro, como la autora: traspasan múltiples fronteras, son una constelación de reflexiones sobre el cuerpo, el aparato social, los dilemas políticos, los escollos, los logros y las subjetividades. Son cuestiones que la apasionan, además de las vidas periféricas.

Escritura y realidad

“Hay libros míos publicados en varios países, en varios idiomas. Pero siempre pensaré que es un tema de los libros. No soy yo la que es traducida, el libro es el traducido”, comenta la escritora chilena. Contrasta la cálida sencillez de sus respuestas con la crudeza y la precisión vibrante de su prosa. “Yo no soy una escritora de mucha agencia, todo ha sido publicado sin mediaciones, yo no trabajo con agentes literarios. No escribo persiguiendo una carrera”, añade.

Diamela Eltit premio FIL

Diamela Eltit en la 35 Feria Internacional del Libro en Guadalajara. © FIL / Paula Islas

El conjunto de la obra de Diamela Eltit –ensayo, novela, testimonio, guion– es un sofisticado sistema de capas en el que conviven las transformaciones de la realidad y sus roces con la política contemporánea. Desde hace una década la editorial Periférica publica sus libros fuera de Chile, hasta el momento Jamás el fuego nunca (2007), Fuerzas especiales (2013) y Sumar (2018). En las tres novelas, como es habitual en la escritora, el cuerpo de los protagonistas experimenta desajustes y violencias que dictan sus formas dolorosamente. Ese mismo dolor es el que hace posible una máquina de guerra capaz de producir contraataques, gestos, guiños de desobediencia y emancipación.

“Lo que me interesa es la subjetividad de ciertos espacios que son ignorados por las fuerzas hegemónicas. Eso para mí es muy interesante. Esas formas de codificación como la música, las señales de alarma, establecer bajo qué códigos se refugian, esos son los temas de los que he escrito, todo está ahí”, explica. Sus libros tienen en común la experimentación con el lenguaje y las preocupaciones políticas. “En mis textos la realidad se construye a partir de espacios como lo cotidiano, lo íntimo, la corporalidad, la sexualidad y lo doméstico. Lugares que habían sido despojados de importancia por los circuitos culturales de la dictadura en Chile”.

Acciones de arte

Procedente de una familia de palestinos migrantes, Eltit nació en agosto de 1949 y vivió en Chile hasta 1990. A los 41 años llegó al país como agregada cultural: “México rompió relaciones con Chile por el Golpe de Estado y eso duró 17 años. Cuando comenzó la transición a la democracia se reanudaron las relaciones entre los países y yo vine a trabajar como agregada cultural. Fue mi primera vida fuera de Chile”.

Diamela Eltit no tuvo hermanos ni creció con niños alrededor. A ello atribuye su vocación literaria: “Encontré un lugar en el mundo de la lectura”. Entre los ocho y diez años leyó Por quién doblan las campanas. “Cuando leí esa primera novela encontré un espacio, no fue algo tan racional, más bien tuvo que ver con compulsiones y con deseos. No es que yo lo decidiera, ahí no hay disposición, más bien ese mundo te envuelve, se apodera de ti en un punto, tú te apoderas de él y ya está”. Desde niña quiso ser escritora.

En su período universitario comenzó a gestarse su obra artística, junto a figuras como Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Fernando Balcells. Fundaron el Colectivo Acciones de Arte (CADA), con intervenciones que cuestionaban la realidad político-social de la época. Formado por dos escritores, dos artistas visuales y un sociólogo, el grupo se planteó la necesidad de buscar nuevos lenguajes para cuestionar las prácticas artísticas convencionales. Como parte de sus actividades, Eltit realizó varios performances; por ejemplo, leyó capítulos de su primera novela, Lumpérica (1983), en prostíbulos. “Las acciones del grupo contemplaban la inclusión del ciudadano como sujeto de arte. El ciudadano como ente creativo, activo y susceptible de ejercer su creatividad en su espacio cotidiano de vida”.   

Situaciones, interrogantes

En su discurso de recepción del Premio FIL, Eltit afirmó: “Hoy no puedo sino describir de un modo aleatorio temas, situaciones, interrogantes”. Jamás el fuego nunca se centra en una pareja fantasmal de anónimos militantes comunistas durante la dictadura de Pinochet: “Quise mostrar que vivimos una realidad que a veces no percibimos bien. Sus rasgos son extremos, donde se desborda precisamente la codificación. Pienso que hay un momento donde efectivamente la realidad se dobla así misma para llegar a algo más sorprendente y que va a ser motivo, en el futuro, de memorias. Estamos viviendo un presente que esta ya inscrito en el futuro”.

En Fuerzas especiales retrata las realidades creadas por la guerra: “En esta novela trabajé los sectores más desagregados del aparato social. Para sobrevivir, material y simbólicamente, necesitan fuerzas especiales. Eso lo jugué ambiguamente con el título de las fuerzas especiales de la policía y con las fuerzas represivas del Estado. Claro que esta es una novela, una ficción. No pretendo que sea una fotografía ni un retrato fiel o hiperrealista de los espacios”.   

Sumar, su novela más reciente, indaga nuevamente en la relación entre vida, literatura y política a partir de la historia de un grupo de vendedores ambulantes que deciden marchar a La Moneda para defender sus trabajos. “Este libro es un viaje en muchos sentidos, es una marcha por el tiempo, es La Gran Marcha China, una caminata de 12 mil 500 kilómetros que duró 360 días. Tomé ese referente, pero no es necesario que el lector sepa eso”.

Narrar el presente

“Vivimos una realidad que a veces no percibimos bien. Sus rasgos son extremos, desbordan precisamente la codificación. La pandemia ha sido uno de esos momentos que tienen componentes efectivamente apocalípticos y postapocalípticos y también de ciencia ficción en el sentido del confinamiento mundial, porque el mundo entero se transforma en un hospital mundial, cuántos vivos, cuántos muertos, cuántos enfermos; es decir, hay un momento donde efectivamente la realidad se dobla a sí misma”.

En sus primeros textos, en la década de los ochenta del siglo pasado, Diamela Eltit convirtió la literatura en una herramienta en contra de las políticas de la dictadura. Para atravesar la censura rarificó la lengua, produjo imágenes que reconstruían la realidad.  ¿La realidad ha superado la ficción? “Toda ficción aporta realidad. Entonces hay que seguir mirando la ficción porque aporta realidad”.

Fuerzas especiales termina con la frase “entiendo con un optimismo demente que tenemos otra oportunidad”. ¿Qué debemos leer para entender el presente?, le pregunto. “Cada gente lee lo que quiere y no hay reglas generales y menos normas que puedan imponérsele a alguien. Yo pienso que el gran rol de la literatura, en el sentido de factor de cambio, tiene lugar en la literatura misma. Tiene que romper esos momentos narcóticos que las literaturas pueden producir con una literatura menos pautada, menos centrista; ahí hay un poder subversivo para producir un cambio, pero dentro de la historia literaria”.   

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