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16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

29/04/2024

Arquitectura

Una caja de silencio

La casa-estudio que Juan O’Gorman construyó para Conlon Nancarrow es un diseño singular que espera abrir sus puertas al público

Adriana Sandoval | viernes, 8 de enero de 2021

La casa-estudio Nancarrow, diseñada por Juan O’Gorman. © Daniel Orozco / Archivo Fundación Espacio Nancarrow-O’Gorman

No se sabe con precisión cómo se conocieron Conlon Nancarrow (1912-1997) y Juan O’Gorman (1905-1982). Quizá, dadas las circunstancias de México en 1940, año en que el músico llegó al país, se puede suponer que fue a través de Diego Rivera y Annette Margolis, amiga y posterior esposa de Nancarrow.

Nancarrow se estableció en México luego de ser acosado por el gobierno de Roosevelt debido a su militancia en el Partido Comunista desde 1933, así como por haberse sumado al Batallón Abraham Lincoln, con el que combatió a favor de la República en la Guerra Civil española. Paralelamente, a inicios de los años cuarenta, O’Gorman se retiró de la escena pública como arquitecto e inició un intenso período de producción pictórica de caballete. Antes había ganado visibilidad como pintor al ejecutar, para el recién inaugurado Aeropuerto de la Ciudad de México, un controversial políptico de gran formato inspirado en la historia de la aviación, en el que se permitió criticar a los Estados nazifascistas de Europa.

Por todo lo anterior no sólo es posible suponer un primer encuentro entre O’Gorman y Nancarrow propiciado por el magnético mundo creativo de Rivera, sino incluso intuir una simpatía inmediata, dadas las posturas e historias personales de ambos frente a los conflictos bélicos internacionales de la época y, más aún, ante el totalitarismo, del que fueron críticos hasta el final de sus vidas.

Amistad

La amistad construida entre Nancarrow y O’Gorman es más fácil de situar en el espacio-tiempo: a finales de los años cuarenta, el arquitecto diseñó la casa-estudio del músico en el surponiente de la Ciudad de México.

El edificio existe hasta hoy gracias a la celosa labor de preservación de la familia Nancarrow-Sugiura, y ofrece un testimonio insuperable de la amistad entre O’Gorman y Nancarrow. Las dimensiones y temporalidades del inmueble, así como sus materiales y proporciones, hablan de una relación que atravesó de la primera a la segunda mitad del siglo XX, y que a lo largo de los años fue adquiriendo distintos matices, según los cambios y turbulencias de la llamada “vida moderna”.

Para considerar el valor testimonial de la casa-estudio Nancarrow basta tomar en cuenta la discreción con la que ambos artistas se condujeron a lo largo de sus vidas, pese a la relevancia de sus obras creativas. Esa postura no fue distinta en lo afectivo ni en sus colaboraciones.

En entrevista, Yoko Sugiura cuenta que las tardes de domingo compartidas por su esposo y O’Gorman tenían poco que ver con el arte. Las charlas se enfocaban en el análisis de acontecimientos nacionales e internacionales, en las novedades editoriales –de las que Nancarrow siempre estaba pendiente– y en los temas históricos, pues, como apunta la antropóloga, O’Gorman era un apasionado del tema.

Colaboración

La necesidad de conocer, analizar, divulgar y preservar la amistad entre O’Gorman y Nancarrow, a través del inmueble-testimonio construido por ambos, no sólo implica el acceso a anécdotas íntimas, sino también la posibilidad de aproximarse a un espacio en donde convergieron dos investigadores-creadores, como los llama Julio Estrada.

Desde los años ochenta del siglo pasado Nancarrow es considerado uno de los compositores más importantes de la música occidental del siglo XX. Si bien se formó en los Estados Unidos, donde publicó sus primeras obras y buscó, sin éxito, que se interpretaran algunas de ellas, en México llevó a cabo la investigación con la que concretó sus aportaciones a la música. La Ciudad de México y, específicamente, el número 46 de Calzada de las Águilas se tornaron su espacio de investigación. En una primera etapa, con ayuda de un maestro albañil, construyó un laboratorio. El diseño arquitectónico de O’Gorman lo completó en sus posibilidades habitacionales y creativas.

Conocido actualmente como el “genio de los tiempos múltiples”, Nancarrow salió de los Estados Unidos con la idea de hacer del piano mecánico su instrumento, a través de una investigación para la que, estaba cierto, necesitaba desprenderse de las limitantes de su gremio. La implementación de la ejecución automática, aunada a un extraordinario conocimiento técnico de la disciplina, llevó a Nancarrow no sólo a superar las resistencias de la escena creativa de su tiempo, sino a ampliar sus terrenos de enunciación en direcciones absolutamente novedosas.

