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Cine/TV

Este laberinto de piernas

Rilke definió a la infancia como la verdadera patria: Abbas Kiarostami confirma la frase en dos películas, como se plantea en este texto

Gabriel Rodríguez Liceaga | viernes, 12 de febrero de 2021

Fotograma de '¿Dónde está la casa de mi amigo?' (1987), de Abbas Kiarostami

Aunque ambas películas se desarrollan en calles y poblados de Irán, la acción realmente toma lugar en el infierno. Algo afín dice Borges de Cumbres borrascosas. Los protagonistas están perdidos en un laberinto de piernas. En el mundo de los adultos. Adultos que no escuchan, que dan instrucciones contradictorias, que están más preocupados por lo urgente que por lo importante. Adultos que gritan y regañan, que son injustos o repentinamente generosos, gigantes desaseados, desvelados y mañosos.

El globo blanco (1995), dirigida por Jafar Panahi, es la historia de una niñita adorable empecinada en tener un pez dorado para la fiesta de fin de año. La cosa es que el estanque de su casa está lleno de peces dorados, pero ella quiere tener uno del mercado porque parecen novias en su boda y tienen más escamas y están gorditos. ¿Habrá trama infantil más noble? De alguna manera convence a su atareada mamá de que le compre uno. No tiene sino un billete grande, tráeme el cambio, le dice. La chiquita sale emocionada con rumbo al acuario, pero a partir de aquí su jornada se vuelve un periplo de complicaciones tremendas.

El billete acaba en manos de unos entrenadores de serpientes como los que sólo conocemos en las caricaturas, luego perdido en el ancho mundo y finalmente hallado al fondo de una alcantarilla. Hay un palo con goma de mascar en la punta. En algún momento la niña tiene en su poder, embelesada, el pez que anhela. Se da cuenta de que aquel es idéntico a los peces que hay ya en su casa nada más que se ve más gordito porque ese lo mira de lado, en la pecera. Y a los de su estanque los ve desde arriba, flacuchos. Este momento es visualmente poderoso, la pérdida de la infancia en todo su esplendor. Ir entendiendo el mundo como algo inmenso y hostil. Sin embargo, no hay marcha atrás y el billete sigue en el fondo del caño. En El globo blanco Abbas Kiarostami aporta el guion.

En ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) Kiarostami escribe y dirige. Un niño se lleva por accidente el cuaderno de tareas de su compa. Tiene que devolvérselo o el maestro le gritará de nuevo como al inicio de la película. Recorre el pueblo de enfrente buscando el domicilio de su amigo. También aquí pasan cosas formidables, por ejemplo: hay un niño dándole direcciones a otro niño. Esto es un delirio. Son niños que apenas están entendiendo la sucesión de los días de la semana y la diferencia entre realidad y pesadilla. Para ellos el mundo está recién plantado y creció en friega. El niño corre y corre y busca y busca pistas que lo lleven hasta la casa de su amigo. Un anciano que ha fabricado todas las puertas del pueblo se une a la búsqueda. Ese viejito es dios. Un dios infantil y al que todos le rezamos en algún momento de nuestras vidas. Qué película más tremenda. Cuando nuestro héroe llega a casa de su amigo ya es irrelevante entregarle o no el cuaderno de notas. No importa. El mundo es un sitio atemorizante y hostil.

Ambas películas llegan a la misma conclusión.

Ésa es la patria en la que están extraviados los Odiseos miniatura de estas dos historias. Todos hemos estado ahí. Me evoco caminando entre puestos de fayuca apenas si agarrado de las manos rugosas de mi madre, aterrado por lo que ofertan en ciertos puestos, atraído por lo que venden en otros. En este entorno era fácil acabar con la cara estampada en la espalda sudada de un hombre que estaba de pie. No hay cielo, sólo carpas rojas acodadas en lo alto y música estruendosa de muchas cumbias sonando al mismo tiempo.

Esa patria de la que habla Rainer Maria Rilke, pues. Esa nación originaria es el infierno de ser un niño en un mundo previamente creado sin nuestra intervención.

Dios bendiga a Abbas Kiarostami.

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