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Libro de la semana

El acto religioso de mirar

Un libro con un argumento refrescante: la comunión que genera el cine entre las personas; Guillermo Núñez comenta ‘Cine devocional’, de Nathaniel Dorsky, que publicó Archivo 48

Guillermo Núñez Jáuregui | lunes, 7 de mayo de 2018

Fotograma de 'La pasión de Juana de arco' (1928), de Carl Theodor Dreyer

Manteniendo la atención en las propuestas editoriales independientes, con cierto retraso debo volver la mirada a Archivo 48, que como otros casos que he revisado tiene en su columna vertebral a la traducción. Con un pie en los EEUU (específicamente, en San Francisco) y otro en México (en el antiguo Distrito Federal), la editorial anhela establecer un puente entre ambas latitudes. Archivo 48 tiene varios títulos en preparación: Llámame Ishmael, de Charles Olson en versión de Javier Peñaloza; Estaciones de Etel Adnan, en versión de Pedro Jiménez; así como traducciones al inglés de títulos de José Revueltas y Julio Torri. Por ahora, sin embargo, su catálogo se reduce a un solo libro. Con todo, llama la atención que para inaugurarlo hayan optado por un ensayo sobre cine (no de crítica, más bien una poética) cuyos orígenes se rastrean a las actividades académicas de distintos departamentos estadounidenses, por un lado, pero también a la visión personal de un realizador: se trata de Cine devocional, de Nathaniel Dorsky.

Además de su trabajo como editor, Dorsky ha dirigido filmes de difícil clasificación como Hours for Jerome (1982) y cortometrajes como Alaya (1987), Variations (1998), Pastourelle (2010) o Song (2013), un corto documental. Aunque el libro que ahora publica Archivo 48 podría leerse como una estética personal, también funciona como una aguda reflexión sobre la espiritualidad del cine. El título, es cierto, puede prestarse al engaño: no es un libro sobre la manera en que se ha tratado la religión o la espiritualidad en la pantalla; al contrario, es sobre la manera en que el cine ha sido capaz de crear ese vínculo entre las audiencias, llámese una comunidad o una comunión; es decir, “cuando la película es el espíritu o la experiencia de la religión”. Aquí debe apuntarse que el origen del libro es una conferencia dictada en Princeton en 2001, fue parte de un congreso sobre religión y cine. El resultado, con todo, no cede a la tematización (a pesar de que algunas de las cintas utilizadas para ejemplificar algunos puntos tengan a la religión en su centro narrativo, como ocurre con La pasión de Juana de Arco o La palabra; ambas de Dreyer).

El argumento de Dorsky apuntala primero, de manera más bien clásica, el anhelo por una armonía que no ceda a la visión medieval interior, por un lado, ni a la renacentista, exterior, por el otro: no se trata de ver al mundo como un terreno mental ni como un escenario. “Cuando el cine puede hacer que las formas de la visión del interiorizado Medievo y del exteriorizado Renacimiento se unan y trasciendan, puede alcanzar un equilibrio universal. Este punto de equilibrio devela la transparencia de nuestra experiencia en la Tierra. Estamos flotando. Es un equilibrio en el que ni se trata de nuestra visión ni se trata de la creencia en una objetividad exterior”. En ese equilibrio es donde Dorsky ve la posibilidad de un cine “más profundo”. Dados sus principios, su reflexión se permite algunos pasajes críticos que tienen su gracia: “El cine menos visionario está desequilibrado hacia una de estas dos formas de ver o hacia la otra. […] Vemos estas películas cada vez que nos subimos a un avión, o que deambulamos desesperadamente por nuestra multisala más cercana. Este tipo de cine ignora aun la sustancia misma de la que está hecho”.

Tiene algo de refrescante, el argumento de Dorsky, especialmente ahora que tanta crítica de cine ha optado por la senda del comentario, apenas incapaz de mirar, aunque sea de soslayo, a otro lado que no sea el cine taquillero. La mejor crítica a esta forma de hacer cine, en el caso de Dorsky, deberá buscarse en su propio trabajo como realizador; en su conferencia (que en distintas ediciones fue pulida, ya sea para formar parte de estudios panorámicos sobre cine y fe, o ahora para presentarse como un opúsculo autónomo), en cambio, encontraremos referencias a obras ya más bien canónicas, no sólo del cine de Dreyer sino de Godard, de Rosellini o Yasujiro Ozu, entre otros.

Cine devocional, así como un programa de varios filmes de Dorsky, se presentaron a inicios del pasado marzo en el Museo Tamayo. Más información sobre Archivo 48 y su catálogo en desarrollo, acá.

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