La construcción del estudio, por su parte, agrega a lo anterior una interpretación espacial del quehacer creativo, un diseño que el músico realizó en función de sus necesidades expresivas, convirtiéndolo así en un espacio-testimonio. En ese sentido, el inmueble posee una dimensión poco conocida de la obra de Nancarrow, y agrega a la comprensión de su labor aspectos particulares. El estudio fue una herramienta tan útil que no experimentó ninguna modificación posterior a su construcción: fue el lugar adecuado para sus objetivos. O’Gorman sumó un espacio habitacional del que deriva la actual condición de casa-estudio. En la primera etapa el predio contaba con un pequeño taller y una biblioteca que fungía también de dormitorio. El arquitecto agregó una habitación, un baño completo, una cocina y una terraza de sombra. Los nuevos módulos se organizaron a partir de los primeros, creando una escuadra que enmarca el generoso jardín.

Casa-estudio Nancarrow

© Daniel Orozco / Archivo Fundación Espacio Nancarrow-O’Gorman

Para la historia de la arquitectura mexicana el trabajo de O’Gorman en la casa-estudio Nancarrow significó el retorno de uno de sus artífices más relevantes: el primer arquitecto moderno de México y uno de los más tempranos en América Latina, que había dejado de lado la profesión al sospechar que se estaba convirtiendo en un negocio, que se alejaba cada vez más de su sentido social.

El regreso de O’Gorman a la escena arquitectónica de finales de los años cuarenta, sin embargo, no se realizó de acuerdo con los antecedentes de su trabajo. Su pensamiento se había transformado luego de conocer la residencia Kaufmann, conocida popularmente como la casa de la cascada, de Frank Lloyd Wright en 1939. Si la casa-estudio que O’Gorman diseñó para Diego Rivera en los años treinta llevó su arquitectura a un nivel superlativo, inspirado en la obra de Le Corbusier y en el genio creativo de su cliente, el espacio habitacional para el “genio de los tiempos múltiples”, bajo la inspiración de Wright, era una magnífica oportunidad de llevar su arquitectura nuevamente a niveles destacables.

En la casa-estudio Nancarrow, O’Gorman puso en práctica por primera vez los principios de la arquitectura orgánica. Esto se observa de manera inmediata en la horizontalidad del trazo y el papel central que delegó al jardín del predio: las losas ligeras, la abundante iluminación y el uso de materiales locales reiteran la preocupación del arquitecto por hacer del inmueble un espacio habitacional vinculado armónicamente a su entorno.

La búsqueda de integración entre las dos etapas constructivas del predio llevó a O’Gorman a recubrir sus muros con piedra volcánica y, ampliando una de sus investigaciones, recubrió algunos de sus espacios con petromurales de inspiración prehispánica. En la casa-estudio Nancarrow se halla el germen del macrorrecubrimiento de piedra natural de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (1952).

O’Gorman volvió a crear aquí no solo un espacio habitacional sino una verdadera herramienta para su habitante, cuyos intensos procesos de investigación y creación, según la Dra. Sugiura, ocupaban jornadas de hasta doce horas. Así como O’Gorman diseñó para Rivera un espacio henchido de luz y ventilación por su condición de pintor, proyectó para Nancarrow una caja de silencio que enmarcaba su producción sonora y lo invitaba, día a día, a la contemplación. La terraza de sombra es el mejor ejemplo de la interpretación que O’Gorman hizo de su amigo y colega.

La casa-estudio Nancarrow es un testimonio construido de la amistad entre Conlon Nancarrow y Juan O’Gorman, y en especial de la confianza entre ambos: el músico permitió al arquitecto ejercitar en libertad las ideas que le inquietaban, a tal grado de que le hicieron retomar la arquitectura. Con la construcción de la casa-estudio ambos reiteraron su creencia en una habitación humana menos nociva para el medioambiente y cerraron filas en contra de la deshumanización, la guerra y el totalitarismo.

Conocer la casa-estudio Nancarrow es una invitación a mirar un México diferente, que hoy puede llenarnos de esperanza.

Casa-estudio Nancarrow

© Daniel Orozco / Archivo Fundación Espacio Nancarrow-O’Gorman

Preservación

La Fundación Espacio Nancarrow-O’Gorman trabaja en la investigación, la divulgación y la conservación del legado de Conlon Nancarrow y Juan O’Gorman. Actualmente busca sumar esfuerzos a través de donativos que permitan costear la preservación de la casa-estudio Nancarrow, con el fin de abrirla al público en 2021. Los donativos son deducibles de impuestos y resultan de gran ayuda para lograr tan importante empresa.

Espacio Nancarrow O’Gorman, A. C.

BBVA

Número de cuenta: 0074 0021 72011 3523 020

Clabe interbancaria: 012180001135230209

Información: contacto.nancarrow.ogorman@gmail.com

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