16 de agosto de 2017

La Tempestad

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04/05/2024

Cine/TV

Una cacería que no termina

El sometimiento y la persecución de la que son objeto las mujeres en las sociedades contemporáneas son los temas del filme ‘No soy una bruja’, de Rungano Nyoni. Aquí, el tráiler de la cinta, acompañado de unos apuntes sobre la superstición

Guillermo Núñez | lunes, 21 de mayo de 2018

Un debate no concluido: ¿por qué las sociedades siguen recurriendo a los mitos para castigar lo que se considera anormal? Esta situación se ha tratado tanto en la literatura como en el cine. El caso más reciente es de la película No soy una bruja (2017), de Rungano Nyoni, de próximo estreno en México. La directora zambiana cuenta la historia de Shula, una niña de ocho años que, tras un incidente en su pueblo natal, es sometida a un juicio que la condena con el exilio en un campamento situado en el desierto.     

Aunque durante mucho tiempo la creencia en las brujas fue más o menos inofensiva (se les temía, en la antigüedad, como a cualquier superstición; pero su influencia se anulaba, a su vez, con amuletos inocuos), pasado el siglo XIV y de manera imperceptible, la superstición fue acompañada por fuertes y peligrosos prejuicios. Conocemos la historia sobre los juicios contra las brujas y su impacto sigue patente hoy en distintos grados, desde el uso de expresiones comunes como “caza de brujas”, para referirse a acusaciones basadas en prejuicios, hasta (y hay que insistir, esto ocurre hoy en día) auténticas exclusiones sociales de mujeres que, se teme, poseen habilidades mágicas.

Walter Benjamin habló sobre los orígenes de este robusto prejuicio durante una de sus famosas conferencias radiales dirigidas a jóvenes, “Juicios a las brujas”: “Para todos nosotros, la superstición es una cosa que por lo general se encuentra difundida entre la gente simple, en quienes también está arraigada con mayor firmeza. La historia de la creencia en las brujas nos muestra que no siempre fue así. Justamente el siglo XIV, cuando esta creencia reveló su cara más rígida y peligrosa, fue un tiempo de un gran auge en las ciencias. Habían empezado las cruzadas, y con ellas llegaron a Europa las teorías científicas más novedosas, sobre todo de las ciencias naturales, en las que los países árabes estaban mucho más adelantados que el resto. Y por muy improbable que suene, estas nuevas ciencias naturales fomentaron poderosamente la fe en las brujas”.

Es extraño que a diferencia de otros monstruos contemporáneos populares (pensemos, por ejemplo, en el vampiro o el zombi), la imagen de la bruja hoy en día sigue siendo acompañada en el cine por algunas de las ideas del Medioevo: la catástrofe de los injustos juicios, y torturas, a las que mujeres libres fueron sometidas, parecen indisolubles de su representación en el cine popular. Es algo que hemos visto de manera subrepticia, por ejemplo, en Anticristo (2009) de Lars von Trier, o de manera más literal en la película de horror y época La bruja (2015) de Robert Eggers. Ya en las coordenadas rígidas del cine de horror, es notable cómo algunos realizadores han optado por ceder a la fantasía de la bruja maligna o que se somete al demonio, como en The Lords of Salem (2012), de Rob Zombie. Más interesantes han sido las narrativas que se contaminan entre sí, como los conocidos thrillers de suspenso de Roman Polanski en los que se introducen, repentinamente, elementos sobrenaturales o de folclor satánico, por no hablar de la manera en que caracterizó a las brujas en su adaptación de Macbeth, estrenada en 1971, fiel a las ideas populares “normales” (como lo puso Benjamin) que se tenía sobre las brujas.

Por supuesto, el tópico de las brujas implica hablar sobre conjuros y las sociedades en las que prospera el pensamiento mágico. Esto no ha sido pasado por alto en el cine de horror tampoco, como lo han hecho ver algunas películas de zombis (atentas al mito vudú) o de brujos en las que también se subraya lo “exótico” de esas sociedades, como El corazón del ángel (1987) o La serpiente y el arcoíris (1988). Al margen de las claves del cine de horror, vale la pena señalar que No soy una bruja –que desde su estreno en Cannes en 2017 ha cobrado notoriedad– logró combinar muchos de estos elementos, sumando además una visión satírica. La película de Nyoni, de la que se presenta el tráiler aquí, es un filme que echa luz sobre los impactos, aún muy reales, de la perseverancia de la superstición, los prejuicios y la tendencia a exotizar.

No soy una bruja, de Rungano Nyoni (Tráiler) from La Tempestad on Vimeo.

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