16 de agosto de 2017

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Artes visuales

Martín Soto Climent: ecuaciones del deseo

El estudio de Martín Soto Climent en Tepoztlán es un espacio donde el artista vincula su proceso creativo a los ritmos de la naturaleza

María Olivera | viernes, 10 de diciembre de 2021

Martín Soto Climent retratado por Ignacio Ponce

Nos encontramos en medio de la montaña, junto a una cañada, en Tepoztlán. Martín Soto Climent (Ciudad de México, 1977) reflexiona sobre las similitudes entre la naturaleza y los procesos creativos mientras cruzamos el bosque para llegar a su actual espacio de trabajo, en proceso de construcción. “Veo la parte luminosa, las flores, los árboles y el sol, pero estoy consciente de que abajo está la oscuridad, las raíces y la humedad; si no estuviera el inframundo no habría esto otro. El proceso creativo se da también ahí, en las potencias de la oscuridad; no ves claro, la razón no entra, por eso tienes que confiar en otras fuerzas”.

El estudio de Soto Climent es una habitación abierta, construida con piedra volcánica. En su interior hay un par de soportes de madera que sostienen esculturas de yeso que moldean las raíces de los amates. A su lado, un estante con objetos como semillas, piedras, conchas y herramientas de trabajo; enfrente, una mesa. Desde el interior del estudio se observa el bosque, quince o veinte verdes distintos aparecen entre rocas, árboles y plantas. No se alcanza a ver a esta distancia, pero sabemos que detrás de este paisaje hay una cañada. En ese quiebre entre dos montañas, poco distantes entre sí, pasan otras cosas: corre el agua de lluvias, cambia la temperatura, hay piedras de todos los tamaños y texturas.

“Este cuarto funciona como un pequeño observatorio, que me permite sentir los ritmos y flujos del día y de la noche, el sol, la humedad, la lluvia, los insectos, el polvo, el viento. Lo que va sucediendo aquí es sólo una respuesta a estos cambios”, explica Soto Climent. Es el primer lugar que habilita propiamente como estudio, y un factor que impide terminar su construcción es que al artista le gusta cada vez más su estado transitorio. Es entendible: una vez que se observa con atención el entorno y se perciben los cambios en el paisaje dan ganas de quedarse a mirar el tiempo pasar.

El estudio de Martín Soto Climent en Tepoztlán. © Ignacio Ponce

Etapas de un camino

Con una trayectoria de veinte años, el artista ha experimentado con medios que van de la fotografía, el performance, la escultura y la instalación a, más recientemente, la pintura creada con polvo de carbón, temple de huevo y medias. Su trabajo puede clasificarse en tres etapas. La primera fue de interacción directa con objetos de la vida cotidiana, donde los procesos eran nómadas; tomaba cosas y las manipulaba, a veces las registraba. Había libertad no sólo en la práctica sino en el propósito, ajeno a motivaciones comerciales o profesionales, entregado a la experiencia. Caía enfermo después de cada inauguración, luego de haber vivido intensamente el trance creativo.

“Es otra dimensión cuando te acercas a las cosas desde los afectos. Por eso la contemplación es tan importante, porque en lugar de ir a las cosas de golpe, las entiendes.”

La segunda etapa fue tiempo de galerías, exposiciones y viajes, lo que le permitió continuar con una actividad nómada en distintas partes del mundo. Mantuvo, sin embargo, un principio ético en su obra: manipular los objetos sin causarles daño. “Es otra dimensión cuando te acercas a las cosas desde los afectos. Por eso la contemplación es tan importante, porque en lugar de ir a las cosas de golpe, las entiendes”.

Con el tiempo el trabajo de Martín Soto Climent se fue transformando: “No es que buscara cambiar de discurso, pero antes de caer en la formulita es mejor empezar un replanteamiento. En esas primeras etapas lo importante era la energía vital, yo quería expresar la energía con la que las cosas crecen, se atraen, fluyen y se regeneran”. La tercera etapa de su carrera artística lo llevó naturalmente a la montaña, donde sus inquietudes encuentran un entorno para desarrollarse y una inspiración constante en todo cuanto lo rodea. “Mi propósito es retratar esa energía esencial”.

Reconocer la sensación

Cuando se observa al artista caminar entre las raíces de los árboles y las piedras no puede evitarse la idea de que muchos de sus procesos son como performances en los que los motivos de las obras van surgiendo del recorrido. Redescubre los objetos de la vida cotidiana, ya sea en un mercado de pulgas o entre los materiales que tiene a mano, y accede a un estado mental y emocional que deviene creación. “Creo en el vínculo entre el cuerpo y la mente. No los divido. Uno de los males de la civilización occidental es haber dado tanta importancia a la razón”.

