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Artes visuales

Fuera del circuito

Carlos Rodríguez | martes, 25 de julio de 2017

El circuito cultural de la Ciudad se expande ante la cantidad de personas, grupos o colectivos que buscan hacerse un lugar sin necesidad de que sus propuestas sean etiquetadas estrictamente como “arte”. De esta forma, los espacios independientes de exhibición se han vuelto indispensables. Lo cual es buena noticia: aprovechan lo que tanto a museos como a galerías se les escapa o, visto de otra manera, lo que es excluido del circuito artístico. En eso, que no es poco, radica su importancia.

La sede del colectivo Cedemekos (cuyo nombre refiere, según su propia semblanza, al término “mecos” que se usa para designar a la gente más joven) llamada _llorar se ubica en la colonia Periodista. “No queremos ser un espacio elitista y nepótico”, explica Nicolás Zavala, integrante del grupo y estudiante de arte. La dinámica del espacio consiste en reunirse los miércoles para debatir y mostrar trabajos los viernes, así define Zavala su vocación experimental: “no se necesita ser artista para presentarse aquí sino tener la voluntad de hacerlo”.  

“El espacio surgió, entre otras razones, de una necesidad competitiva. Decimos que es un lugar experimental porque, como artistas y gestores, estamos aprendiendo nuestra labor y la relación que tenemos con el medio. La nuestra es una situación única, porque alguien nos prestó el lugar. Fue un golpe de suerte. La escuela no ofrece demasiadas opciones y es necesario generar nuestras propias dinámicas y experiencias”, remata el miembro de Cedemekos.

Otro lugar de reciente apertura es el espacio de exhibición de la Fundación Casa Wabi, iniciativa del artista Bosco Sodi, en Santa María la Ribera, que pone énfasis en la obra de artistas noveles. La sede original de Casa Wabi, que se encuentra en Oaxaca, es conocida por ser un lugar de residencias artísticas y, además, por su arquitectura, proyectada por el japonés Tadao Ando.  

“Nuestra visión es funcionar como una plataforma de creación de redes de colaboración, o networking, y de exhibición para creadores jóvenes, tanto de edad como de carrera, no vinculados con galerías y que hayan expuesto relativamente poco en la Ciudad de México”, comenta Alberto Ríos de la Rosa, curador de Fundación Casa Wabi. El interés principal del espacio es fortalecer el desarrollo de la escena artística local con cuatro exposiciones al año.

La Esperanza, por otro lado, es un un proyecto de Bree Zucker, Manuel Bueno Botello, Guillermo González Ceballos y Rodrigo Escandón Cesarman. Su sede es itinerante: la primera fue el proyecto de la tienda de abarrotes La Esperanza, en la colonia San Miguel Chapultepec; luego pasó al cabaret Barba Azul de la colonia Obrera. Su próximo emplazamiento aún está por definirse.

De forma colectiva, vía correo, los organizadores explican: “Uno debe hacer el trabajo que quiere ver en el mundo. En México hay muy pocas galerías que exponen en espacios públicos; todo el mundo suele estar escondido detrás de sus paredes, casas de muñecas gourmet o un círculo social insular. Para nosotros es importante el desarrollo del espacio público, así como la oportunidad de dar este espacio a las experimentaciones de un grupo de artistas, músicos, poetas, radicales y perdedores que (de alguna manera) fueron ignorados por el sistema general de exposiciones en México”.

 

Aportes al enriquecimiento de las colonias

Los espacios de exhibición son un agente importante en el desarrollo de una colonia o barrio, sus consecuencias afectan de forma positiva o negativa un lugar. Para quienes gestionan estos tres nuevos puntos de exhibición es importante el lugar desde el que operan.

“No evaluamos si añadimos o no agregamos nada a un circuito artístico. El concepto de circuito de galerías es ridículo. Cualquier responsabilidad de alimentarlo es irrelevante para hacer arte bueno o malo. El sitio de una exposición debe ser el perfecto amante y contrapunto de la propuesta o la idea de la misma. Así es como debería funcionar idealmente, pero a veces los lugares y los vecindarios entran en juego desde la improvisación, el azar y la necesidad”, considera la gente de La Esperanza.

Según Ríos de la Rosa, de Casa Wabi, existe una infraestructura muy grande para la exhibición de arte en la ciudad, pero hacen falta espacios dedicados a los artistas jóvenes para que contribuyan a crear una red de colaboración con los barrios.

Para Zavala, de _llorar, es muy importante entablar una relación productiva con el barrio, sin contribuir a su aburguesamiento: “Informamos a los vecinos de lo que estamos haciendo. Hemos rechazado proyectos. Unas personas querían presentar aquí uno sobre el registro fotográfico de Iztapalapa. No se plantearon qué interés tiene para este punto de la ciudad lo que ocurre en otro lado”, concluye.

Estos esfuerzos, no siempre vinculados al arte pero sí a la cultura, existen como una expresión imprescindible de los habitantes de una ciudad, que buscan afirmar su contribución como creadores y gestores en el panorama cultural. _llorar, Casa Wabi Santa María y La Esperanza son una muestra de la necesidad de expandir el circuito o desligarse de él. Su intención: hacerle un lugar a los nuevos creadores en el espectro de la exhibición de proyectos, que suele estar acotada a pocos grupos y colonias de la ciudad.

 

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