16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

26/04/2024

Artes visuales

Exponer de otra forma

Una aproximación a los espacios de exhibición independientes de la Ciudad de México, que visibilizan la obra de jóvenes creadores

Sandra Sánchez | martes, 4 de octubre de 2016

Paloma Contreras Lomas, 'Fanzine menstrual día 1 y 2' (2015), en Biquini Wax

Los museos y las galerías no son los únicos lugares en los que se pueden ver exposiciones. La Ciudad de México cuenta con decenas de espacios independientes, dedicados a organizar muestras que duran entre una noche y un par de meses. Al frente de estos sitios se encuentran artistas, curadores, críticos de arte, pedagogos y otros agentes que ven en la autogestión la oportunidad de dar rienda suelta a sus ideas. Si bien el epíteto “espacio independiente” sirve para designar prácticas que funcionan al margen de las instituciones públicas o privadas, cada foro tiene una lógica interna singular.

Algunos espacios se enfocan en presentar el trabajo de artistas jóvenes, otros se interesan en invitar a extranjeros. Producir muestras no siempre es la intención principal, como demuestran los programas educativos de algunos sitios, que incluyen cursos teóricos y prácticos relacionados con temas presentes en el arte contemporáneo, como el trabajo, la comunidad o la nación. Los proyectos pueden funcionar con becas del Estado o de fundaciones, pero en ocasiones cobran a los asistentes una cuota para solventar los gastos; otros no solicitan dinero, costean sus actividades con fondos de sus integrantes. La proliferación de espacios independientes dota a la Ciudad de México de un sinnúmero de opciones para ver arte semana a semana. En este panorama, la investigadora y artista Tamara Ibarra creó YEI, un grupo de Facebook que recoge en una agenda las actividades que proponen los distintos espacios. La cartelera incluye exposiciones y eventos que se realizan en otros estados, e incluso en otros lugares de Latinoamérica.

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El espacio independiente Lulú, en la Ciudad de México

No sorprende que, al asistir a una exposición, el visitante se encuentre dentro de un departamento, una casa o una bodega. Lulú, por ejemplo, es un espacio de exhibición en la Colonia Roma integrado por dos cubos blancos dispuestos entre la habitación, la cocina y el estudio de Martín Soto Climent, cofundador del lugar junto al curador Chris Sharp. Aunque es inevitable sentir que se ingresa a un lugar íntimo y privado, el nivel de profesionalismo no pide nada al de una galería. Generalmente se ofrecen visitas guiadas, que ensanchan el panorama de lo que se observa. En las inauguraciones, los artistas (de talla internacional) suelen estar presentes, dispuestos a entablar una conversación informal.

En contraste con los espacios donde prevalece el cubo blanco, existen propuestas como Biquini Wax, una casa ubicada en la colonia Escandón. El espacio es dirigido por diez personas que organizan exposiciones y cursos, adaptando las obras a la dinámica cotidiana de la vivienda. Así, pueden observarse pinturas sobre bases de camas, fotografías montadas en paredes en mal estado o con rastros de obras anteriores o piezas hechas específicamente para alterar el funcionamiento de la casa, como un motor sobre un foco.

Los foros independientes generalmente combinan la exhibición de piezas con otro tipo de actividades, como montajes escénicos o producciones artesanales. Un ejemplo es Espacio Fidencia, dirigido por Liliana Ang, que ofrece tanto cursos de arte contemporáneo, animación y videoinstalación como expoventas de textiles, muestras de documentales y una que otra cata de mezcales. La autogestión brinda a la escena artística una vitalidad que permite al interesado estar en contacto con la producción más reciente de los artistas. Sin embargo, que existan tantos espacios independientes habla de un problema dual: la relación de los productores con las instituciones y con el mercado.

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Espacio Fidencia en la Ciudad de México

Los museos y las galerías apuestan generalmente por presentar el trabajo de artistas con una carrera consolidada o un cuerpo de trabajo en pleno desarrollo. Esto deja a los más jóvenes desprovistos de espacios para exponer su obra. Montar una exposición saca al artista de su taller físico o virtual y lo reta a establecer diálogos con espacios ajenos. El ejercicio le permite analizar cómo funcionan las obras en conjunto, y le brinda la posibilidad de observar el modo en que su discurso se relaciona con los visitantes. De ahí la importancia de los foros independientes. Las muestras organizadas por estos espacios establecen un diálogo comunitario, materializado en conversaciones de pasillo, rumores de fiestas y artículos en las revistas atentas a lo que sucede en la escena del arte emergente.

Las instituciones estatales cuentan con un nuevo desafío: voltear a ver a estos lugares y buscar la forma de apoyarlos sin afectar la autonomía de sus propuestas. El arte no sólo está en los elefantes blancos, sino también en sitios excepcionales que hacen un esfuerzo considerable por construir nuevos modos de organización y de exhibición.

Publicado originalmente en La Tempestad 114

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