Martín Soto Climent

Martín Soto Climent en su estudio. © Ignacio Ponce

¿En qué momento comienza este ir y venir entre espacio físico, cuerpo y mente? “Es una sensación especial. Te vas acostumbrando a reconocerla y entonces juegas con estados físicos y mentales de interpretación de símbolos. Entras en ese oleaje. Camino mucho por la cañada, a veces sé hacia dónde voy, a veces no, a veces llega un punto donde te encuentras con algo…”. ¿Cómo saber, entonces, cuando un objeto tiene la potencia de una emoción? “Es visceral, un reconocimiento estomacal o del corazón, una vibración”.

Soto Climent busca cualidades estéticas y potencial simbólico en los objetos de la vida cotidiana. Su trabajo, entonces, tiene un principio erótico, de sugestión imaginativa.

Cuando no estamos acostumbrados a entrar en un estado semejante, nuestra mente busca referencias en lo que conocemos, como cuando identificamos un rostro en la madera o un animal en las nubes. Soto Climent busca en cambio cualidades estéticas y potencial simbólico en los objetos de la vida cotidiana. Su trabajo, entonces, tiene un principio erótico, de sugestión imaginativa: “Lo erótico es un estímulo interior, ocurre en quien percibe y por eso es tan emotivo. Si en realidad afuera no hay nada, quiere decir que el estímulo creativo surge dentro de ti”. Un material que ha acompañado la práctica de Soto Climent y le ha permitido explorar las posibilidades del erotismo es la media, que no representa formalmente el cuerpo masculino o femenino sino que encapsula la esencia de un fantasma o de un origen. “Hace 20 años, cuando empezaba a jugar con objetos y quería explorar la feminidad, esa feminidad se encaminaba a la divinidad, a la creación”.

Martín Soto Climent

© Ignacio Ponce

Una lectura muy importante en la formación del artista fue La revuelta íntima. Literatura y psicoanálisis (1997), de Julia Kristeva, que se refiere justamente al retorno a la intimidad en un mundo donde predomina lo contrario: crear anécdotas para ser exhibidas y compartidas. Llama la atención que el concepto de intimidad humana pueda jugar con el de intimidad en la naturaleza, porque las emociones, al volverse públicas, corren el riesgo de diluirse. “La naturaleza no necesita intimidad porque sigue una pauta. Las flores se abren cuando tienen que abrirse, nacen con la Luna llena y en la estación que les toca. Pero la psique humana camina fuera de ese ritmo. La intimidad no me interesa como encierro en uno mismo sino para estar vinculado con otro ser”. Martín Soto Climent transforma elementos sencillos con gestos performativos llenos de ternura y cuidado. Sus piezas nos hablan desde una pulsión íntima, individual.

El estudio, la montaña

Este año se publicó la primera monografía del artista en el sello Mousse Publishing, con la edición de Giorgia von Albertini. Se trata de una revisión de dos décadas de carrera artística. La conversación sobre este libro despertó un recuerdo: una serie de cajones a los que les decía “mis principios”, en su estudio de Coyoacán. “Literalmente eran como semillas, mis preocupaciones formales o estéticas, mis temas, que siempre han sido los mismos”. Aunque su práctica ha tenido una evolución importante, las pulsiones permanecen: “Lo interesante es trasladar esa esencia a otra realidad. Mi manera de aproximarme al arte es concentrarme en algo que lleve a una idea; no en un sentido político sino natural”.

Martín Soto Climent

Martín Soto Climent junto al muro de su estudio en Tepoztlán. © Ignacio Ponce

Vuelvo la mirada al bosque para nombrar algunas de las experiencias que ofrece ese cuadrante de la montaña, el que aparece desde el estudio de Martín Soto Climent. Tres líneas convergen en este lugar: el deseo profundo de estar en la naturaleza, que lo trajo a la montaña en Tepoztlán; el crecimiento personal, no en el sentido místico sino en el de establecer las condiciones para entrar en un estado creativo profundo –“Una cosa es estar en la naturaleza y otra encontrar el estado de contemplación para habitar propiamente el mundo natural”–; finalmente, la construcción del estudio.

“Mi manera de aproximarme al arte es concentrarme en algo que lleve a una idea; no en un sentido político sino natural.”

“Antes anhelaba simplemente tener un contacto más intenso con la naturaleza. Todos podemos leer sobre estas cosas, damos por hecho que racionalmente las comprendemos, pero hasta que no te habitan no son realmente comprendidas”. Por ello ha sido tan importante para el artista echar raíz en este espacio abierto de trabajo, que inicia en una pared de piedra y termina allá, en el árbol, en el charquito de agua dentro de una piedra o en la cañada, en un dibujo, en una pintura o en un recuerdo. “Aquí el mundo no existe”, dice Soto Climent mirando al exterior. “El mundo es una idea y hay muchos mundos, pero mi objetivo es vivir en el planeta”.

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