16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

Literatura

El escritor idealizado

El último joven de Juan Ignacio Boido (Seix Barral, 2012) es un libro de cuatro cuentos y una muy larga novela corta. Los cinco textos están cruzados, en dosis y pretensiones distintas, por las mismas temáticas, locaciones e ideas. Todas marcadas por un delicado pero irrevocable anhelo de mitificar los archivos culturales y significar experiencias […]

Édgar Yepez | miércoles, 19 de agosto de 2015

El último joven de Juan Ignacio Boido (Seix Barral, 2012) es un libro de cuatro cuentos y una muy larga novela corta. Los cinco textos están cruzados, en dosis y pretensiones distintas, por las mismas temáticas, locaciones e ideas. Todas marcadas por un delicado pero irrevocable anhelo de mitificar los archivos culturales y significar experiencias iniciáticas. Aspiraciones que son la propela que conduce y orienta a los personajes a través de sus determinados contextos, así como también los fundamentos a partir de los cuales construyen sus relaciones con el mismo.

 

En los relatos, lo fantástico irrumpe en la vida de los personajes para optimizar el modo en que ejercen su quehacer literario, salvan su relación de pareja, almacenan recuerdos. “Y lo demás escrito en las estrellas”, protagonizado por un tipo con un pie en la juventud y el otro en la adultez, es la detallada evocación de un sueño fantástico-mitológico, la cual viene a ser la clave que le permite racionalizar la infidelidad que su mujer le confiesa haber cometido en las inofensivas planicies de lo onírico. Un sueño dentro de otro, en el borgiano “Poco después de abandonarlo todo”, es la dimensión en la que un escritor intuye haberse encontrado consigo mismo y su cuaderno de escritura para, a partir del encuentro, pensar cómo podría escribir ese elusivo cuento del que ya tiene el título. En “Lo que dejamos atrás”, un escritor cuenta que escribe un relato sobre un chico con el poder de visitar las pesadillas de otros y repararlas. Talento que después, a medida que crece, se convierte en la angustia de ser él quizá el único con esa facultad y cuando crezca qué, quién podría continuar esas reparaciones. La abandonada biblioteca de una escuela en “Todos tienen algo con su nombre” es el catalizador de esa misma lógica. En ella, otro chico descubre, en un libro, el recuerdo perdido de la muerte de la madre de la chica de la que está enamorado. Ese primer enamoramiento se deslava con los años y se transforma en una nostálgica imagen que se archiva, en forma de libro, dentro de esa misma biblioteca en que todo había comenzado.

 

La nouvelle, “Teddy Hernández entra a la literatura”, es la excepción. Un profesor de colegio, aspirante a escritor, visita el pueblo de Ascochinga en la provincia de Córdoba, Argentina, donde entra en contacto con miembros de una sociedad ahí reunida para atestiguar la puesta en escena de un acto performático-teatral destinado a ser memorable. Espectáculo que le es facilitado por Teddy Hernández para que, una vez realizado, pueda transformarlo en novela. No hay fantástico en la nouvelle; lo que hay es la idea de lo literario como un activo capitalizable: una biblioteca única e inaccesible, el libro fetichizado (primeras ediciones de Borges, de la revista “Sur”, un ejemplar del Martín Fierro anotado por Sarmiento) y, sobre todo, la valorización de la experiencia.

 

Sin embargo, aun antes de la novela corta, a la mitad del libro, queda claro que la experiencia de esos jóvenes, que son todos el último y en proceso de cambiar un puñado de certezas por otro, es encontrarse frente al umbral tan progresivo como espectral de la madurez. Están todos, en mayor o menor grado, ante una incertidumbre y lo cultural, el sueño y los mitos literarios vienen a ser el sistema único que les permite leer, codificar y explicarse dicha circunstancia.

 

Tanto en los cuentos como en la nouvelle hay una idealización de los deseos de narradores y personajes, así como de las creencias acerca de aquello que, dentro de la lógica de El último joven, influye en la supuesta realización de un escritor (bibliotecas, primeras ediciones, cuadernos de notas, experiencias infrecuentes). Mientras que en la novela se idealiza el proceso y en los cuentos los resultados, en ambos son los requerimientos o premisas que los condicionan o generan. La idealización se da, en gran medida, porque el libro valora que la escritura venga de estados románticos o, al menos, especiales: la inspiración, el inconsciente, el sueño, una biblioteca mágica o el sufrimiento, los cuales, a su vez, se tienen por orígenes puros o únicos de la experiencia literaria. Esa confianza e insistencia en la restauración de mitos creativos y culturales es lo que aceita y justifica el mecanismo de la obra, y es también la premisa sobre la que se levanta esa adolescencia tardía enajenada con sus anhelos y prejuicios que protagoniza El último joven.

 

Comentarios

Notas relacionadas

Optimized with PageSpeed Ninja